«Yo volvía de Cartagena de Indias, suntuosa ciudad colombiana: había divisado su casona tras las murallas y había hablado con él al respecto. Me preguntó: «¿sabes cómo adquirí esa casa?». Ni idea. Desde muy joven quise vivir en Cartagena-me contó-. Y cuando tuve el dinero, me puse a buscar una casa allí. Pero siempre era demasiado caro. Un amigo abogado me explicó: «Creen que eres millonario y te aumentan el precio. Déjame buscar por ti». Unas semanas después, encuentra la casa, que en ese entonces era una vieja imprenta casi en ruinas.
Habla con el propietario, un ciego, y entre ambos acuerdan un precio. Pero el anciano pone una exigencia quiere conocer al comprador. Viene mi amigo y me dice: tenemos que ir a verlo, pero no debes hablar. Si no, en cuanto reconozca tu voz triplicara el precio…Él es ciego, tú eres mudo.» Llega el día del encuentro. El ciego empieza a hacerme preguntas. Le repinto con UA pronunciación indescifrable… Pero, en un momento, cometo, la imprudencia de responder con un sonoro: «si». Ah! – salta el anciano-, conozco esa voz. ¡Usted es Gabriel García Márquez!
Me había desenmascarado… Enseguida agrega:» vamos a ten que revisar el precio. Ahora, la cosa es diferente. Mi amigo intenta negociar, pero el ciego repite: «No. No puede ser el mismo precio. De ninguna manera». Bueno ¿cuánto, entonces? – le preguntamos, resignados -. El anciano, reflexiona un instante y dice: «La mitad». No entendíamos nada… Entonces, nos explica:» ustedes saben que tengo una imprenta. ¿De qué creen que viví hasta ahora? imprimando ediciones piratas de Gabriel García Márquez»!
(Ignacio Ramonet, Conversación en La Habana: García Márquez, el último encuentro, Le Monde Diplomatique en Español, agosto, 2014)