Resulta satisfactorio conocer que República Dominicana y Haití acordaran retomar el diálogo y reabrir los consulados cerrados temporalmente por cuestiones de seguridad.
El escenario del encuentro fue Antigua, Guatemala, en el marco de la XX Reunión Ordinaria del Consejo de Ministros de la Asociación de Estados del Caribe (AEC), donde los cancilleres Andrés Navarro, de República Dominicana, y Pierre Duly Brutus, de Haití, acordaron, además de retomar el diálogo, continuar las labores de la Comisión Mixta Bilateral que trabaja la agenda de desarrollo mutuo. También que los cinco consulados dominicanos en el vecino país, recibirán garantías de seguridad para el personal por parte del gobierno del presidente Michel Martelly.
De manera que “los ánimos han bajado” y lo lógico y civilizado, sobre todo lo correcto entre vecinos tan cercanos es actuar sobre la base del respeto donde prime, como se dijo, la voluntad de seguir profundizando el diálogo abierto, franco y respetuoso entre las autoridades de las dos naciones, “convencidos de que es la vía más idónea y sana para que ambos pueblos alcancen desarrollo en un clima de paz”.
La paz es ese sueño dorado que a duras penas la humanidad ha alcanzado en la mayor parte de sus territorios y en el caso de República Dominicana y Haití los objetivos comunes de desarrollo deben continuar “como mecanismo idóneo para la consecución de metas de interés común, incluyendo el migratorio y el comercial”.
Las experiencias marcan una frontera intangible, ante cuyos escollos hay que asumir acciones civilizadas. Las demás naciones, las llamadas desarrolladas, deben enfocar sus energías en apoyo al pueblo haitiano y en el sentido de ayudarles a solucionar los problemas económicos, sociales y de otras categorías que enfrentan. Todo el esfuerzo debe dirigirse a apoyar, no a despertar inquietudes bélicas que al final a nadie beneficia.
