Carta a la juventud dominicana

Al decir del Profesor Juan Bosch, en nuestro país nunca se han amarrado los perros con longaniza y con mucho acierto lo indicaba y lo demostró en el trayecto de sus estudios sociológicos, históricos y políticos, base teórica a la que no puede estar ajeno en su proceso de formación el profesional critico dominicano, pues el que no ha leído al Profesor no termina de conocer la realidad y la composición social de este pueblo, claro que muchas cosas han evolucionado pero en sus letras y trazos históricos se entretejen las imágenes mentales de la fotografía moderna de lo que es un tutumpote, un hijo de machepa y un carro pescuezo largo.
 
Resulta indignante la mansedumbre de la juventud dominicana y la ausencia de sed institucional y democrática, y es que éstos desarrollados en los avatares de la cotidianidad del “na´  e´ na´” y el “dame lo mío” y la magna sentencia de “Yo no soy Pendejo”, cual jurisprudencia o precedente va reproduciendo con carácter de plaga una especie de seres humanos parasitoides llamados peseteros, los que son estimulados por los ventorrillos políticos de los que hablaba el Profesor y hoy en día también por la manada hambrienta que cansada de chupar la teta ya anda por comerse la vaca. No quiero ni puedo admitir que al joven dominicano se le convierte en un instrumento mercantil, en un anciano mental y un imposibilitado visionario.
 
Afortunadamente junto a esa hiedra pedigüeña, ante el lumpenaje proletariado y el consumismo industrial de humos sonoros, crece un pequeño grupo de soñadores y rebeldes a los cuales escribo estas líneas, por mi firme convencimiento de que ellos son el presente futuro, porque nadie es futuro sin trabajar en el presente lo que en definitiva constituye un ahora productivo.
 
Joven dominicano, creyente en Dios y su misericordia, Él que nos da la vida y la salvación, Ese que nos ha enseñado e inspiró a nuestro padre fundador con sus palabras “Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”, al día de hoy cuando escribo estas líneas, pesa sobre mí el valor de la responsabilidad de decirte que necesitamos de tus fortalezas y de tu fe para que el país no sea abandonado en manos de los grupos cavernarios que tienen por norte la pared.
 
Te invito a que miremos la luz en la caverna que al final será la guía hacia el conocimiento y el progreso de todos y todas, ahora y no mañana, para eso necesitas continuar tus estudios y terminar tus metas y pendientes, a sabiendas de que los dolores y los tropiezos son el camino, que nada llega fácil pero que está en cada uno y en sus adentros verlo como parte del camino y no como un límite; no se avanza sin dolor, tenedle miedo al miedo.
 
Dejo en la juventud dominicana los destinos de mis futuras generaciones porque sé que es como dejarla en mis propias manos.

Compartir esta publicación:

WhatsApp
Facebook
X
LinkedIn
Pinterest

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *