xEn las tiendas vacías y los hoteles desiertos, los comerciantes y los guías turísticos son unánimes.
La ciudad en la que nació Jesús, según la tradición bíblica, prepara con resignación las celebraciones del 24 y 25 de diciembre, como la tradicional Misa del Gallo en la Basílica de la Natividad.
Hace unos días, todavía había enfrentamientos entre jóvenes palestinos que lanzaban piedras y soldados israelíes fuera de los hoteles, ya de por sí afectados por la construcción de parte de Israel del muro que separa Belén de Jerusalén.
En los vestíbulos todavía huele a gases lacrimógenos y al agua putrefacta rociada por el ejército con sus mangueras antidisturbios.
Un poco más lejos, en los alrededores de la basílica y bajo un enorme abeto decorado con los colores de la bandera palestina, media docena de guías turísticos pasean de acá para allá; esperan a los clientes que no llegan.
Hasta el año pasado, «llegaban al menos 60 o 70 autobuses cada mañana», asegura Hicham Jamis, quien trabaja como guía desde hace aproximadamente una década.
«Hoy son cuatro o cinco, a veces diez», aseguró Jamis.
