El vocablo “gringo” deriva de la palabra “griego”, que en la antigüedad significaba “extranjero”. En Latinoamérica un gringo es una persona blanca de Estados Unidos. Por lo tanto, en el país a los pollos de plumas blancas criados en granjas se les llaman “gringos”, para diferenciarlos de los pollos criollos de patios o gallineros domésticos, cuyo protagonismo de siglos comenzó a disminuir desde los inicios de los años setenta, al imponerse el sistema de la carne blanca de los pollos.
Surgieron los polleros en los barrios populares, ofertando el ave en piezas: los muslos largos, cortos y chatos, las alas, la pechuga y para los de pocos recursos, el espinazo, el cocote y las patas, es decir “pico y pala”. En el gran comercio, en negocios y supermercados, aparecieron las primeras marcas de pollos gringos.
A partir de entonces República Dominicana se fue convirtiendo en uno de los seis países de mayor consumo de carne de pollo en el mundo. Cotidianamente, los pollos gringos están presentes en la mayoría de los hogares de nuestro pueblo, en los cuales se preparan de diversas maneras, principalmente guisado, frito, en los famosos picapollos, asado, horneado, en locrios y asopao. Además de ser ingredientes de variados platos.
Pocos lugares en el mundo cocinan un pollo más delicioso que en República Dominicana, territorio creador de la famosa “wasacaca”, un condimento cuya magia culinaria nos sitúa en el número uno en pollos horneados. Pero no olvidemos que los pollos gringos son orgullosamente dominicanos.
