En la mañana del pasado sábado murió Carolina Bautista, una joven mujer que más que ser la hermana de mi cuñado Yadir, fue una mujer excepcional, por ser hija, madre, hermana, esposa, cuñada y amiga ejemplar de todos los que de alguna manera en algún momento de su vida les rodeamos.
Carolina murió a los 36 años de edad y en la flor de una juventud que poco pudo disfrutar en este mundo de banalidades, pero sí disfrutó de muchos años de reconocer a Jesucristo como su Salvador y guía, y a la hermosa familia de 3 hijos que junto a su compañero procreó.
Su ejemplo de valentía en el lecho de muerte me recordó a nuestra progenitora; la noche anterior, apenas 14 horas antes de morir y en estado agónico, nos mandó a sentar y entonó e intento dirigir el himno que algunos familiares y amigos cantaban para ella.
Verle mirar a los ojos de quien fuera su esposo por más de 15 años y expresar con esa mirada su gran amor por él; verle a él acariciar sus manos y llorar al verle agonizar con cierto disimulo, tocó poderosamente mis más profundos sentimientos, y me hicieron llorar.
Carolina amaba tan profundamente a su familia materna y a la familia que procreó, que en su lecho de muerte les sonreía.
Carolina, su esposo, hijos y demás familiares son un gran ejemplo de que el amor y la comprensión deben vencer la violencia de género y reconocer que la familia es el eje central del maravilloso plan de salvación que nuestro Padre Celestial tiene para nosotros, el cual nos permite poder llegar a ser familias eternas, basadas en el arrepentimiento y la perseverancia, basada en la Fe en Jesucristo.
¡Descansa en paz Carolina; que tu desaparición física sea un simple periodo de espera para unirte por las eternidades a tu amada familia!
