La política dominicana en el espejo de Sudáfrica

Desde que en 1994 el partido Congreso Nacional Africano, bajo el liderazgo del excelso e inmortal Nelson Mandela, ganara las elecciones generales de ese año, inaugurando así la democracia en Sudáfrica y asestando un golpe mortal al régimen racista del Apartheid, dicha organización política jamás había registrado una votación inferior al 60% de los votos en los 22 años ininterrumpidos que ha gobernado; y esto fue así, hasta la celebración de las elecciones locales de agosto de este año.
 
En ese certamen electoral, su votación consolidada alcanzó un 54%, ocho puntos porcentuales menos que lo obtenido en las elecciones de 2014, cuando lograron un 62%. En varias de las localidades más importantes estuvieron por debajo del 50%, tal como el caso de Johannesburgo, capital financiera del país, donde solo alcanzaron un 44%, a pesar de encontrarse allí el asentamiento urbano de Soweto que congrega a más de 1 millón de personas, y donde el 98% de los residentes son de raza negra: esos que siempre constituyeron la base de apoyo histórica del CNA. Lo mismo ocurrió en la capital política del país, Pretoria, donde solo registraron un 41%, y algo similar también se observó en la provincia que comprende la ciudad de Puerto Isabel, la sexta más importante de Sudáfrica.
 
Tras estos resultados, la comunidad política y la opinión pública han empezado a elucubrar sobre la posibilidad de lo que una vez se asumía imposible: remover al CNA del poder en las elecciones generales pautadas para el 2019. Naturalmente, resulta intrigante saber qué exactamente pasó en Sudáfrica para que, de repente, un partido político hegemónico como el CNA se le viese vulnerable, y por ende, desplazable del poder.
 
Anatomía de la crisis del CNA
El CNA se consolidó como el principal partido político en Sudáfrica, esencialmente, por tres razones. Primero, porque contaba como líder a la figura que, con en el transcurrir del tiempo, se convertiría en el símbolo mismo de la resistencia contra al régimen del Apartheid: Nelson Mandela; segundo, porque en sus años en el poder, ha implementado reformas que han producido una mayor inclusión social y económica, la expansión de la clase media, y la colocación de Sudáfrica como una de las cinco economías emergentes más destacadas del mundo, agrupadas bajo el acrónimo BRICS; y tercero, porque en todo este tiempo, la oposición política había sido incapaz de articular una alternativa con credibilidad suficiente como para minar la imbatible base de apoyo del CNA, consistente en el voto mayoritario del 80% de la población que conforman los ciudadanos de raza negra oriundos del país del África austral.
 
Sin embargo, al menos desde 2010, esta consolidación en el poder y esta impresionante base de apoyo, amenaza con resquebrajarse.
 
Y esto así, porque estos tiempos y sus protagonistas, no rinden pleitesías nostálgicas a las incuestionables glorias pasadas del CNA, y en cambio, demandan de transformaciones que tal vez escapen a las competencias del partido de Mandela.
 
En política, nada es permanente
Si bien nadie le disputa al CNA el haber roto las cadenas del Apartheid, y el haber inaugurado la época democrática del país, el 60% de los sudafricanos de hoy tiene menos de 40 años edad, y para ellos, aunque hayan conocido de primera o segunda mano el régimen anterior, el mismo es ya un recuerdo distante que poco tiene que ver con sus aspiraciones de hoy en día. Pero el partido no ha comprendido esto, y sus principales dirigentes, aún se vanaglorian de haber sido los protagonistas de ese hito liberador.
 
La prepotencia de sus altos mandos, ilustradas a la perfección por el Secretario General del partido, Gwede Mantashe, al decir que el CNA tenía un mandato de Dios para gobernar Sudáfrica, solo fortalece la percepción de que estos están desconectados de la realidad de los sudafricanos de a pie, lo que irrita cada vez más a ciudadanos que, día tras día, demandan más de sus gobernantes.
 
Las acusaciones de corrupción vertidas sobre muchas de las principales figuras del CNA, incluido el presidente del país Jacob Zuma, más las luchas intestinas que por posiciones gubernamentales y electivas libran a la luz de la opinión pública miembros de este partido, no solo van debilitando progresivamente a la organización política, sino que han ido despejando terreno fértil que la oposición, por primera vez desde 1994, luce estar aprovechando con inteligencia.
 
