Jorge Bergoglio acaba de cumplir su primer año de pontificado con una popularidad sin precedente y un coro unánime de loas por cómo empezó a transformar una Iglesia Católica «que se había quedado atrás 200 años», como había señalado el cardenal Carlo Maria Martini, otro jesuita, poco antes de morir.
Si hace un año, casi de inmediato, comenzó a percibirse de parte de un ala conservadora un rechazo subterráneo a ese papa «del fin del mundo» que dijo que deseaba «una Iglesia pobre para los pobres», ahora las resistencias -aunque minoritarias- se sienten con más fuerza.
«En la era moderna, un papa nunca tuvo tantas resistencias como Francisco y esto es una señal de que está cambiando la Iglesia», escribió Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de San Egidio e historiador, en un llamativo editorial que apareció en el último número del semanario católico Famiglia Cristiana. Titulado «Quién resiste al papa Francisco», el artículo destacó que, si bien la simpatía de la gente por el pontífice argentino no se atenúa después de un año, tampoco hay que esconder que «hay algunos que ignoran al Papa».
«Están las resistencias de quienes no quieren cambiar y hay resistencias más estructuradas. Se subestima el discurso del Papa, demasiado simple, y se lo contrapone al de Benedicto XVI, más alto y docto. Por una visión ideológica del cristianismo, la Iglesia no crece y se bloquea en un modelo o en una fórmula. Se critica a Bergoglio porque desatendería los valores éticos», escribió.
En un momento de popularidad nunca antes visto, con la Plaza San Pedro atestada de fieles entusiasmados tanto los domingos como en las audiencias de los miércoles, en el que pocos se atreven a criticar al Papa «superstar» -proclamado por la revista Fortune el líder más importante del mundo-, la frase de Riccardi resulta significativa.
Sobre todo llamó la atención su afirmación, como historiador, de que ningún pontífice de la era moderna tuvo tantas resistencias como Bergoglio. Al respecto, Riccardi recordó que Pablo VI (1963-1978) también fue víctima de fuertes críticas, pero que tenían más que ver con el clima que provocó el Concilio Vaticano II. Y si Benedicto XVI (2005-2013), papa emérito, también fue objeto de críticas, «eran expresadas más bien por la opinión pública externa e internacional», puntualizó.
«Las oposiciones a Francisco son para mí más fuertes y, sobre todo, internas», explicó Riccardi a Vatican Insider. «Hay algunas resistencias que se han manifestado públicamente, otras en voz baja, otras caracterizadas por el silencio y el desapego. Hay quien no soporta la menor insistencia en la predicación papal sobre los temas éticos. Pero también el enfoque pastoral de Francisco que pone en discusión el modo de gobernar de los obispos, que ahora ven que la gente les dice: «¿Por qué no hacés como el Papa»», indicó.
Desde el principio, Francisco -que rechazó los oropeles (la muceta roja, la cruz pectoral dorada, los zapatos rojos y demás símbolos papales, rompiendo antiguas tradiciones) se quedó a vivir en la simple residencia de Santa Marta y les lavó los pies a dos mujeres musulmanas- fue atacado en sitios y blogs del mundo tradicionalista. Estos sectores consideran que el papa argentino es un populista -lo llaman el «Papa Evita»- que con su cercanía a la gente y sencillez está desacralizando la figura intocable del Pontífice y aguando la doctrina católica con su prédica centrada en el amor evangélico, que debe acompañar y no condenar.
Un año después, tal como apuntó Riccardi, las resistencias -mínimas, comparadas con el inmenso apoyo popular- comienzan a sentirse desde adentro. Según pudo saber LA NACION, por ejemplo, a algunos cardenales de la curia no les cayó nada bien que el 23 de febrero pasado, después de haber creado a sus primeros purpurados, en una homilía punzante Francisco les recordara que no estaban ingresando «a una corte, sino en la Iglesia de Roma», y que debían ser «servidores» y evitar «intrigas, habladurías, camarillas, favoritismos y preferencias».
Las resistencias, por supuesto, también tienen que ver con la profunda reforma que el Papa está haciendo en la curia romana y, especialmente, en cuanto a la transparencia del manejo del dinero del Vaticano, en el pasado muy oscuro. En el marco de la revolución de austeridad y de la limpieza puesta en marcha, el nuevo «superministerio de Economía» recientemente creado -también manejado por un cardenal «del fin del mundo», el australiano George Pell- deparará cambios drásticos y fuertes recortes de gastos.
En medio de una catarata de libros sobre el Papa por el primer aniversario, también salió uno escrito por Giuliano Ferrara, «ateo devoto» y director de Il Foglio, diario de derecha que desde el principio se hizo eco de las críticas de los sectores tradicionalistas, que se llama Este papa gusta demasiado.
Por cierto, en las últimas semanas, Il Foglio se dedicó a atacar duramente al cardenal alemán Walter Kasper, progresista muy cercano a Francisco, por haber planteado una solución penitencial para que los divorciados vueltos a casar puedan volver a comulgar, algo considerado un sacrilegio por los sectores conservadores. ¿Es el Papa consciente de las crecientes resistencias? Sin duda. Pero, acostumbrado a capear tormentas desde sus tiempos de provincial de los jesuitas, Francisco no pierde la paz ni el sueño.
