Lenguaje de odios y resentimientos

Por José Gabriel Vásquez

Hace un buen rato que decidí no darle seguimiento a las tonterías de nuestro presidente Donald Trump, pues solo basta ver un poquito de CNN, o Fox para recopilar un sinnúmero de palabras descompuestas y ensañadas contra cualquiera que le vire la tortilla a este señor.

En esta nación, por la forma que se conduce nuestro jefe de estado, se ha creado un lenguaje de odios y resentimientos descomunal entre todas las comunidades que la componen, por el simple hecho de no estar de acuerdo políticamente y nuestras palabras de desacuerdos se han convertido en una penosa diarrea de semántica y significados deprimentes, confusos, anárquicos, racistas, extremistas, divisorios y hasta peligrosos, ya que por ellos, muchos han optado por agredir físicamente a sus opositores.

En Miami, por ejemplo, además del lenguaje nacional de demócratas contra republicanos y vice versa, tenemos que desayunar, almorzar, cenar y acostarnos con el lenguaje de odios y resentimientos que las comunidades latinas cantaletean por aire, cielo, tierra y mar, FB, instagram, tweter, tv, radio y cualquier otro medio de comunicación, incluyendo las famosas esquinas de los “Arepazos” y los “Versalles”, en contra de los gobiernos que los han hecho salir despavoridos hacia la “Yuma”.

No solo le echo la culpa a Trump, aunque es el mayor responsable de esta debacle, sino además a todos aquellos que sabiendo que hay un Dios Todopoderoso y que la oración sincera y honesta mueve montañas, se pasan el día entero cantaleteando, en vez de orando.

Al pas0 que vamos, nos veremos con hachas, misiles y bombas atómicas en cada mano de nuestros ciudadanos, para desaparecer a todo el que no esté de acuerdo con lo que creemos y predicamos.

La insensatez, la falta de perdón, el odio, el resentimiento y los desacuerdos por política, o diferencias raciales, enfermarán a esta sociedad y la convertirán en un lodazal humano en donde la libertad de expresión y el amor que Dios nos ha regalado a través de Jesús, serán enterrados en el cementerio de nuestros desacuerdos.

Pido a Dios que nos conduzca, nos renueve y nos llene de entendimiento, antes de que estos agravios, dirigidos por el comandante en jefe, nos consuman como pueblo.

 

 

 

 

 

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