A propósito de la entrevista realizada al doctor Héctor Mateo, a quien tuve la oportunidad de entrevistar hace más de una década y para suerte de esta humanidad sigue pensando como entonces: que el ejercicio de la medicina implica salvar vidas, por encima de todo y más “cuando son personas de escasos recursos”, tal y como afirma el nonagenario galeno en el periódico Hoy.
Dicen que no hay mayor experiencia que la que vive cada quien, esa que deja trazos y nos obliga a reflexionar. Este fin de semana, un intenso descontrol estomacal, con escalofríos, vómitos y mucho más, llevó a quien escribe estas líneas a la clínica Abel González, donde se encontraba de guardia la doctora Amanda Grullón; y justo allí en emergencias, ordenó canalizar mis venas para pasar suero, y en medio de tantos malestares comprendí que pese a lo que ha dicho con razón el doctor Mateo, acerca de que “el sentido humano se ha ido perdiendo en la medicina”, aun quedan rotundas esperanzas.
Se trató no solo de su capacidad para manejar los casos que llegaban constantemente, con dolores y todo tipo de dolencias. La doctora Grullón se dedicaba a todos con profesionalidad y esa ética que reviste a los médicos que aman su oficio. No se curan los males de una vez en las emergencias; lo inmediato es aliviar y prever qué se debe hacer para no continuar con un padecimiento tal; pero, lo cierto es que para un pueblo que enfrenta la comercialización de dos ramas tan imprescindibles como la educación y la salud, actitudes como estas, sin distinción clasista y con la afirmación categórica de que aun sin seguro médico que cubra estos servicios, «en las emergencias hay que recibir al paciente y aliviarle todo lo posible», actitudes así reverdecen el alma, aun enferma.
En verdad, la clínica Abel González cuenta con profesionales de la salud como el nefrólogo intensivista, doctor Francisco -Chico- Bonett, (como todos le conocemos), en quien los consejos de Esculapio se han enraizado con fuerza y verdad. A la nueva generación pertenece la joven doctora Amanda Grullón, en vías de concluir una especialidad como nutricionista. Y más allá de pensar que no todo está perdido, concluimos estas líneas con el inicio de esos consejos de Esculapio que dicen: “¿Quieres ser médico, hijo mío?
¿Has pensado bien en lo que ha de ser tu vida? Tendrás que renunciar a la vida privada; mientras la mayoría de los ciudadanos pueden, terminada su tarea, aislarse lejos de los inoportunos, tu puerta quedará siempre abierta a todos; a toda hora del día o de la noche vendrán a turbar tu descanso, tus placeres, tu meditación; ya no tendrás hora que dedicar a la familia, a la amistad o al estudio; ya no te pertenecerás”.
