Por su longitud y biodiversidad, Chile cuenta con numerosas zonas protegidas. Entre el mar y la cordillera se encuentra una inmensa riqueza natural: treinta y dos parques nacionales y treinta y seis reservas, el 19% del territorio del país, que permiten al viajero contemplar inmejorables escenarios y practicar deportes en comunión con la naturaleza.
Comenzando por el norte chileno, el Parque Nacional Lauca forma parte de la Red Mundial de Reservas de la Biosfera junto con la Reserva Nacional Las Vicuñas y el Monumento Natural Salar de Surire. Sus cumbres de más de 6.000 metros de altura le han dado fama internacional entre los montañeros y visitantes al parque atraídos por las fumarolas del Volcán Parinacota.
El Parinacota es un icono fotográfico en Chile, formando los Nevados de Payachata junto al Volcán Pomerape, el más septentrional de Chile, en la frontera con Bolivia. Su actividad volcánica almacenó las aguas que dieron origen al Lago Chungará y a las Lagunas de Cotacotani, hogar de diversas especies.
En el límite de las Regiones de Antofagasta y Atacama se encuentra el Parque Nacional Pan de Azúcar, un lugar lleno de magia, un farallón costero de unos 800 metros de altura que se precipita sobre la playa de aguas turquesas, con la bruma densa que sube desde el mar llamada camanchaca, creando un jardín propio. Desde la puesta de sol, esta niebla humedece cactus y arbustos que contrastan con las rocas de intensos ocres.
El parque se extiende hasta los islotes Chatas y la Isla Pan de Azúcar, lugar de residencia de una colonia de pingüinos de Humboldt. También se pueden observar especies como guanacos, zorros culpeos, lobos marinos y pelícanos, además del imponente cóndor.
A 3.700 km del continente se encuentra el Parque Nacional Rapa Nui, en Isla de Pascua, en el extremo oriental de la Polinesia. Rapa Nui es la isla habitada más remota del planeta, por ello los lugareños la denominan “el ombligo del mundo”. Es una condición que le otorga un aura de fascinante misterio.
Es un Parque Nacional, declarado Patrimonio Mundial por la Unesco, y que tiene de todo y para todos: playas con arenas de color rosa, como la de Ovahe, o de encanto paradisíaco como la de Anakena; volcanes y praderas para recorrer a pie o a caballo; flora y fauna marinas para descubrir buceando; cavernas para recorrer en silencio, y los moai, las gigantes esculturas talladas en ceniza compacta que fueron testigos de su historia y que hoy son mudos secretos de aquel pasado.
Cada mes de febrero, la vuelta a las raíces alcanza su punto máximo en la Tapati, una fiesta de dos semanas cuyo corazón son las tradiciones y donde los rapanui se pintan el cuerpo como lo hacían sus ancestros, compiten en pruebas asombrosas, cantan, bailan y eligen a su reina.
La Isla Robinson Crusoe, la principal del Archipiélago Juan Fernández, compuesto además por las islas Santa Clara y Alejandro Selkirk, guarda historias de piratas y corsarios desde su descubrimiento por el navegante español Juan Fernández en 1574, cuando se convirtió en un referente de la marinería.
En este mismo lugar fue abandonado el navegante escocés Alejandro Selkirk en octubre de 1704, siendo rescatado cuatro años y cuatro meses después. Su historia dio origen a la novela Robinson Crusoe, de Daniel Defoe.
En la isla únicamente se encuentra el poblado San Juan Bautista, con 500 habitantes, capital de un verdadero tesoro, no sólo el que buscan exploradores internacionales, que fue enterrado por Lord Anson a mediados del siglo XVIII, sino por uno más cercano y tangible: su gente y naturaleza. Fue declarado Parque Nacional y Reserva de la Biosfera por la Unesco, por la inmensa cantidad de especies de plantas endémicas y aves.
En sus aguas se puede bucear con una impecable visibilidad de 20 metros, con abundante fauna marina como los lobos marinos, que invitan a sus juegos más inocentes. Al llegar a tierra es posible degustar sabrosas langostas, cangrejos dorados y los pescados clásicos de la isla: vidriola y breca.
Antes de viajar al sur, el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales merece una visita para disfrutar los colores de su vegetación y sus aguas turquesas sobre la roca volcánica del Volcán Osorno en los Saltos de Petrohué, realizar el cruce Transandino por el Lago Todos Los Santos, hacer una parada obligatoria en Peulla y dejarse encantar por las montañas andinas.
En el extremo sur, donde la Cordillera de los Andes ha desaparecido completamente y la fauna endémica ha evolucionado para adaptarse a las duras condiciones climáticas, el Parque Nacional Cabo de Hornos, Reserva de la Biosfera desde 2005, está compuesto por la Isla Wellington y las pequeñas Hermite.
El mayor atractivo allí es pasear en barco entre las islas, observando el paisaje austral y disfrutar con especies de mamíferos marinos como la foca leopardo, delfines, ballenas, lobos marinos, foca elefante, delfín austral y delfín chileno.
