La semana que vivimos «peligrosamente»: Tras Montmeló, empezó a subir el ruido

Una vez pasado el tostón de las 66 vueltas del último Gran Premio, dado que carrera yo no vi, pues solo fueron veloces dos coches alemanes bajo un nombre femenino muy conocido y perfectamente entendible en castellano, me pongo algo musical para recordaros una canción que seguro os suena, pues decía aquello de «se dejaba llevar», compuesta e interpretada hace ya tiempo por el gran Antonio Vega.
 
Al tararearla me acordé de lo protagonizado, unas pocas fechas antes de la prueba recién disputada, por un tipo siempre cabal, al menos antaño, de nombre Salvador Serviá, acerca de cómo llamar al GP de España. Y es que según él, debería hacerse bajo el nombre de «GP de Barcelona» o quizás ya puestos «GP del FC Barcelona» mira tú, que es muy, pero muy conocido «around the world».
 
Poniéndose en plan histórico, pues de los «Paisos Catalanes», que seguro que son tan célebres en este mundo globalizado como la propia Ciudad Condal, su Olimpiada del 92, más «el Freddie Mercury & la Caballé» cantando a pleno pulmón aquello de «Barcelona, abre tus puertas al cielo».
 
Así que en mi opinión Servia «se está dejando llevar», aunque desconozco las razones, hacía un marasmo de difícil rescate. Una deriva que debe arrastrar tan profundo como la succión provocada por el Titanic al irse a pique, a casi 4.000 metros de profundidad, tras chocar con aquel enorme iceberg. Nunca fue bueno mezclar nada con la política, fundamentalmente para no salir apaleado, pues lo que por allí se mueve mola muy poco, atiende a intereses algo oscuros, lóbregos. Dado que pienso que sigue siendo un hombre del motor, amante de los coches y recordándole un pasodoble célebre, famoso, muy conocido también por esas tierras, pues «Salvadorete, si no sabes torear pa que te metes», que los Grandes Premios siempre llevan el nombre de la nación organizadora, la grandota, el país, el estado anfitrión o en todo caso, la entidad aún más supranacional llamada Europa.
 
De nuevo acordándome del gran trasatlántico, que tildaban de insumergible, cuenta la leyenda que mientras se hundía una elegante orquesta, con sus correspondientes secciones de cuerda y de viento, siguió tocando música hasta el final. Y esto viene a colación ya que estamos hablando de «amplificar sonidos» y en la Fórmula 1, que mejor que el rugir, que el atronar de los motores. Se rumoreó que Mercedes podría poner a prueba un «escape megáfono» en los pasados entrenamientos libres, que luego fue que no, pero si en los test de Pirelli, día 2. El «invento» consiste en una sencilla ampliación del tubo de escape al final, terminando en forma de una especie de trompeta, parecida a la utilizada por las gentes «duras de oído», una cornetilla vamos. Sea lo que fuere, estamos asistiendo sin duda a un espectáculo algo cómico, nada divertido, miaja chusco y bastante silencioso.

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