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Adriano Espaillat: ¿Cuchillo para garganta de un senador?

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Las elecciones del pasado 8 de noviembre dejaron un saldo de discordias y esperanzas entre quienes cifraron expectativas en sus votos y las vieron o no confirmadas. Pero, hubo para los hispanos, principalmente para la nación dominicana, una satisfacción particular, cuando vieron ascender a los altos escaños del Congreso de los Estados Unidos al exsenador estatal Adriano Espaillat, como representante del distrito 13 de Nueva York,  primer criollo en lograr este puesto tras dos décadas de intensa carrera política.
 
“Esperé por este día, volví a la contienda con el camino despejado (en referencia al retiro de Charles Rangel), confié en el voto de mis constituyentes. Estoy muy agradecido con todos ellos, con los afroamericanos, los asiáticos, los rusos, los mexicanos. Estoy listo para traer los recursos que todos ellos necesitan”, dijo en aquel entonces Espaillat, para beneplácito de quienes confiaban que el congresista dominicano convertiría en realidad sus promesas de ser la voz de  esas familias “que anhelaban sentirse representadas»…, según expresó.
 
Desmemorias
En entrevista con Univisión horas antes de su juramentación, Espaillat reflexionó sobre el «viaje largo» recorrido para arribar al Congreso; en tanto que el medio de comunicación destacaba sus inicios como indocumentado hasta esta victoria, que dominicanos y dominicanas residentes en diferentes estados decidieron compartir, por lo que viajaron hasta Washington, D.C., a fin de acompañarle en su éxito. La mayoría de los entrevistados hablaban de lo que significaba “el orgullo dominicano por el logro de Espaillat”.
 
Pero, sucede que la toma de decisiones suele definir en instantes la dirección y enfoque de la vida política, y en todos los sentidos. Muchos medios de prensa han catalogado como los “más retrógrados de los republicanos”, a quienes votaron en diciembre pasado para rechazar la resolución 2334 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que condenó los asentamientos israelíes en territorios palestinos.
 
Fue en este contexto que el político dominicano  se unió a esos sectores “que continúan actuando como si estuvieran en los tiempos de la Guerra Fría”, tal y como reflexionó el comentarista Luis M. Rodríguez, quien añadió: “Con ese voto, el representante por el Distrito #13 de New York se colocó políticamente a la derecha de la administración saliente de Barack Obama la cual, al no vetar la resolución de la ONU, posibilitó su adopción bajo el entendido de que no se pueden defender los asentamientos y una solución al conflicto que incluya dos estados al mismo tiempo”.
 
Y pudo haber sido este un “mal paso”, muy mal dado por cierto, si el diapasón no se hubiera dilatado hasta ubicar a Espaillat nada menos que a la zaga de  Marco Rubio, Ileana Ros-Lehtinen, Ted Cruz y Robert Menéndez, quienes han demandado al presidente Donald Trump a “tomar acciones que sancionen al gobierno de Venezuela y de otros países de la región responsables de la miseria y el sufrimiento de sus pueblos, del saqueo de los recursos estatales y por ser violadores de los derechos humanos”, expusieron y otra vez la balanza de Temis se desequilibró más…
 
No hay que ser estudioso excesivo del tema para recordar, por ejemplo, a una República Dominicana escenario de estas “tomas de decisiones”, que significaron  ocupaciones, encargadas de sancionar inhumanamente, y cercenar las vidas de muchos de sus hijos e hijas, cuyas disculpas  por parte del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, medio siglo después, no pudieron aliviar el sufrimiento que vivió la nación y mucho menos revivir sus víctimas.
 
Se recuerda que Estados Unidos destinó fuerzas que integraron unos 42 mil marines en esta segunda ocupación militar, enfrentada con resistencia patriótica por el pueblo dominicano hasta 1966. Denominada Operación Power Pack se unieron, además,  los miembros de la 82 División Aerotransportada del Ejército de Estados Unidos,  quienes impidieron el retorno a la Constitución de 1963, promulgada por el presidente Juan Bosch, donde se plasmaban iniciativas democráticas y preceptos antagónicos al gobierno norteamericano.
 
Y lo incongruente no es solo que la OEA reconozca que la historia le condena, que su representante hable de no “intervenir en los asuntos internos de los estados y que nada de lo que se haga sea considerado como una injerencia”, si no que un dominicano estudioso de las leyes y la historia como Espaillat se sume a ese ya repetido discurso  de defender “derechos humanos y democracia”, esa que Eduardo Galeano catalogó  como “más de lo mismo…” y se pliegue a la administración republicana para agudizar la guerra económica contra Venezuela; todo esto frente a las actitudes y esfuerzos de instituciones y personalidades del mundo, que buscan una solución pacífica para el hermano pueblo.
 
Puede no recordar Adriano Espaillat, pero el  pueblo dominicano jamás olvidará el acuerdo de cooperación energética Petrocaribe,  histórico y solidario mecanismo impulsado por el líder de la Revolución Bolivariana, Comandante Hugo Chávez, que significó más que el suministro del crudo, productos refinados y GLP o sus equivalentes por un precio preferencial, un  gesto de integración regional que trascendió, para enfocarse a los aspectos sociales culturales, económicos y políticos de pueblos olvidados desde siempre por los poderosos.
 
Siempre resulta un desafío “imperdonable” para las transnacionales que lo que antes repartían a su antojo pase a otros destinos. Se conoce que al asumir el poder Hugo Chávez las petroleras norteamericanas y europeas tenían en sus manos el “oro negro” a precio de “vaca muerta”, como se dice, a no más de tres dólares por barril.
 
La desestabilización venezolana es parte de ese ciclo que cumple la historia y que enseña como tantas veces antes, estrategias que bien esgrimidas coadyuvan a provocar los desabastecimientos, escaseces y tantos males más que hoy sufre la hermana tierra de Bolívar.
 
Malas compañías…
“Quien a mal árbol se arrima, mala sombra le cobija”, sentenciaban los abuelos. El senador Adriano Espaillat se ha unido a las más recalcitrantes figuras, como el senador Marco Rubio, quien acusó a  República Dominicana, El Salvador y Haití  de “no salir a defender la democracia en la región”, al referirse a la posición de dichos países ante la votación sobre Venezuela en la Organización de Estados Americanos, y empleó el nada sutil chantaje de que sería difícil mantener así la asistencia que Washington les brinda.
 
En su artículo titulado Senador Adriano Espaillat frente a Venezuela, Miguel Espaillat concluye: “Sinceramente, creemos que el Senador Adriano Espaillat (mi pariente), ha tomado una decisión infeliz al unirse a las voces de la ultraderecha estadounidense, que buscan acorralar y consiguientemente derrocar a un gobierno constitucional de nuestra América Latina, para que las transnacionales de los imperios tengan libre acceso a los recursos naturales de los países del llamado Tercer Mundo, tal como lo hacían en antaño.  A él, (a Adriano Espaillat), lo exhortamos a reflexionar sobre estos puntos, para que de alguna manera pueda corregir y revertir a tiempo su histórico yerro; de lo contrario, su estadía en el Senado, será de corta duración, porque no será reelecto.  Los pueblos como los individuos, no pueden afilar cuchillos para la propia garganta”.

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