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Cretinismo electoralista

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V.I Lénin usó el término “cretinismo parlamentario” para calificar a sectores “opuestos” a la autocracia zarista inmersos en las trampas parlamentarias e institucionales que ésta le tendió.
 
El líder revolucionario de la vieja Rusia no le daba a ese calificativo connotación peyorativa del intelecto de sus protagonistas, muchos de ellos con talento normal; sino que lo refería a su enfermizo apego a instituciones y leyes que había que subvertir, que los conducía a una especie de “estupidez política”: a aceptar el corral que le tendía la Monarquía.
 
En verdad -guardando grandes distancias- hay cierto parecido entre la conducta exhibida por aquellos señores de la politiquería rusa y el proceder de los “opositores” de derecha a la dictadura morada establecida desde el 2010-12. Me refiero a las actitudes reiterativas de una oposición sistémica y enfermizamente institucionalista, procedente del mundo directamente político o de la alta “sociedad civil”, evidentemente conectada a USAID, CONEP, banca privada, Cámaras Minera y Americana y demás yerbas amargas.
 
Antes de las votaciones de este año, se chuparon sin impugnar la JCE, el TSE y el TC que condujeron los procesos viciados del 2012, y además recurrieron innumerables veces a esas instancias hasta hacer el ridículo; aceptando pasivamente –sin movilizar una mosca- que le masacraran sus derechos.
 
Vieron venir en su contra todo tipo de fraudes y de trampas avasallantes sin rebelarse contra la inmundicia, acogiéndose imbécilmente a las reglas de juego de la dictadura corrompida y corruptora; cuando no -caso CONEP- defendiendo la JCE antes y en medio del desastre desbordado.
 
Durante las votaciones recientes se dejaron joder apenas pataleando. Consumados los fraudes reconocen la ilegitimidad de los resultados sin atreverse a subvertirlos en las calles. Lloriquean las trampas y hasta hablan de “colapso del sistema”, pero esconden su mugre y alianzas espurias y vuelven a apelar a las juntas electorales, al inefable TSE y al TC. Incluso sacrifican a quienes sostenían rebeldías justas, como los Manuel Jiménez en Santo Domingo Este, para quedarse con los carguitos “opositores” que el fraude no pudo barrer.
 
Los/as hay que llamar a dejar ya las quejas, a aceptar la institucionalidad de la imposición fraudulenta, para procurar enmendarla “democráticamente” con una ley de partidos, una ley orgánica electoral y un TSE-JCE, a ser aprobadas por el Congreso que resultó de la suma de trampas aceptadas.
 
El cretinismo del que habló Lenin, además de obvio, carece de vergüenza.

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