Estoy recién llegado de Republica Dominicana, país en el que viví dos años de mi infancia y no había regresado desde entonces. Decidí viajar a reencontrarme con unas semillas que había dejado sembradas hace muchos años y descubrir un potencial destino para Viaja Verde.
Mi reencuentro fue con mi primer amigo y vecino de infancia José Frank Cuello y su hermosa familia que me recibieron como un miembro más de la casa.
Este fue un viaje con el cual buscaba redescubrir el país que es hoy en día Republica Dominicana, lo que ha cambiado en los últimos 25 años la ciudad de Santo Domingo y sus alrededores, que tan bien recibió a mi familia en aquel entonces. En cada una de las descripciones que hacia José Frank me daba a entender los esfuerzos que han realizado para convertirse en uno de los destinos turísticos más importantes del mundo y cómo siguen preparándose para seguir creciendo de acuerdo con sus capacidades y demanda internacional. En cada descripción que realizaba me hablaba de progreso, trabajo honesto, visión de futuro, inversión para desarrollos, el compromiso de Estado, finanzas transparentes, novedades tecnológicas. Sin obviar sus problemas y entendiendo cómo están haciendo para solucionar esos inconvenientes.
Durante nuestra visita a Punta Cana, me contó sobre don Frank Rainieri, nombre que nunca había escuchado antes de este viaje, considerado el Walt Disney del turismo, el monarca del imperio de Punta Cana. Un hombre visionario, soñador y decidido a desarrollar lo que es hoy en día el destino turístico más grande del Caribe y el segundo en Centroamérica después de Cancún. Actualmente sigue emprendiendo nuevos proyectos en el sur del país, “Los Corbanitos”, y continúa desarrollando Punta Cana con nuevos proyectos y ampliaciones.
Estos primeros pasos dados por el señor Rainieri se convirtieron en el comienzo del desarrollo de un país que entendió su futuro y espacio que ocupan en la industria del turismo internacional. Desde entonces en RD han desarrollado muchos proyectos turísticos, residenciales, clubes privados y marinas que abarcan todo su territorio, y con planes de recibir los 10 millones de turistas para el año 2020.
Mientras mi amigo me describía estos cuentos, yo con pena contaba la versión que vivimos en Venezuela. Cómo el turismo ha venido decreciendo, cómo despedimos las aerolíneas internacionales, el riesgo de invertir, la situación económica, el acceso a las divisas, la crisis de la inseguridad, la escasez y el deterioro de nuestra gente.
Con envidia sana, pensaba que a mí me gustaría hablar de Venezuela como mi amigo me hablaba de su país. Yo quiero poder contarle a la gente las cosas buenas que se están haciendo en Venezuela, las proyecciones de crecimiento, el potencial que existe en invertir en el país, la estabilidad económica que podría haber y cómo se reduce la inseguridad, todo esto en un trabajo de equipo entre las entidades gubernamentales y los privados. Pero la realidad que vivimos es otra… Cuesta recomendar visitar Venezuela, cuando la única publicidad que los extranjeros conocen es de un país en guerra y dividido.
Según cifras del Instituto Nacional de Estadística, en Venezuela estamos recibiendo menos turistas internacionales receptivos que en años anteriores; eso significa que nuestras cifras van en decrecimiento y con esto ni siquiera vamos a llegar a lo planteado en el famoso Plan de la Patria.
Le quiero preguntar al ministro de Turismo, señor Izarra: ¿podremos realmente con las actuales políticas de Estado impulsar a Venezuela como destino turístico?
La recomendación es que debemos aprender y estudiar las experiencias que están impulsando otros países que entendieron la importancia que significa el turismo en las economías, el desarrollo sustentable, la generación de empleo, la capacitación educativa que genera y la inyección de divisas.
Creo en Venezuela y conozco nuestro potencial para que pueda ser un destino turístico internacional comparable con Republica Dominicana y muchos otros. Solo basta creer que sí es posible, entender que nuestras bendiciones geográficas son ideales y abrirse a nuevas oportunidades de desarrollo a través de políticas públicas permanentes y que vayan de la mano con el sector privado.
