Malasia: viaje a un destino con muchas caras

Imagine que al salir de su casa, ve hablar a sus vecinos. La distancia que los separa le permitiría enterarse de qué hablan, pero usted no entendería nada. Unos pasos más adelante se cruza con una pareja a quien conoce de vista, asienten como señal de reconocimiento mutuo mientras ellos se alejan hablando. Tampoco comprende qué se dicen, pero el sonido de las palabras es distinto al de sus vecinos. Imagine además que todos lucen diferentes y las costumbres, religión o comida de cada uno coinciden en poco o nada. Y no, ni usted ni ellos son extranjeros. De hecho, llevan generaciones viviendo allí.
 
Así es Malasia. Quizá el país de mayor contrastes del sureste asiático.
Para ser honestos, es difícil encontrarle sentido a ese país. La dificultad principal radica en que tres diferentes y dominantes etnias han vivido aquí durante siglos, sin entrar en abierta confrontación pero también sin integrarse y menos mezclarse: la malaya, la china y la india (aderezadas con algo de salsa inglesa).
 
La gastronomía es uno de los principales atractivos de Malasia.
Contrario a lo que se podría pensar, a cada una no corresponde una religión: hay malayos tanto musulmanes como cristianos; hay descendientes de chinos tanto cristianos como budistas; y hay descendientes de indios tanto hindúes como musulmanes (aunque, ojo, el Islamismo es la religión oficial). A esta heterogeneidad, ya de por sí compleja, se le suma que cada credo presenta sus propias variaciones. Así bien, puede uno cruzarse con mujeres musulmanas vestidas a la manera occidental o con otras vestidas por completo en negro y a quienes solo se les ven los ojos y las manos.
 
Además, cada grupo tiene su propio idioma, aunque el malayo es la lengua oficial y de obligatorio aprendizaje, y el inglés es ampliamente utilizado, como legado del dominio británico hasta hace apenas unos 50 años. Por supuesto, esta diversidad étnica y cultural se ve reflejada en todos los aspectos de la vida diaria: en la comida, la forma de vestir, la arquitectura y, claro, la política. Es como si uno pasara de la India a Indonesia y luego a China a cada paso.
 
No obstante, Malasia es un país próspero a pesar de las muchas diferencias existentes: la tensión racial se puede cortar con un cuchillo. El nivel de pobreza alcanza solo el 1,7 por ciento de la población (en Colombia supera el 30 por ciento). Kuala Lumpur y sus ríos fangosos
 
Kuala Lumpur, o KL para sus habitantes, es la capital y una moderna ciudad de 1,9 millones de habitantes –más de 7 millones en su área metropolitana–. Inmensos edificios esculpen el horizonte, un extenso sistema de metro la atraviesa y es un buen destino para quienes gustan ir de compras.
 
La mezquita de Penang, en George Town, es una imponente obra de arquitectura.
La plaza Merdeka, la principal de la ciudad, habla además al visitante del pasado inglés del país. Durante casi 140 años Malasia formó parte del Imperio británico –hasta 1957–, cuando declaró su independencia, justo en esta plaza. El edificio del Sultán Abdul Samad, de eslo morisco, comparte espacio con el Club Real Sengalor, de estilo tudor, la Catedral Anglicana de Santa María y el que una vez fuera el Banco Comercial y hoy es el Museo de Historia Nacional, de estilo colonial. Todos diseños de arquitectos ingleses, incluso el edificio del sultán.
 
Esta noche llena de murmullos y música se inunda con el llamado del muecín, quien invita a los fieles desde el minarete de la mezquita Masjid Jamek a la cuarta oración del día. La luz fluye por los arcos de la mezquita y el rumor de los ríos Gombak y Klang acompaña los versos del Corán. Quiero entrar, pero es viernes y el estricto código de vestimenta lo impide (las mujeres deben usar falda larga y cubrirse la cabeza).
 
Al día siguiente me encamino a ver el más representativo de los edificios de Kuala Lumpur: las famosas torres Petronas.
Y será porque el nombre me evoca a nuestra querida Petrona Martínez, pero mi subconsciente se figura un encuentro telúrico. Nada más alejado de mi expectativa: Petronas es la abreviación de Petróleos Nacionales, la compañía estatal de petróleos de Malasia. La desilusión inicial, sin embargo, no me impide apreciar la increíble obra. Estas torres gemelas fueron los edificios más altos del mundo entre 1998 y 2003 y parecen sacadas de una película futurista.
 
