Una frase puede significar un retrato del carácter. “En política si quieren que algo se diga pídanselo a un hombre, si quieren que algo se haga pídanselo a una mujer”. Había dicho Margaret Thatcher, mujer inigualable que representó el vigor del injustamente llamado “género débil”. “La dama de hierro” fue un símbolo de templanza. Pocos estuvieron al tanto que su personalidad de “acero” era parte del libreto. No obstante, nadie en el mundo pudo doblegar la fortaleza de sus decisiones que fueron irresistibles como la espada.
Lo extraño y a la vez imprevisible de la biografía de Margaret Hilda Roberts (Inglaterra 1925-2013) fue que no parecía destinada a llegar a lo alto de la cima, millones se enfocan en la cúspide de la montaña como meta y el azar le niega la oportunidad, Margaret escaló hasta el último peldaño del poder y ese objetivo nunca estuvo en su agenda. La suerte le otorgó más de lo que deseó. Así son de indescifrables los códigos de la existencia humana.
Aunque Margaret al lograr el éxito dijo que desde joven una estrella guiaba sus pasos por los senderos de la victoria y lo expresó con acento discriminatorio: “Si una mujer sin ideales como Eva Perón pudo llegar tan lejos, imagínate donde puedo llegar yo con todos los ideales que tengo”. Y le dio la razón a su profesor cuando siendo una adolescente su maestro profetizó, “no sé dónde irá esta jovencita, pero estoy seguro que su viaje por los caminos de la vida será bien lejos”.
UNA INFANCIA DE MUÑECAS Y BICICLETAS
Una pequeña ciudad al norte de Inglaterra pudiera llamarse, la “Villa del Silencio”, es un lugar para el retiro, de esos espacios donde los árboles mueven sin ruido sus ramas y la tranquilidad se respira en un aire 100 por ciento puro. “Aquí ni las aves al cantar interrumpen la quietud. Yo diría que conocí la paz verdadera cuando decidí vivir en este santuario hecho para almas sensibles”. Expresa un residente de Grantham, en Lincolnshire, Gran Bretaña.
En este lugar el 13 de octubre de 1925 nació Margaret Hilda Roberts. Sus progenitores fueron Alfred Roberts y Beatrice Ethel Stephenson. “Su papá era propietario de dos tiendas de comestibles. Margaret y su hermana mayor Muriel se criaron en el apartamento que se encontraba sobre el mayor de los dos comercios situado cerca de la vía del tren”. Ambas niñas recibieron una educación ajustada a los modestos recursos que poseían sus padres.
Los primeros diez años de vida son un molde, una especie de horma donde lo emocional queda ajustado igual al calzado. Esa década inicial sirve de avance de lo que será la existencia en todos los años posteriores. Si en ese lapso el árbol creció torcido ninguna fuerza ulterior será capaz de enderezarlo o por el contrario, cuando la zapata de formación familiar es sólida no habrá tentaciones ni pecados capitales que conduzcan al infierno. El buen ejemplo de los progenitores es linterna esclarecedora en momentos sombríos. También la ternura y los recuerdos tristes o alegres marcarán los capítulos introductores de la supervivencia.
En la infancia de Margaret, los juegos con muñecas y el montar bicicleta se convirtieron en “alegorías del futuro”. De cómo se peine o vista la muñeca se proyectará la imagen de una personalidad encubierta en ese trato con los juguetes. Margaret se imagina al peinar a “Fefa”, su adorada mascota de trapos, siempre con colores azules, -quien sabe si de ahí nace la preferencia de Margaret Hilda por ese color- que la muñequita sería legisladora y que podría llegar a ser primera ministra o líder del partido de las princesas de ojos azules que reinaban en esa isla fantástica de mariposas, delfines y ballenas como esas de la novela “Moby Dick” del escritor Herman Melville.
