Tengo nuevos héroes, sí, y no son los de paquitos, pues ya esas revistas no vienen, o no las venden como antes, como cuando los niños y jóvenes de mi generación los compraba y los coleccionaba y luego los intercambiaba. Nunca podrían ser héroes de paquitos porque casi siempre esos personajes son dibujados muy bellos, fuertes, atractivos y únicos, solo parecidos a otros héroes igual, y mis nuevos héroes no son así. Pero para mí son más deslumbrantes que aquellos.
Mis nuevos héroes son más hermosos que los muñequitos de los paquitos, incluso, que los héroes de las películas que casi siempre tienen cuerpos fuertes y son atractivos, y a la vez tan y tan inalcanzables.
Mis nuevos héroes se pueden tocar; sí, al menos en saludos de manos y quizás al acercar los brazos. Quizás les falte belleza física, no sé si es porque mis ojos los mira desde otra dimensión; no usan capas, sino sacos, chacabanas, camisas con mangas largas o cortas, y a veces se ponen camisetas, ¡ah, sí!, uno de ellos, usa sotanas.
Son mis héroes y son mis favoritos; son mis héroes y son los dominicanos más especiales y admirados que existen actualmente, al menos para mí, y los hay tanto en la República Dominicana como en el exterior, mejor dicho, mis nuevos héroes viven en distintos lugares del planeta, pero básicamente, en su gran mayoría, están en su país, sí, viven aquí, y algunos salen al exterior, cumplen con sus compromisos y vuelven, vuelven, porque ésta es su patria, su tierra, y han demostrado con sus acciones que la aman y mucho.
¡Sí!, sé que mis nuevos héroes aman a su tierra y a su pueblo, porque amar a su patria significa defenderla, luchar por ella, vivir y morir por ella y estar ojos abiertos para cuidarla de gente que la quiere robar; del enemigo que acecha, que acecha y que acecha; y no para de insistir.
Mis héroes, mis nuevos héroes, están aquí, allí, ahí y en todo momento y lugar. Están atentos de todo cuanto sucede para dar la voz de alerta, para mostrar que la patria tiene dolientes, tiene héroes las 24 horas del día que están pendientes a todo cuanto suceda. Son mis héroes, mis favoritos, y los aprecio, y los quiero imitar. Con los paquitos aprendí a imitar a los héroes, y aprendí que todos podemos ser héroe alguna vez: solo basta hacer las cosas cuando hay que hacerlas, cuando se tienen que hacer, sobre todo, guiado por el corazón.
A Dios gracias porque mis héroes tienen corazón, como los héroes de los paquitos, aunque éstos los tengan dibujados; y, además tienen, como ellos, algo que no le debe faltar nunca a ningún héroe: valentía. Sí, mis héroes son valientes, es algo que también aprendí de las olvidadas y desaparecidas revistas infantiles: la valentía se exhibe, se tiene, se muestra y se demuestra, y todo el que esté cerca o lejos la ve y la percibe, y mis héroes la tienen de sobra, y nacieron con ella.
También, mis héroes reales tienen, como los héroes de los paquitos, un pueblo que defender ó una misión que cumplir; y, ellos, mis héroes reales, saben que tienen y deben defender a su pueblo, y lo están haciendo desde sus trincheras y cuevas de combate. Mis héroes trabajan día a día, de sol a sol, para defender a su pueblo de una emboscada que le había tejido mucha gente, sí, mucha gente, y desde hace mucho tiempo, mucho tiempo, tanto, que algunos de mis héroes no había nacido.
La mayoría de esas personas que pusieron y aún ponen trampas para hacer desaparecer el pueblo de mis héroes, se visten harapientos y actúan como mendigos y han invadido silenciosamente el pueblo bueno de mis héroes; pero ellos, los intrusos, tienen amos muy poderosos que los conducen, que los guían y los dirigen. Y por ese motivo mis héroes enfrentan una gran batalla, y aunque ya han ganado una primera parte de la misma, aún le esperan duras pruebas.
Pero como son héroes, y se está todavía en medio del desenlace de una dura batalla, no cabe dudas que mis héroes ya se sienten satisfechos y victoriosos y todo su pueblo lo sabe; y muy pronto toda su gente los enaltecerá por sus constantes luchas y por sus estrategias para obtener el triunfo esperado. Sólo que ahora, mis héroes, tienen que esperar que aparezcan otros héroes para hacer el relevo, y es ese el motivo de preocupación de la gente: el relevo en la gran batalla.
Sí, la gente del pueblo de mis héroes está preocupada, porque mientras mis héroes se esforzaron durante muchos años de sus vidas para darle el triunfo y ganar la batalla contra los enemigos, ahora tienen que esperar por otros héroes que darán el toque final a la acción iniciada. Mis próximos héroes, los del relevo, al parecer se tardan en llegar; pienso yo que se tardan.
Quizás se estén preparando tan bien como lo hicieron mis nuevos héroes que estudiaron, leyeron, conocieron la historia; en sus hogares y en la escuela les enseñaron a amar la patria, respetar su bandera, cantar su himno, conocer el legado de los hombres y mujeres que lucharon para que hoy su pueblo sea libre, y así crecieron y se hicieron hombres y mujeres, con tales sentimientos patrióticos. Mis héroes supieron desde temprano cuál era su misión y la han cumplido, por eso son mis héroes, por eso son mis favoritos, y gracias a Dios, que mis nuevos héroes no son de paquitos ni de muñequitos televisados ni de telenovelas. Mis héroes nuevos son reales y no me canso de repetirlo.
Quizás los otros héroes, los del relevo, se tarden en aparecer, porque tal vez no tengan bien atados los lazos de sus zapatos; quizás no tengan las capas requeridas para elevarse al infinito; quizás no hayan encontrado las vestimentas especiales para salir a concluir el combate ó quizás aún estén esperando el momento; sí, porque algunos hombres y mujeres que se hacen héroes esperan ese momento único, ese momento mágico que llega a todos para alzarse con la gloria.
O, qué sé yo, quizás no tengan espíritu de héroes o quizás no quieran serlo, puede que eso sea lo que suceda. O, le podría faltar corazón, valentía y la determinación que debe tener todo héroe. O sabrá Dios, sabrá Dios, si quieren no ser mis otros héroes reales.
