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Remembranzas maternas

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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En el antiguo Egipto se le rendía culto a la gran diosa madre, Isis, así como los griegos adoraban a Rea, madre de los dioses del Olimpo; y los romanos a la diosa Cibeles, sin dejar de mencionar la inclinación católica por La Virgen María. La veneración de la figura materna, creadora de la vida, está conectada a la misma historia de la humanidad.

En Inglaterra, en el Siglo XVI, fue donde por primera vez se celebró un día llamado “Domingo de Servir a las Madres”, fecha en que se le daba permiso a los criados -con el día pagado-, para que visitaran sus madres.

En los EE.UU. hay dos ilustres damas precursoras de esa celebración, la poetisa Julia Ward Howe, quien en 1870 escribió la Proclamación del Día de la Madre, un apasionado llamado a la paz y al desarme, y Ann Jarvis, quien creó en 1905 la Asociación Internacional del Día de la Madre. Pero no fue hasta el 1914 cuando el Congreso de los EE.UU. en el gobierno del presidente Woodrow Wilson, eligió el segundo domingo de mayo como “Día de las Madres”.

En nuestro país esa noble tradición se inició después de la desocupación norteamericana (1916-1924), durante el gobierno del general Horacio Vásquez Lajara, en 1926. Doña Trina de Moya, esposa del presidente Vásquez y la educadora Ercilia Pepín, fueron las auspiciadoras de que celebremos esa importante fecha.

Y fue así como nació la Ley No. 370 del año 1926, estableciendo el último domingo de mayo como “El Día de Las Madres”. En ese tenor, la ilustre educadora santiaguera, Ercilia Pepín, escribió “Invocación en el día de las madres”. En ese día especial debía rendirse culto a la madre viva y a la madre fallecida, a la madre propia y a la madre ajena.

Como recordatorio a los de mi generación y conocimiento de las actuales, transcribo las letras del Himno a las Madres de la autoría de doña Trina de Moya:

“Venid los moradores /del campo y la ciudad /y entonemos un himno / de intenso amor filial/ Cantemos a las Madres / la ternura, el afán /y su noble atributo/ de abnegación sin par/ Celebremos todos la fiesta más bella/ la que más conmueve nuestro corazón / fiesta meritoria que honramos con ella / a todas las madres de la Creación / ¡Quién como una madre con su dulce canto / nos disipa el miedo, nos calma el dolor / con sólo brindarnos su regazo santo / con sólo cantarnos baladas de amor!/ de ella aprende el niño la sonrisa tierna / el joven la noble , benéfica acción / recuerda el anciano la oración materna / y en su alma florece la resignación” .

Nosotros llamamos al país que pertenecemos la Patria, aunque muchos poetas y escritores utilizan mejor Matria, nuestra tierra matriz, tierra de labranza, tierra toda paridora, que a todos nos da luz, y a todos nos recibe en su sombra.

El supremo placer del hombre es adquirir y acrecentar conciencia y más aún de la madre, de ese ser que nos mantiene en su claustro hasta que nacemos, y que no conoce más justicia que el perdón, ni más ley que el amor.

La palabra madre es tan sublime, que se usa en pensamientos abnegados, como decía Miguel de Cervantes: “Cuando la cólera se sale de madre, no tiene la lengua freno que la corrija”.

De mi madre, la primerísima actriz doña Monina Solá viuda Lajara, a quien gracias a Dios aún la tengo conmigo, y que este 23 de mayo arriba a sus 85 años de edad, de los cuales dedicó más de siete décadas aportando al arte y a la cultura de nuestro país, me siento altamente orgulloso por el privilegio de haber tenido una progenitora icono de dignidad, abnegada, tierna y ejemplar, habiendo recibido su amor, sapiencia y esa valiosa educación en valores, las cuales he transmitido a mis hijos.

Recuerdo al dramaturgo Franklin Domínguez narrar cuando en la obra teatral “Los Borrachos”, mi madre, después de haber interpretado uno de sus personajes principales por mucho tiempo, aquí y en el extranjero, le pidió que buscara otra protagonista que no fuera ella, para dar oportunidad a las jóvenes actrices, y no solo eso, sino que se encargó de que esa joven actriz que la sustituyó estuviera a la altura de las expectativas.

Al recibir el entonces premio El Casandra, como actriz del año 1986, al otro día envió una comunicación a la directiva de la Asociación de Cronistas de Arte (ACROARTE) solicitando no ser nominada más para dar oportunidad a las generaciones venideras.

Finalizo con la transcripción de un conmovedor fragmento, que hoy llama a reflexión, del discurso del presidente Juan Bosch, el 26 de mayo de 1963, donde exaltaba a las madres dominicanas -cuya esencia aún no se hace realidad-, como raíces de este pueblo, fuentes de vida y la única explicación de nuestra existencia:

“Ten la seguridad (refiriéndose a las madres) de que miles y miles de dominicanos oran y luchan para que en esta tierra que te debe tanto amanezca un día la justicia sentada en la loma más alta y en el bohío más humilde, con las dos manos llenas del pan que te has ganado con tu dolor en todos los años de nuestra historia. Que el Señor te bendiga en este día Madre dominicana”.

fuerzadelta3@gmail.com

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