Las ropas como se vista la muñeca es un sueño de la realidad. La bicicleta con las dos rueditas adicionales implica miedo a una caída anticipada, cuando se decide retirarlas es porque se está seguro del equilibrio, de que ya no existen riesgos de un desplome. La vida es un eterno montar bicicleta. Esfuerzo para mantenerse dando pedales y prudencia al conducir, o equilibrio permanente. Y cuando es necesario es mejor usar las rueditas agregadas para poder nivelar y no irnos al suelo. Esas dos actividades fueron una escuela para la incipiente líder que como un embrión crecía en la pequeña Margaret.
“Luego de hacerse bachiller solicitó una beca para estudiar Química en la institución educativa de Somerville, Oxford, pero fue rechazada inicialmente, y se le ofreció un lugar sólo después de que otro candidato se retirara. Llegó a Oxford en el año de 1943 y se graduó cuatro años después, en 1947, con honores con el título de Bachelor of Science. En el último año se especializó en rayos X. Por otra parte, se convirtió en presidenta de la Asociación de Conservadores de la Universidad”.
Margaret escondía sin saberlo una mina. La capacidad dirigencial estaba oculta como el diamante en la roca bruta. Pero en ocasiones la oportunidad espera años para mostrarse, igual que un lucero que ocasionalmente exhibe su lumbre en las madrugadas. ¿Qué es una oportunidad y cuándo llega? Posiblemente sea un billete premiado que está en el portamonedas sin que uno lo sepa. A lo mejor es la superior sonrisa del azar que no se aprecia por la oscuridad. Quién sabe si viene en la carpeta del destino y lo ignoramos. ¿No será el esfuerzo diario que aparece en un solo instante?
-¿Oportunidad?, pudo haber cuestionado Margaret, y El Tiempo como juez responderle, -No pudiera usted negar que su vida cambió con su matrimonio, que hay un antes y un después de su unión con Denis Thatcher en diciembre de 1951, ese hombre influyente que se convirtió en su esposo y que descubrió el diamante silencioso que usted contenía. Denis te brindó protección económica, financió tus estudios de abogada. Tu marido te dio estabilidad, sosiego y dos hijos mellizos: Carol y Mark. ¿No es posible negar que él fuera su oportunidad!?
Desde luego, esto no significa que con justicia a la señora Thatcher se le estuviere negando su talento y la solidez de su carácter, dos cualidades innatas en ella y que son parte de su éxito. Pero decir que la oportunidad no existe sería iniquidad de su parte. -¡Bueno me ayudó! –Expresa Margaret con gesto afirmativo-, “no lo niego, empujó mi nave en la ruta hacia lo máximo”. Sin embargo, El Tiempo en su función de juez concluye, -En esencia es lo mismo ayuda que oportunidad. –Distingue este imaginario interlocutor a quien llamamos El Tiempo.
CARRERA POLÍTICA O POLÍTICA A LA CARRERA
Sin mirar atrás es difícil comprender el presente. Se sabe que el actual país de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, tiene una historia apasionante. Inglaterra trascendió en siglos anteriores como el poderoso Imperio británico, cuya armada fue temida en los océanos y mares del mundo.
Esa potencia colonial concluyó sus dominios en el año 1949. Durante las primeras décadas del siglo XX la población del referido imperio era de casi 500 millones de personas –la quinta parte de los habitantes del planeta- y unos 31 millones de kilómetros cuadrados, lo que lo convirtió en el imperio y Estado de mayor extensión de la historia. Gran Bretaña es nación cuna del desarrollo industrial que transformó las economías de los pueblos del sistema capitalista. Es un Estado con una amplia cultura democrática, sucediéndose 25 primeros ministros durante el siglo pasado y el actual.
Con apenas 25 años de edad Margaret Thatcher participa en las elecciones generales de su país al ser la candidata del Partido Conservador para un escaño legislativo. Pese a que perdió en este primer intento político que se constituyó en su acta de bautismo de su larga carrera. Sin embargo, los medios de comunicación resaltaron positivamente su candidatura por ser la más joven y la única mujer en el certamen electoral en el área de su condado.