En medio de esta crisis interna del CNA, tan característica de los partidos políticos cuando se quedan prácticamente solos en el escenario electoral, el partido de oposición Alianza Democrática, bajo el liderazgo de un joven carismático de 36 años de edad llamado Mmusi Maimane, conocido como el Obama de Soweto, ha prometido retomar la propuesta de Nelson Mandela de construir una “nación arcoíris” donde se disipen definitivamente las tensiones raciales, y donde hayan oportunidades para todos.
 
En un tono menos conciliador, y más marcado ideológicamente, otro joven de 35 años de edad llamado Julius Malema, va colocando a su partido EFF (siglas de: Economic Freedom Fighters) en una posición determinante, si este decidiese aliarse con el AD más adelante.
 
Esta reconfiguración de fuerzas que va tomando forma no solo se debe a los problemas del CNA y sus dirigentes, sino que otros factores han incidido.
 
Por primera vez en 20 años, la oposición política, ahora liderada por figuras más representativas de la composición etaria del país, se ha concentrado en su principal labor de ejercer como contrapeso al gobierno, sobre la base de propuestas que aparentemente sintonizan con las aspiraciones de sus conciudadanos.
 
Y es que cuando se habla de una nueva Sudáfrica con oportunidades para todos, se les está hablando a ese 55% de jóvenes desempleados, y a aquellos que aún no logran estabilizarse en la clase media, porque si bien es cierto que el CNA, a su llegada al poder, logró libertades políticas y sociales, estas no se han traducido en una mejoría económica sostenida para todos los sudafricanos.
 
El caso dominicano
En principio resulta hasta curioso que podamos recurrir al ejemplo de un país africano, tan apartado en términos culturales, históricos y geográficos del nuestro, para encontrar lecciones y situaciones perfectamente extrapolables al caso dominicano.
 
Sin embargo, tal como en Sudáfrica, tenemos aquí a un PLD que para 2020 habrá gobernado 20 de los últimos 24 años, y donde al igual que en el CNA, se avista a algunos de sus dirigentes endiosados y envanecidos, al considerarse instrumentos del destino. Empero, no terminan ahí las similitudes. También en el PLD se expanden y se recrudecen las luchas intestinas, y al igual que con el CNA, poco a poco, las aguas enturbiadas de la corrupción van entintando su efigie ante la opinión pública.
 
La República Dominicana, por igual, comparte perfil etario con Sudáfrica, ya que aquí cerca del 60% de la población tiene menos de 40 años, y estos representan esa franja del electorado forjada en el siglo XXI, más exigente y menos reverente a glorias pasadas, que aquellos de mayor edad.
 
Justo como el CNA, el PLD ha logrado expandir la clase media, e impulsar el avance económico, financiero e infraestructural del país; pero precisamente de ahí derivan las nuevas exigencias que se formulan tanto al PLD como al CNA, en tiempos donde la lucha contra la desigualdad y el “accountabilty” de los servidores públicos adquieren primacía.
 
Pero no solo sirve al PLD verse en este espejo, sino que al resto del sistema de partidos, porque tal como aquí, allá el CNA ha logrado mantener preeminencia gracias a una oposición política carente de visión y de disciplina, y más aficionada al trabajo mediático que al trabajo de campo.
 
Ambos PLD y oposición podrán pensar que no proceden las comparaciones, por las tantas diferencias que nos separan. El PLD podrá argumentar que 16 años después, cuenta con más respaldo electoral que nunca, y la oposición podrá replicar que la competencia ha sido muy desigual por mil factores distintos.
 
Si eso hicieran, estarían ignorando dos principios cardinales de la política: que aquí, allá y acullá, la política siempre ha girado en torno a los seres humanos, y los razonamientos y motivaciones de estos han sido y serán los mismos allí donde habiten; y que en política, nada, absolutamente nada, es permanente.
 
Tal vez la posible derrota del CNA en el 2019, les haga cambiar de pensar.
 
Para comunicarse con el autor
RPEREZFERNANDEZ@GMAIL.COM
EL AUTOR ES ECONOMISTA Y POLITÓLOGO

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