Valor, la alquimia de la hoteleria moderna

El valor en el contexto hotelero va unido especialmente a la emoción.
Es fácil ponerse nervioso cuando las reservas no entran en tu hotel o cuando tu RevPar pierde puntos porcentuales cada mes.
 
Es lógico, pero esto depende fundamentalmente de la  estrategia, del nivel de comercialización del  establecimiento adaptado a los objetivos comerciales y, en particular, de la gestión diaria de un buen Revenue Management.
 
“Por ello, antes de concebir el plan, diseñar la estrategia y ejecutarla  se debe tener clara la  identidad, quiénes somos, cómo deseamos que nos vean, a qué público nos dirigimos, etc. y nunca caer en el error de proyectarnos y realizar todos nuestros esfuerzos en el corto plazo, en una reducida y limitada gestión de pricing, porque el valor solo entiende de proyecciones más alargadas, más consistentes y eso solo puede gestionarse desde nuestro propio conocimiento, auto-crítica e implementando soluciones tangibles y medibles en el tiempo”.
 
La hospitalidad, el servicio, la amabilidad, la eficacia, la sonrisa, etc no son palabras acuñadas a un número, a un dato histórico en términos de conversión o a un afinado balance de resultados.
 
Estas palabras y muchas más definen la esencia de la actividad turística y, por tanto, más ligadas a ese vasto mundo de lo sensorial que conforma no solo la experiencia sino nuestra propia esencia humana.
 
Dejar a un lado el valor es como renunciar a uno mismo dejándote llevar por presunciones ajenas.
 
Observar por la mirilla a tus competidores y bajo la estrechez del precio obtener unas reservas puntuales no te ayudaran a asentar ese sentimiento de marca en el mercado.
 
El posicionamiento de un producto hotelero requiere espacio y tiempo pero, especialmente, una visión integradora capaz de aunar todas las variables (producto, precio, distribución, reputación, etc) para consolidar tu marca.
 
Y esto la marca, lo que inspira, lo que se traduce en un lenguaje subliminal es la mayor fortaleza en cualquier estrategia de marketing, claramente vinculada al valor y difícilmente, por no decir imposible, traducible en euros.
 
Cuidar de esa esencia y hacerla crecer con mimo y entusiasmo unida a todo tipo de analíticas, reportes e informes nos procurará un dinamismo diferencial no solo a nivel externo sino interno, formando parte de una cultura y unos valores, una forma de ser que nos haga únicos y diferentes.
 
Valor es también todo aquello que representa un handicap, algo netamente impulsor, una fuerza extraordinaria capaz de relanzarnos ante nuevos retos porque el mercado cambia y se transforma, no se mantiene estático ni está exento de modulaciones.
 
Hay que estar a la expectativa y transformar el deseo de nuestros clientes en experiencias reales.
 
Lo demás se convierte en rutina, cansancio, hastío, etc cuando nada sorprende.
Y esas palabras, estas últimas palabras y muchas similares no son atribuibles al valor y mucho menos al reto y al esfuerzo que hoy día exige la actividad turística para convertir los sueños en realidad.

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