Por: José Gabriel Vásquez
En estos días he observado con detenimiento, en las redes sociales, la forma más común de atracar a la ciudadanía dominicana, dos montados en un motor.
En cualquier esquina, mientras unos tres, o cuatro individuos conversan, sentados sobre los huacales, o cajas de cervezas en un colmadón, son sorprendidos por dos o tres individuos, salidos del mismo infierno en que se procrean, que llegan en un motor, seguramente robado y les llevan no solo los celulares y las carteras, sino además la precariedad y las frustraciones con que viven los dominicanos de a pies en estos momentos.
Es como si el mismo Diablo decidiera dar una vuelta por los barrios, incrustándoseles en el cerebro vacio de moral, de civismo y de educación de estos desgraciado muchachos que han aprendido a desgarrarle el alma a cualquiera, quitándoles lo poco que tengan y con eso irse a beber unos tragos en una barra, o en un colmadón cerca del infierno de donde salen.
Me imagino cuantos Santos Rosarios habrán hecho las triste y deprimidas madres de estos maleantes, pidiéndole a Dios que por lo menos los agarren presos antes de que caigan abatidos como cerdos en el matadero.
Veo la fotografía imaginaria que se proyecta en mi mente, de esas pobres viejitas que no duermen, ni concilian la paz de sus almas sabiendo que sus hijos andan poseídos por Satanás, en un motor sustraído como si fuera un caballo salvaje que encontraron en una selva, con tal de complacer sus apetencias drogadictas, cual alucinógeno les hace ver el mundo y a los demás como una tienda particular en la cual pueden llevarse lo que les dé la gana, sin pedir permiso.
Es tal el descaro y la impunidad en que cometen sus hechos, que ya la población se siente atrapada entre un motor y una pared, a sabiendas de que si no entregan el celular y la cartera en esos momentos, sus vidas cuelgan del hilo de un balazo a quema ropa.
Las autoridades policiales han perdido la reputación y la oscuridad de las calles ya no es necesaria, pues practican el repudiado oficio de robar a plena luz del día, justo cuando la campana de la iglesia suena a la hora del Ángelo, como si también sonora para advertir de la presencia de estos facinerosos.
Puede ser que dentro del grupo inmundo que se dedica a estos menesteres haya muchachos buenos que han sido arrastrados por las gangas y los maleantes mayores, sin importarles la vida de ellos, ni la de sus clientes, el pueblo.
Los colmados se han convertido en la cueva mas predilecta para que estos sinvergüenza actúen criminalmente, pues la presencia policial es cero, el miedo de la población es inimaginable y la consecución de armas de fuego es como tumbar un mango de una mata parida a granel.
Si el gobierno y las instituciones del orden no toman acción drástica, estratégica y pronta en estos menesteres, el Diablo motorizado se hará dueño de la nación.