«Globalización de la indiferencia»

En la Ciudad del Vaticano el papa Francisco empleó uno de los términos  más aplicables a los tiempos que vivimos, considerado por el Sumo Pontífice entre los desafíos más urgentes que debe afrontar la humanidad: «globalización de la indiferencia», denominó “la actitud egoísta e indiferente ante el sufrimiento de los demás que ha alcanzado una dimensión mundial”.
 
Y aunque el Sumo Pontífice señala este “malestar” que “tenemos que afrontar como cristianos», más allá de lo que represente en el contexto de la religiosidad y la fe, la humanidad íntegra enfrenta el endurecimiento de los sentimientos solidarios y ese decrecimiento del humanismo que debe prevalecer para la existencia humana, pese a las guerras y diferencias geopolíticas.
 
Lo que resulta una realidad irrevocable es que esa indiferencia de unos ante las adversidades de los otros, no les exime de que la vida les pase la cuenta y las enfermedades y otros males se vuelven comunes. Las consecuencias de un mundo hostilizado y una naturaleza maltratada destruyen a todos por igual, tal y como ocurre con la pobreza y las dolencias que genera.
 
República Dominicana, por ejemplo, se halla entre los países con más altos índices de pobres de la región, con un 40,7%, y ocupa el tercer lugar con mayor indigencia, con un 20,2%. Si las riquezas concentradas en manos de unos pocos, se extendieran para crear escuelas, empleos, sitios para menores excluidos y envejecientes que no tienen donde ir,  los corazones se fortalecerían como pidió el papa Francisco y «la tentación de la indiferencia» tocaría menos almas. Tendríamos, entonces, un sitio más decoroso en estas estadísticas del territorio que ocupamos. Todo sería muy diferente.

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