Pederastas enjuiciados

Hace ya un tiempo, la iglesia católica de Polonia pidió perdón a los menores abusados sexualmente por Józef Wesolowski en la República Dominicana, y a sus familiares, y hasta el mismo secretario del Episcopado polaco, monseñor Wojciech Polak, aseguró “que pedir perdón es lo mínimo que se le debe a las víctimas”.
 
Ahora, las autoridades polacas notificaron al Ministerio Público dominicano el inicio el próximo mes del juicio penal en contra de otro de los exsacerdotes  acusados por la misma causa, Wojciech Gil, conocido en el país como Alberto Gil, cuya audiencia fue fijada por la Corte Regional en Wolomin para los días 20 y 25   de marzo, y continuará el 10 y 24 de abril.
 
Satisface en alguna medida esta notificación dada a conocer por medio del Departamento de Cooperación Internacional de la fiscalía polaca, y el procurador general de la República, Francisco Domínguez Brito, y la procuradora fiscal titular de Santiago, Luisa Liranzo, aseguran que han trabajado junto a sus homólogos de Polonia, a fin de que se haga justicia y el exsacerdote Gil enfrente la acusación por la comisión de diez delitos, incluidos varios por presuntamente atentar contra la libertad sexual de menores de edad dominicanos, residentes en la comunidad de Juncalito, provincia Santiago, donde ejerció misión sacerdotal.
 
Al parecer, finalmente la geografía e instituciones y organismos internacionales se unen en ese ineludible camino que significa hacer cumplir la justicia desde cualquier punto del orbe. Todavía está pendiente conocer en toda su magnitud el castigo que recibirá el exnuncio Wesolowski, inculpado en un proceso canónico instruido por la Congregación para la Doctrina de la Fe y por el que fue reducido al estado laical en primera instancia.
 
Lo del  juicio y hasta la esperanza de que sea trasladado a República Dominicana para que responda por sus abusos de pederastia siguen pendientes. Pero, más allá de quienes han sufrido por los actos de pedofilia y lamentan que las sanciones sean «tardías y secretas»; por encima de ese dolor traumático que demorará o quizás nunca desaparecerá, habrá que observar la enorme carga que el papa Francisco tiene sobre sus hombros, porque  se conoce que desde 2001, unos 25 sacerdotes han sido condenados por violaciones sexuales a menores, y los hechos que tuvieron lugar en la nación dominicana  propiciaron que se volviera a hablar de pedofilia y pederastia dentro de la iglesia católica.
 
La Santa Sede sigue en la mirilla. Wojciech Polak objetó que  son los condenados los responsables y no toda la iglesia católica; pero, precisamente, para poder “limpiar” esos execrables actos, hay que considerar por su justo nombre, y no como «pecados sexuales», los «delitos», que la Red de Supervivientes de Víctimas de Abusos Cometidos por Sacerdotes aspiran a ver castigados con el máximo de las penas, para consuelo de quienes han sufrido y también para acabar con esta “escala del fenómeno de la pedofilia en la Iglesia”.

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