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La doble moral de la reelección

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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El debate que hace años se ha venido librando en la sociedad dominicana en torno a la reelección presidencial, ha dejado claramente establecido que quienes la cuestionan coyunturalmente, en el fondo son reeleccionistas.
 
Esos que se vanaglorian de satanizar la reelección tan solo han querido sustentar su trasnochada tesis contra la reelección presidencial, olvidándose de que la reelección significa continuidad en el desempeño de cualquier posición en que un funcionario es electo por un periodo de tiempo determinado.
 
Para ser sinceros, en la República Dominicana, solo se le ha querido poner freno a la reelección presidencial, no así a los funcionarios que son electos cada cuatro años en los Ayuntamientos y  en el Congreso Nacional, desconociendo de esa forma el derecho que tienen los ciudadanos  de ascender política y socialmente hacia los estamentos de poder del Estado dominicano.
 
Quizás este será el momento de ponerle el cascabel al gato y de sincerizarnos frente al complejo y polémico tema de la reelección en nuestro país , ya que la misma en ningún nivel es beneficiosa para potenciar un relevo y un liderazgo que permita consolidar la institucionalidad del Estado.
 
¿Si la reelección presidencial es mala, por qué las reelecciones al Congreso, a los Ayuntamientos y a los demás cargos electos por periodos determinados de tiempo son buenas? Para llegar a una conclusión razonable, deberíamos entender que en nuestro país lo que debemos hacer es ponerle un alto a todas las modalidades de reelección, estableciendo un tiempo prudente para cada una de ellas.
 
Las reelecciones indefinidas, como ocurre en nuestros ayuntamientos, el Congreso Nacional y otros estamentos de la sociedad dominicana, no son buenas porque castran el crecimiento de las instituciones democráticas,  fomentan el caudillismo provincial y regional y genera divisiones en el seno de la sociedad, porque los liderazgos emergentes se ven obligados a abrirse paso fuera de las instituciones en que surgen para poder romper esa tradición.
 
Eso sucede en la mayoría de nuestras provincias, donde los llamados caciques o caudillos políticos, no solo se convierten en una real retranca para los nuevos liderazgos que surgen en los partidos políticos, sino que cuando llegan a un nivel tal de desgaste que les impide continuar al frente de la posición que han detentado por varios periodos consecutivos, preparan a sus hijos o sus parciales más leales para impedir que su sucesor natural alcance el poder que le corresponde ocupar por los méritos ganados en la sociedad.
 
Como hemos podido observar, esa situación se produce en cada segmento de nuestra sociedad, por eso hemos visto que los presidentes y secretarios de nuestros partidos políticos se reeligen por varios periodos consecutivos y los miembros de los organismos de dirección de esas organizaciones políticas son los mismos desde sus fundaciones, evidenciando claramente que frente al tema de la reelección hemos mantenido una postura de doble moral que defendemos siempre y cuando nos convenga.
 
Pero para ser más específico y contundente en esta aseveración que he venido haciendo con relación al tema de la reelección, que en los próximos días adquirirá mayor importancia en la sociedad dominicana, por los debates que se establecerán en torno a la misma, es digno recordar que todos los que han ostentado la presidencia de la República han manifestado en diversas ocasiones su rechazo a seguir en el cargo y finalmente han terminado reeligiéndose e inclusive modificando la constitución para imponer sus apetencias continuistas.
 
Recordamos que en una ocasión el fenecido Joaquín Balaguer negó 19 veces buscar la reelección presidencial y que en sus apetencias continuistas dividió  en dos ocasiones al Partido Reformista Social Cristiano, cuando Augusto Lora y Fernando Álvarez Bogaert, abandonaron a ese partido, porque sus liderazgos fueron aplastados por el caudillo reformista. Antonio Guzmán Fernández, amago con la reelección y ante su frustración decidió apoyar a Jacobo Majluta, quien en su lucha contra Salvador Jorge Blanco y Peña Gómez, termino fuera del Partido Revolucionario Dominicano, provocándole una de sus más grandes divisiones hasta el extremo de que en el 1990, estuvo a punto de respaldar al PLD, por la situación de descalabro en que quedó.
 
Sin embargo, la experiencia más reciente sobre las consecuencias que ha dejado la reelección a la partidocracia dominicana la vivimos durante el gobierno del PRD, encabezado por Hipólito Mejía, quien a pesar de haber negado en diversas ocasiones que no se repostularía en el cargo termino modificando la Constitución para optar por un nuevo periodo presidencial que fue abortado con la división de esa organización política, contrario a lo ocurrido en los gobiernos del PLD, encabezados por Leonel Fernández, quien logró la reelección en el 2008 y realizó amagos en el 2012, sin que esa organización política lograra fraccionarse, superando sus diferencias con un acuerdo impuesto por el Comité Político.
 
En fin, la reelección es un tema que en la República Dominicana se debe rediscutir con mucha prudencia y justeza para garantizar que, por un lado no se pueda afectar o castigar a quien haya hecho una buena gestión limitándolo a un solo periodo, ni tampoco se puedan castrar los surgimientos de nuevos liderazgos que puedan aportar nuevas experiencias y dinamismos a la consolidación democrática del país, con el establecimientos de varios periodos consecutivos en una misma posición electiva.
agendasemanal@hotmail.com

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