Pablo Pineda, el primer titulado universitario con síndrome de Down

En 1974 venía al mundo Pablo Pineda Ferrer. No iba a ser una persona más, sino que se alzaría como el primer titulado universitario con síndrome Down.
 
La visión de Pablo Pineda va en la línea de pensamiento de una de las corrientes psicológicas más humanas que existen. Podemos acercarnos a su experiencia a través de la película Yo, también, en la cual hace una magnífica interpretación de sí mismo.
 
De todas maneras, podemos comprender aún más sus principios si recordamos la archiconocida película “Una mente maravillosa”. En este largometraje vemos como Steve Nash, acosado por la esquizofrenia, tiene que aprender a integrar las limitaciones que esta le ocasiona con objeto de que distorsionen su vida lo menos posible.
 
Para ello, emprende un proceso de aprendizaje aún más fascinante que el que realiza con las matemáticas.
 
Una adaptación que hacemos todos, aunque solo sea para conseguir que nuestra forma de ser y nuestras inclinaciones encajen con nuestro entorno y lo que esperamos del futuro. ¿O acaso no todos intentamos superar nuestras limitaciones?
 
La cuestión es que todos hemos escuchado alguna vez el comentario de “¡Qué pena!” o “¡Qué lástima!” en referencia a una persona con síndrome de Down. Sin embargo, nunca he llegado a entender ni nadie me ha conseguido explicar cuál es la lástima.
 
A nuestra manera y a nuestra forma pedimos a los demás que respeten el modo que nosotros hemos elegido para intentar ser felices, ya que nos sostiene el convencimiento de que nadie tiene más información y recursos para tomar una decisión que nosotros mismos cuando esta nos afecta.
 
Las personas que tienen alteraciones cromosómicas también tienen esta capacidad, esta creencia y este derecho.
 
Pablo Pineda y sus reivindicaciones
Ha sido de esta manera como Pablo Pineda se convirtió en el primer licenciado con síndrome de Down. Una gesta que hace solamente unos años se hubiera tildado de imposible y hoy ya forma parte de la realidad.
 
Hasta ahora, el dedo acusador que señalaba a las personas con alteraciones cromosómicas utilizaba como principal argumento el hecho de que contaban con una inteligencia inferior, una especie de sub-inteligencia.
 
Hablaban de una lacra intelectual que hacía imposible que estas personas progresaran en el mundo académico o que pudieran acceder a puestos de responsabilidad.
 
Sin embargo, una vez más y pese a las trabas, la realidad se empeña en guardar el orden natural de las cosas que, como hemos visto, no siempre coincide con el que podemos llegar a pensar.
 
Podemos encontrar en sus propias palabras qué es lo que se encontró cuando entró en el mundo universitario:
 
“Una de las llaves principales para que tengamos un futuro es la Universidad, pero sigue siendo muy reticente a estos temas. Hasta hace 20 años, ningún síndrome de Down había estado en una Universidad. Hasta ese 22 de octubre de 1995 en el que entré yo. Dicen que fue un hito.
 
Y claro que lo fue, por fin había un síndrome de Down en una institución tan elitista y de potentados. Tenemos que demostrarle a estas instituciones que somos capaces de estudiar una carrera como una persona más“.

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