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Entrevista imaginaria a Juan Bosch sobre Máximo Gómez

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Conocí en La Habana, unos años antes de su muerte, al expresidente de República Dominicana, precursor de los partidos Revolucionario Dominicano (PRD), de la Liberación Dominicana (PLD), Juan Bosch. El encuentro tuvo lugar en el Centro de Estudios Martianos, de la capital cubana y eran esos los días en que se conmemoraba el Centenario de la Caída en Combate de José Martí y Antonio Maceo y el reinicio de la Gesta Independentista en Cuba.
 
Bosch, además de prestigioso escritor, cuentista, novelista y ensayista, fue un gran estudioso de Martí y me sentí realmente ilusionada cuando ese gran maestro de martianos, el cubano Cintio Vitier, ya fallecido, me invitó a esperar la visita del prestigioso dominicano junto a un grupo de personas.
 
Recuerdo que Juan Bosch estaba sentado en un sofá del  pequeño salón de la casona donde vivió el Ismaelillo, el hijo de Martí, con su esposa Teté Bances y a Bosch le molestó un cuadro que justo frente a él perfilaba una imagen demasiado caricaturesca del Apóstol cubano. En varias ocasiones repitió “¡Quiten ese cuadro de ahí!”.
 
Luego, cuando la comitiva recorrió la bella casa del Vedado, tuve la
suerte de andar del brazo del expresidente dominicano, junto a las otras personas, por el pasillo grande, rumbo a los jardines que despertaron en Bosch una especie de remembranza. Me dijo que era lindo el sitio y cantó en voz baja una zarzuela que hablaba del color verde de la vegetación que se abría frente a todos, tan particularmente bella en estos pueblos del Caribe.
 
Así conocí a Bosch y cuando lo despedimos no pude comentar a nadie que al abrazar a aquel hombre de historia, letras, política y poesía, sentí algo muy especial que mezclaba admiración, respeto y esa sensación que a veces deja la vida cuando nos acercamos a alguien que ha sido precursor de obra y caminos, legados a otros hombres y mujeres. Le dije adiós pensando un día escribir esto que ahora hago.
 
Cuando llegué a República Dominicana, en julio de 2002, busqué en el Archivo General de la Nación algunos de los textos del caudillo ya desaparecido. Encontré cosas que me sedujeron más que otras, pero cuando revisé lo que escribió sobre el dominico- cubano Máximo Gómez, no escapé al intento de redactar esta entrevista imaginaria que pongo a consideración del lector, y que se basa rigurosamente en uno de los escritos de Bosch integrados en su libro dedicado a Gómez, titulado: El Napoleón de las guerrillas:
 
P.- Presidente, usted escribió que Máximo Gómez no podía recordar una sola derrota en su historia de soldado y estableció una comparación histórica entre él y Napoleón.
 
B.- “Napoleón estaba considerado el más extraordinario organizador y jefe de ejércitos de todos los tiempos y los ingleses que no eran dados a exagerar así lo creyeron. Además, a pesar de que fue el dios de las batallas, Napoleón terminó su vida militar con la derrota que sufrió en Waterloo, de manera que no se llevó a la tumba el laurel de general invicto, y Máximo Gómez, en cambio, convirtió en victorias todos sus hechos de armas”.
 
P.- ¿Cuáles son para usted esos hechos de armas que sobresalieron como hazaña en la vida del General en Jefe del Ejército Libertador Cubano?
 
B.- “Desde la primera carga al machete, dada en Cuba bajo su mando en Tienda o Venta del Pino, el 4 de noviembre de 1868, hasta la Demajagua, llamada por los españoles de Las Casitas, cumplida el
 
14 de marzo de 1898, que fue el último encuentro de la increíble Campaña de La Reforma”.
 
P.- ¿Cómo valora Juan Bosch la obra militar del general domínico– cubano durante los treinta años de luchas por la independencia de Cuba?
 
B.- “(…) Al volver la mirada hacia atrás, a lo largo de más de 30 años, el general en jefe del Ejército Libertador Cubano no podía recordar una sola derrota en su historia de soldado y en cambio podía recordar hazañas que hasta donde alcanzaba la memoria de los hombres no había llevado a cabo ningún otro guerrillero. El título de Napoleón de las guerrillas no le quedaba grande, pues, al Jefe de los Mambises de Cuba”.
 
Nota al lector: Tomado del libro Máximo Gómez. El Viejo Mambí, de Mercedes Alonso.

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