Cientos de colombianos cruzaban un río fronterizo cargados con neveras, enseres y colchones, arrastrando niños y animales, chapoteando en las aguas bajo el sol abrasador, víctimas de una creciente disputa con el Gobierno de Venezuela.
Dicen que se vieron obligados a abandonar sus precarios hogares de lata o madera cerca de la frontera, por miedo a lo que pueda suceder si se quedan en Venezuela, luego que el presidente Nicolás Maduro ordenó el cierre de un amplia zona limítrofe y se inició una deportación de colombianos.
«Me siento impotente. Me dan ganas de llorar. Lo perdí todo de la noche a la mañana», dijo el martes Darwin Arenas, un colombiano de 26 años de edad, mientras junto con su esposa venezolana arrastraban sus posesiones a través del río Táchira en una carretilla.
La mayoría de los refugiados ha vivido durante años en Ernesto Guevara, un poblado fronterizo extremadamente pobre del lado venezolano, o en otros asentamientos cercanos. Dicen que las autoridades del país petrolero marcaron muchas de las humildes casas con una «D» de «Demolición» durante el fin de semana, lo que los obligó a abandonarlas.
El Gobierno socialista de Venezuela asegura que está tomando medidas enérgicas contra bandas de paramilitares y contrabandistas que operan en la frontera.
Pero las familias que huían dijeron que no tenían nada que ver con el crimen. Todavía el miércoles cientos de colombianos cruzaban el fangoso río.
Algunos, como Arenas, un trabajador de supermercado con dos niños, fueron deportados formalmente por Venezuela. Otros dijeron que los oficiales de la Guardia Nacional Bolivariana les ordenaron abandonar el país, y el resto decidió salir antes de que la crisis fronteriza empeore.
Maduro responsabiliza a los colombianos de muchos de los problemas internos de Venezuela, como la rampante escasez o la recesión económica, lo que ya en el pasado ha ocasionado disputas entre los vecinos, incluso el congelamiento de sus relaciones durante el mandato del fallecido Hugo Chávez.
