Rod Taylor, el afable actor australiano cuyo porte fornido lo convirtió en un galán de una amplia variedad de películas, de comedias románticas a westerns, falleció. Tenía 84 años.
Taylor murió en Los Angeles el miércoles, dijo su hija Felicia Taylor, al diario Los Angeles Times. The Associated Press no pudo localizarla de inmediato.
Taylor saltó a la fama en 1960 con «La máquina del tiempo», la maravilla de efectos especiales de George Pal en la que dio vida a un inventor británico que se transporta a un futuro en el que atestigua guerras mundiales, aniquilación nuclear y, finalmente, el surgimiento de una nueva sociedad.
A partir de ese punto su carrera floreció con películas del oeste como «Los ladrones de trenes» con John Wayne; películas de suspenso como «Los pájaros» de Alfred Hitchcock; dramas como «El soñador rebelde» de John Ford, y comedias románticas como «Un domingo en Nueva York» con Jane Fonda o «Por favor no moleste» y «Una espía por error» con Doris Day.
Una rareza fue «Zabriskie Point» de 1970, la aventura del italiano Michelangelo Antonioni con el cine estadounidense. Era un ataque obscuro a la deshonestidad que fue filmado principalmente en el Valle de la Muerte y resultó ser un fracaso.
Cuando su carrera en el cine comenzó a perder fuerza, Taylor cambió a la televisión donde series como «Hong Kong», «Bobcats», «The Oregon Trail», «Masquerade» y «Outlaws» le ganaron un nuevo público, aunque la mayoría de sus programas no duraron más de una temporada. También actuó en «Falcon Crest» hacia el final de sus transmisiones a finales de la década de los 80 y dio su voz para Pongo en la película «Los 101 dálmatas» de Disney.
Hacia el final de su carrera comenzó a producir y coproducir sus propias películas y series de televisión invirtiendo cuidadosamente sus ganancias en valores de bajo riesgo que le aseguraron un retiro confortable.
Pero no todo quedó ahí, Quentin Tarantino convenció a Taylor de dejar la jubilación por un momento para interpretar a Winston Churchill en «Bastardos sin gloria».
Taylor fue pionero de la invasión de australianos y neozelandeses en Hollywood que incluiría a los actores Mel Gibson, Judy Davis y Nicole Kidman (nacida en Hawái de padres australianos), Geoffrey Rush y Russell Crowe así como los directores Bruce Berenson, Peter Weir, Bruce Beresford, Baz Luhrman, Rob Marshall y Peter Jackson.
Taylor se esforzó para perder su acento australiano, substituyéndolo por uno del noreste de Estados Unidos que le permitía interpretar papeles estadounidenses o británicos. En sus primeros papeles usaba el nombre artístico de Rodney Taylor.
Había hecho dos películas en Australia. La segunda «Long John Silver,» llamó la atención de la enorme agencia de talentos estadounidense MCA, que le pidió que fuera a Hollywood en 1955.
«Ellos creían que iban a ver al Marlon Brando australiano», dijo en 1970. «Pero ahí había un chico correoso con un saco de lana apretado».
La agencia rechazó a Taylor pero él contrató a un agente independiente que le encontró papeles secundarios en películas importantes.
Interpretó al prometido de Debbie Reynolds en «Banquete de boda», el pretendiente fracasado de Elizabeth Taylor en «Giante», y el futuro amante de Eva Marie Saint en «El árbol de la vida», además tuvo papeles breves en «Mesas separadas» y «Todas las mujeres quieren casarse».
Mientras su fama aumentaba lo hacía su reputación como demonio de Hollywood, un hombre bebedor, rompecorazones y peleonero al que le gustaba dar entrevistas reveladoras cargadas con groserías.
Nació en Sydney, Australia, y primero intentó una carrera como artista antes de la actuación en pequeñas producciones teatrales que lo llevaron al cine.
«Comencé como un beatnik», explicó en 1977. «Era pintor y escultor … fui ilustrador de comerciales en Australia por un tiempo. Yo me tomo en serio mi trabajo».
