Dos helicópteros militares surcan el aire mientras Silvio Mora recoge los restos de un pollo que acaba de sacrificar en el corral de su casa en el departamento de Putumayo, una zona de conflicto en el sur de Colombia.
«Por lo menos la paz puede terminar eso», dice señalando a las aeronaves que transportan tropas, mientras los buitres picotean los restos sanguinolentos del ave que arrojó detrás de su humilde casa de concreto en la selva.
«Mira cómo vivimos. La guerra ha traído sólo miseria, necesitamos que las conversaciones de paz funcionen», agregó.
A Mora, de 45 años, no le quedó otra que recurrir a la agricultura de subsistencia en las afueras de la ciudad de Puerto Asís, después de que sus 20 hectáreas de hoja de coca fueran fumigadas durante el gobierno del ex presidente Álvaro Uribe como parte de un plan para combatir a la guerrilla izquierdista y evitar que se financiara con esos cultivos.
Padre de cuatro hijos, Mora es uno de los cientos de miles de colombianos que viven en zonas de conflicto y que quieren la reelección del presidente Juan Manuel Santos, para que pueda seguir con las negociaciones de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Santos busca ganar un lugar en la historia como el hombre que acabó con cinco décadas de conflicto con la guerrilla que han dejado 200.000 muertos y millones de desplazados.
Pero muchos otros votantes, que viven en regiones que fueron pacificadas durante la ofensiva militar respaldada por Estados Unidos de Uribe, se oponen a las negociación y apoyan al candidato del ex presidente, el derechista Oscar Iván Zuluaga.
Las encuestas pronostican para el domingo una batalla cabeza a cabeza entre los dos candidatos. Podría ser la elección presidencial más reñida de Colombia en dos décadas.
