Saíto Peña vive en una humilde casita de madera y zinc con su esposa y sus cuatro niños, en el empobrecido sector Los Palmeros, ubicado en el kilómetro 13, de la autopista Las Américas, Santo Domingo Este, donde la situación económica y social no puede ser más calamitosa para sus habitantes, quienes cada día tienen que crear sus propios medios para subsistir.
Peña, quien estaba cansado de tocar puertas en busca de empleo, un buen día, de tanto pensar qué hacer para mantener a su familia, se le ocurrió comprar cuero de cerdo y convertirlo en chicharrones para venderlo en su casa.
Desde que esa milagrosa idea llegó a su mente, este ha sido el modo de vida de Saíto Peña, la cual agradece a Dios, tras destacar que son pocos los que trabajan en el barrio.
“Aquí no hay fuentes de empleo y cuando uno sale a la ciudad las posibilidades disminuyen, porque la demanda es mucha y a fin de cuenta lo que ganas se te va en pasaje”, aclara Peña.
De igual opinión es Yaneisy Montero, madre de dos niños, quien lleva varios años desempleada y el único dinero que ingresa a la casa es el que consigue su esposo como chiripero.
Montero comenta que Los Palmeros es una comunidad olvidada y sin dolientes, pues no solo la carencia de trabajos dificulta la vida a los moradores, sino también el deterioro de las calles, las cuales se convierten en lagunas cuando llueve y en polvareda cuando hace sol.
“Vivimos asustados porque en tiempo de lluvias las calles se llenan de agua sucias y los estudiantes por más que se cuidan terminan contaminados y empapados de lodo”, indicó.
La joven madre se quejó de que a pesar del panorama de la barriada, el Ministerio de Salud Pública no va a fumigar ni a realizar campañas de prevención contra el dengue, la chikungunya y otros virus que mantienen amenazada a la República Dominicana.
Además del desempleo, el deterioro de las calles y la miseria, otro dolor de cabeza lo constituye la escasez de agua y los prolongados apagones.
En ese sentido, Rafael Soto dijo que tienen cerca de 4 meses sin recibir agua de la tubería, lo que les obliga a comprar tanques del líquido, a RD$50 pesos, cada dos días.
“Estamos aprovechando las lluvias para guardar la mayor cantidad de agua y así economizarnos ese dinerito, que nos sirve para comprar otra cosa”, explicó Soto.
De igual forma, la falta de energía minimiza las probabilidades de crear una forma de producir dinero por medio de la venta de helados en funditas u oficio como salonistas, ebanistas y cualquier trabajo que necesite de luz eléctrica.
A todo esto se añade la cantidad de adolescentes embarazadas, las cuales viven en la casa de sus padres, lo que aumenta la pobreza de sus progenitores.
Ante tantos problemas, los palmeros piden al Gobierno acudir en su auxilio y por lo menos crear empleos que les permita ganarse la vida dignamente y tener la esperanza de algún día salir de la miseria que les agobia.
