Historia de Éxito

Obispo Almonte Almonte es el nombre de un adolescente, cortador de caña, con aspiraciones de conocer las grandes ciudadades. El Ingenio Amistad le quedaba chiquito a sus sueños y despertó un día en la ciudad de Santiago de los Caballeros, la más cercana al Municipio de Imbert, que le vio nacer del vientre de Anadilia Almonte, quien junto a su esposo Edilio Almonte procreó 10 hijos, de los cuales Obispo es el cuarto.
 
A la edad de 14 años no sabía leer ni escribir; pero, por iniciativa propia se inscribió en una escuela noctuna. Rápidamente aprendió las lecturas de la mano del libro ¨Bale Camilo¨, que al mencionarlo lo traslada a aquella época, abrazándola con aprecio, pero sin añoranza y regresa en sí musitando,   “fueron tiempos muy dificiles“.
 
Desde ese despertar, la Zona Franca se convirtió en su almohada; puso en sus manos muchos productos que viajaban más lejos que su mente, pues el joven se adaptó a aquellas jornadas de intensas rutinas que duraron 15 años: “En la Zona conocí a doña Eliza Reyes, quien me contó cómo un hijo suyo había logrado alcanzar sus metas gracias a la Cooperativa La Altagracia, Inc, ya que en esos tiempos las demás entidades no le daban oportunidad a gentes de tan bajos ingresos“, narra Obispo.
 
Con la asesoría de doña Eliza, cooperativista empoderada, ingresó a Cooperativa: “Entré con 2,000 pesos, que eran mis ahorros por 15 años de trabajo en la Zona Franca de Santiago; luego se me presentó la oportunidad de adquirir un terreno por 5,000 pesos; entonces tomé el 90% de mis acciones libres, más 2,000 pesos que buscó mi esposa Maritza Núnez y logré negociar el sitio donde levanté mi casa y procreamos nuestras hijas Ana Jenny y Ruth Marleny“.
 
Almonte rememora la manera en que con sus ahorros logró iniciar  un colmado, el cual atendía de día y en las noches trabajaba como chofer en un carro de concho. Enamorado de sus sueños de adolescente, no olvidó las ideas que le provocaban aquellas inmensas tierras sembradas de caña, donde él veía su proyecto de Bienes Raíces. Esto lo llevó a las aulas de la UASD para hacer un curso técnico de tasador.
 
Sin descuidar su rol de cooperativista, logró ser electo vocal, tesorero, secretario y hasta presidente del Distrito Unidad y Acción. Durante tres año en la función de vocal desempeñó la función de encargado de Etiqueta y Protocolo, por su excelente disciplina y capacidad de organización. Su responsabilidad y entrega le permitieron ocupar la posición de suplente del Consejo de Administración Central.
 
Viendo el empeño de este luchador, la Cooperativa decidió asumir los costos totales de estudios para que tuviera la oportunidad de seguir aprendiendo. “Con la alegría de un niño con juguete nuevo inicié mi bachillerato“.
 
A su constancia se sumó el afán de la Cooperativa, de ver crecer profesional e intelectualmente a sus socios y empleados, todo lo cual va de la mano con el desarrollo de la institución. También le fueron costeados otros estudios en materia de tecnología.
 
Al pasar de igualado a empleado de la Cooperativa, Obispo Almonte sintió la necesidad de comenzar una carrera universitaria,  comenzó con 48 años de edad y concluyó en el año 2011 su Licenciatura en Derecho. “Todo esto puede conseguirse con una programación sostenida,  que permite en un futuro ser un beneficiado y a la vez promotor, para que otros alcancen sus sueños“, sustenta agradecido.
 
De todo esto el licenciado Almonte ha tenido un gran aprendizaje y es que cualquier propósito se puede lograr haciendo un esfuerzo a diario: “Vine a pie a la cooperativa, compré un motorcito y a la fecha he tenido cuatro vehículos diferentes y cada vez más modernos“.
Desde hace más de veinte años, su libreta nunca ha estado libre de un préstamo, manteniéndolo al día, porque eso la Cooperativa lo premia con  beneficios y excedentes que devuelve a sus socios.
 
“Gracias a la Cooperativa La Altagracia, Inc.  he ido acumulando grandes conocimientos y una serie de bienes que han fortalecido el bienestar de mi familia. Ella ha sido el motor más efectivo para lograr mis metas y alcanzar mis sueños, porque actualmente soy propietario de 9 casas como lo soñé“.
 
Vale la vieja máxima: “ Da un pescado a un niño y comerá un día, enséñalo a pescar y comerá todos los días“.

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