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Aun recuerdo al doctor Peña Gómez

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A 17 años de su sentida partida, con mezcla de tristeza y dolor, aun recuerdo al Dr. José Francisco Peña Gómez, porque aun nos
 
parece que fue ayer que, trabajando en su comando de campaña para llevarlo como síndico del Distrito Nacional, (98-2002) y estando en la provincia Bahoruco, acompañando a los candidatos y candidatas del Partido Revolucionario Dominicano, el  pueblo dominicano y las redes de noticias internacionales conocían la infausta noticia del fallecimiento del Dr. José Francisco Peña Gómez.
 
El líder de muchos dominicanos vino a la luz un 6 de marzo de 1937, que, como los poetas nació, creció y voló hasta el cielo a ocupar el lugar que Dios le había reservado. Hoy, mezclando dolor y tristeza muchos recordamos su amor y desprendimiento.
 
El vuelo de Peña nos dejó un sabor amargo en nuestras gargantas y un dolor que aun nos embarga, porque perdimos al maestro y guía  y dejamos de oler el perfume de la rosa blanca que por años sin términos adornó el jardín del Partido Revolucionario Dominicano.
 
A Peña, en el recordatorio de su 17 años de partida, le damos gracias por enseñar hacer política sin odio ni rencores. Gracias, porque a pesar del escarnio al que fue sometido, supo mantener encendida, hasta la hora de su partida, la antorcha de la dignidad, el amor y del perdón.
 
Para muchos Peña seguirá siendo el líder eterno, el mentor de las masas irredentas y el guía más grande que ha producido la historia de la República Dominicana.
 
Peña será por siempre nuestro estandarte, el del corazón puro, el que nunca sintió animadversión, quien con su ejemplo enseñó a soportar con tesón y estoicismo el látigo inmisericorde de sus adversarios.
 
Hoy recordamos aquellos discursos que nos hacían vibrar de emociones y esa oración suya, que días antes de su partida dejó impresa con todo el amor que le caracterizó: “Mis enemigos pueden contar conmigo, porque yo los perdono”…
 
En este nuevo aniversario de su muerte física seguimos aferrados al amigo sincero y leal; al generoso y solidario; al artista y poeta y al símbolo del futuro de un gobierno que algún día servirá a los dominicanos. A pesar de lo accidentada que fue su vida, Peña nos dejó como legado su testimonio, su valor y decisión, como muestras fehacientes de que vale la pena vivir.
 
Sabemos del drama que padeció y de los rigores del dolor que sufrió, cuando su familia muy pobre, se vio obligada a huir en 1937 de la persecución de las bestias trujillistas que habían propiciado una hecatombe humana en el país.
 
Los auténticos  revolucionarios jamás olvidaremos sus enseñanzas, a pesar de que traidores, sin juicio y sin corazón están conspirando contra la salud de su partido.

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