El Cardenal en el paquete

Desde que fuerzas a oscuras  y otras a media luz decidieran apandillarse y maniobrar por lo bajo, tanto en la República Dominicana como en el exterior,  la violación inmisericorde de instituciones específicas y determinantes del Estado dominicano, con miras a lograr sus malsanos propósitos, no ha escapado de sus planes la Iglesia Católica en el país, ni mucho menos su representante, el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez.
 
Cuando manifiesto  lo de fuerzas oscuras, quiero referirme a países y personas que desde hace décadas han señalado a la República Dominicana como el destino salvador de la desgracia haitiana. De igual forma, entre las fuerzas a media luz se esconden las entidades conocidas como ONG´s, representantes de organismos internacionales y otros dominicanos que se han prestado al juego de afectar seriamente el  Estado dominicano que,  al defender supuestos derechos de ilegales, niegan los que tiene el país de limitar y organizar a los inmigrantes en su territorio.
 
Los Ministerios de Trabajo y Turismo habían sido las  instituciones que esas pretensiones desconcertantes habían logrado llegar;  en circunstancias tan simples, como aquellas de convencer a los ingenieros constructores de obras de toda índole en el país, de utilizar la mano de obra haitiana, dizque por ser más barata,  y, entre otros argumentos, afirmar que trabajan más horas e incluso días feriados.
 
En cuanto a las zonas turísticas del país, vemos con pesar que lucen invadidas por nacionales del vecino país. Ocupan posiciones que bien pueden ser desempeñadas por dominicanos, pero son contratados haitianos pese a que la mano de obra extranjera debe solo ocupar el 20 por ciento de los puestos  laborales, mientras los nacionales el 80 por ciento.
 
Se  da el pretexto que los haitianos contratados hablan diferentes idiomas; y yo me pregunto: ¿dónde están los cientos de jóvenes dominicanos egresados de las escuelas de idiomas de las universidades del país y otros que han ido a especializarse al extranjero?.  Esas razones a mi no me convencen, y mucho menos, cuando esas zonas son regenteadas por extranjeros que dicen proteger sus inversiones en la República Dominicana.
 
En las zonas agrícolas laboran haitianos que son contratados para desempeñar labores específicas; no obstante, en las últimas décadas, el descontrol de este tipo de trabajadores se ha generalizado. Cuando concluyen sus labores esos extranjeros se dirigen a procurar otra u otras formas de vida en calles y avenidas de las partes urbanas del país  y se dedican a ser venduteros de frutas, cañas de azúcar, víveres y otras formas que acusa el comercio informal.
 
Son incontables los casos de violaciones a instituciones y por ende al Estado dominicano. No deja de ser preocupante aún el descuido, o, pudiera pensarse, el contubernio de autoridades de la Junta Central Electoral, para que el registro civil fuese invadido y fueran inscritos extranjeros como dominicanos, obteniendo documentos de actas de nacimientos falsos, igualmente, cédulas de identidad y electoral.
Y a todas estas violaciones y pretensiones con las que se usurpa, pisotea y se echan por la borda la Constitución, las leyes y las instituciones del Estado Dominicano, entra también el Cardenal;  el obispo de la Iglesia Católica Dominicana, Nicolás de Jesús López Rodríguez. El, forma parte del paquete.
 
El Cardenal López Rodríguez está incluido en el paquete, y no precisamente es a él al que se ha buscado desmoralizar, negar y ridiculizar. No es precisamente a él, sostengo, aunque él haya mantenido una posición coherente y gloriosa de defensa a la soberanía nacional.  Sus pronunciamientos constantes, sin miedo, sin excusas, sin importarle el escenario que las circunstancias le dicten, lo definen,  a todas luces,  como un patriota que bien merece recibir el reconocimiento unánime de todo el pueblo dominicano.
 
Pero la intención primordial de las comparsas que se han trazado destruir el Estado  dominicano, afinan desvirtuar y crear caos a lo interno de la iglesia Católica en el país, para desconocerla como la principal religiosidad del pueblo dominicano, la cual, de acuerdo a encuestas y sondeos, es  la institución que disfruta de mayor credibilidad.
 
Para nadie es un secreto que las otras iglesias que responden a otros cultos no católicos, están por doquier, y más,  repletas de nacionales haitianos. Y no porque en el vecino país sigan tales cultos, sino, se ha procurado que pertenezcan allí con la promesa de que es el lugar apropiado para conseguir legalizar su estatus en la República Dominicana, sin importar la violación de documentos, sin importar afectar el seno de familias dominicanas, amén, de que se les proporciona ropas, medicinas, alimentos, entre otras, que llegan por montones con olor a lejanía, todo por y para que aumenten sus seguidores.
Desde Vargas Llosa a Mario Serrano, pasando por las comparsas que han mentalizado  destruir las instituciones dominicanas, saben que un día el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez  será sustituido, como todo aquel que ocupa un puesto, sea religioso, sea público, privado, en lo que fuere; un día él se irá, pero la Iglesia Católica Dominicana permanecerá como permanecerá la República Dominicana, como permanecerá soberana,  como permanecerá Jesús  Vivo en un pedacito de pan del cual se alimenta y se arma de valentía el pueblo dominicano, siempre que las circunstancias lo ameriten.

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