Un pequeño y regordete bebé Buda
George Town, capital de la isla de Penang y Patrimonio cultural de la humanidad, queda en el norte del país, sobre el estrecho de Melaka. Y si acaso este nombre suena familiar es porque desde sus cielos azules, el desaparecido avión MH 370 envió sus últimas señales de existencia.
 
La fama de George Town no es gratuita. En realidad es una bella ciudad, igual de moderna pero mucho más tranquila que KL. El centro histórico exhibe ricas casas chinas, vecinas de abarrocados templos hindúes, austeras mezquitas. Llego aquí justo cuando se celebra el nacimiento de Buda. Lo que para el mundo católico es la Navidad, para el budismo es el Vesak. Y siendo el Kek-Lok-Si el templo budista más importante de la isla, es destino de peregrinación obligado en este día.
 
La pagoda es un complejo de edificios interconectados, construidos desde 1893 hasta ahora. Alberga miles de Budas, de todos los tamaños, colores y materiales. Solo que en esta ocasión un pequeño y regordete bebé Buda es el centro de atención. Ubicado en una pila llena de flores, es bañado durante 24 horas y el agua luego recogida en pequeñas bolsas por los seguidores de esta filosofía. Cuando llegué a Penang me recibieron con el plano de la ciudad y un mapa culinario. Aunque también me advirtieron: “No importa si lo pierde, en cualquier parte la comida es excelente”.
 
El templo budista Kek Lok Sijero, en George Town.
Y sí, es espectacular, sobre todo la de los vendedores ambulantes, también conocida como comida hawker. Platos imperdibles: nasi lemak para el desayuno, laksa o pollo hainan para el almuerzo; y satay o char koay teow para la comida (lo sirven en hojas de plátano). Y de postre, kacang o cendol, un gigante raspado que puede llevar desde leche condensada hasta fríjoles (aquí los fríjoles se usan en los postres). La comida es pesada porque se utilizan mucho la leche de coco y todo tipo de especias. Si es de estómago delicado, llévese un antiácido.
 
Las tierras altas de Cameron
El único lugar fresco de Malasia se encuentra en estas montañas, refugio de los ingleses que venían huyendo del calor y la humedad del resto del país. Con el idioma y el sistema parlamentario, el Imperio británico también trajo el té, que cubre las colinas como una
 
alfombra mullida. Ojalá pudiera yo reproducir en estas páginas el envolvente aroma al entrar a una planta de tratamiento.
 
Todo esto me da vueltas en la cabeza. Me pregunto: ¿cómo un país tan fragmentado, cuya población está conformada por tres culturas tan distintas, ha podido lograr un alto nivel de desarrollo sin entrar en abierto conflicto? Descubro que tengo ante mí un modelo para armar.
 
Los cultivos de té de Cameron son el sustento de miles de familia y hacen parte del paisaje.
En América Latina también tres culturas distintas terminaron viviendo juntas por circunstancias afortunadas o infortunadas de la historia. Se nos impuso un idioma y una religión. Pero nosotros nos mezclamos y el resultado –me perdonarán la falta de modestia-– es una cultura maravillosa, que en su música, en su comida y en sus valores combina elementos indígenas, africanos y españoles. ¿Cómo teniendo en común tanto no podemos más?
 
Al final de mi viaje, el modelo aún no tiene forma. No se ajusta a mi esquema mental de lo que es un país. Me doy cuenta de que el problema no está afuera, sino en mí, porque me rehúso a aceptar la realidad que tengo ante mis ojos.
 
Así es Malasia.
 
Si usted va…
-Los colombianos necesitan visa para ingresar a Malasia. En Colombia no hay consulado, el más cercano queda en Lima.
 
-La empresa Viajes y Visas, en Bogotá, está autorizada para diligenciar ese trámite. El costo es, en promedio, de $500.000. La visa tiene una vigencia máxima de 14 días. Informes en: www.visasyviajes.com.
 
-Para ingresar al país debe tener certificado internacional de vacuna contra la fiebre amarilla y seguro médico. Información sobre hoteles, visitas guiadas y alimentación, consulte en: //www.Tourism.Gov.My/es-es/es

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