Sobre la percepción de nuestro propio cuerpo ya hemos escrito alguna vez en Neurolab, en espacial sobre las sutiles formas de engañar a nuestro cerebro y hacerle creer que una mano de plástico es nuestra mano real.
La interacción mente-cuerpo es tan potente que el cerebro es capaz de generar imágenes ficticias (como la de tu propia mano en la oscuridad) y no notar la diferencia con la percepción real.
Para explorar en este terreno, un grupo de artistas acaba de diseñar un dispositivo que permite engañar de nuevo al cerebro y hacerle creer que tu mano se ha convertido en un extraño instrumento que se estira y encoge o que tiene más dedos de los que tú crees. La instalación, presentada por Golan Levin, Chris Sugrue y Kyle McDonald en el festival Cinekid de Berlín (Alemania), consiste en una especie de caja en la que el usuario introduce la mano y una pantalla que le muestra una imagen de sí mismo en tiempo real. Para entenderlo, lo mejor es ver el
El dispositivo se titula «La serie de la mano aumentada» y produce un efecto inquietante, puesto que a los pocos segundos tenemos la impresión real de que esa mano es la nuestra y le están pasando cosas de lo más pintorescas. «Consiste en una caja en la que el visitante introduce su mano y una pantalla que muestra su mano ‘rediseñada’ – con un dedo extra, por ejemplo, o con dedos que se mueven de forma autónoma», explican sus autores.
«Las transformaciones actúan dentro del espacio lógico de la propia mano», añaden, «o lo que es lo mismo: la obra crea una percepción visual de la mano que altera la estructura profunda de cómo aparece la mano».
La intención de los artistas es que las personas atisben por un instante cómo interaccionan nuestra mente y nuestro cuerpo y cómo hemos aprendido cuáles son nuestras formas y características pero podríamos adaptarnos a cualquier otra circunstancia. Como explica Alexis Madrigal en Fusion, el experimento recuerda a la manera en que los bebés miran sus manosdurante los primeros meses de vida.
Durante largos minutos mueven los dedos y practican hasta que interiorizan cómo funciona el mecanismo y su cerebro lo aprende de por vida.
Lo mismo sucede con la percepción del espacio, el sentido de la gravedad y otras muchas realidades corporales que damos por hechas sin reflexionar mucho sobre ellas. Y este tipo de pruebas ayudan a pensar en ello.