Nueve años después logró parte de su sueño al ser electa miembro del Parlamento, y durante once años ejerce la función de legisladora (1959-1970). Cuando su partido conquista el poder es designada ministra de Educación (1970-1974). Al concluir su gestión e irse su organización del gobierno la Thatcher ya ha conquistado el máximo prestigio en las filas de su entidad y se transforma en la líder del Partido Conservador en la oposición (1975-1979).
Inmediatamente el mundo le recibe con aplausos al ser electa Primera Ministra del Reino Unido de Gran Bretaña, siendo la primera vez que una mujer inglesa logra esa posición entre más de dos decenas de hombres que lo habían sido antes. Quizás sea la de mayor fama entre todos, excluyendo desde luego, al legendario y prestigioso estadista Winston Churchill.
Es difícil resumir en un párrafo su gestión de 11 años (1979-1990). Muchos ven luces otros aprecian sombras. Sus críticos no le perdonan el haber destruido los principales sindicatos de su país, ni su recia actitud anticomunista y el apoyo que le brindó a dictadores como Pinochet. “Parecía que perdió el equilibrio de su bicicleta”. Dijeron personas que la conocieron en su niñez.
No le han perdonado el haber levantado el látigo para torturar a los argentinos en su lucha por conquistar las islas de las Malvinas. En el mundo periodístico se ha subrayado que su actitud extremadamente conservadora la proyecta como una mandataria sin sensibilidad social, para quien lo importante era el equilibrio presupuestal aunque esto implicara echar atrás conquistas de más 100 años alcanzadas.
Sin embargo, quienes escuchan la otra campana quedaron asombrados porque para muchos británicos Margaret Thatcher ha sido la mejor Primera Ministra de su país en toda su historia. “Le devolvió el adverbio “Gran” a Bretaña. Hizo sentir a los ingleses orgullosos al lograr que muchos pudieran tener su casa propia y una estabilidad económica sin ningún tipo de riesgo de bancarrota.
Pero algo parece ser una verdad que nadie se ha atrevido a cuestionar: Margaret Thatcher fue en su momento la principal figura política del mundo. La más carismática y cuyo prestigio y fama hizo que en el ámbito del arte se le imitara. Se produjeron obras de teatro, cine, dramas musicales, series de televisión como pocos personajes del siglo XX lo habían logrado. Se recuerda últimamente la película del 2012 “La dama de hierro” (The Iron Lady), protagonizada por Meryl Streep.
Ciertamente, Margaret Thatcher, una vez en el poder tuvo que cambiar su personaje de mujer para que nadie pudiera ver las debilidades que el machismo le atribuye a su género. Toda su rudeza es parte de un personaje, de un libreto que tuvo que representar para evitar que se vieran signos de flaqueza. Dentro de esa mujer de acero nadie sabe si había un alma sensible, tan sensible que la soledad del poder le hizo enfermar. La demencia senil que le afectó puede que sea parte de la “patología del poder”, pues es imposible después que se ha representado tantos años un personaje salirse de él.
¡Qué pena! A Margaret, la ex Primera Ministra de Gran Bretaña, ahora refugiada en el oscuro silencio de su apartamento, se le vio jugar con “Fefa”, su muñeca de trapos. Igualmente, al intentar de nuevo montar bicicleta no lo pudo lograr ni con las dos rueditas adicionales. El desequilibrio “mental” se lo impedía. En la vejez de Margaret, los juegos con muñecas y el montar bicicleta se convirtieron en “alegorías del pasado”. Tristemente, la octogenaria Thatcher parecía estar presa en los recuerdos de su infancia.
El poder la engrandeció y la ausencia de él la enloqueció. Sus críticos con crueldad dijeron que “se lo mereció”. Es terrible y estremecedor caerse del peldaño más alto de la fama al más bajo escalón del olvido. La soledad la mató. Mientras el mundo lloró su muerte convencido de que Margaret Thatcher será por muchos siglos, el símbolo incuestionable de la fuerza de acero de una mujer en el poder.
