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Incluyen a LeBron en quinteto de todos los tiempos en la NBA

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Michael Jordan tiene un lugar garantizado en el quinteto de notables… ¿Y el resto?
 
Todos tenemos una razón, o un porqué para llevar adelante lo que creemos conveniente. Ya hemos visto pasar bastante agua debajo del puente para entender que el momento ha llegado. Debemos terminar con los análisis de situación para llegar a las conclusiones, sin escalas previas ni excusas de selección.
 
Después de pasar bastante tiempo dentro del laboratorio, encontré la química exacta de lo que estaba buscando.
 
Cinco jugadores. Cinco hombres. Cinco estrellas.

Un quinteto.
 
No fue fácil eliminar pasajeros de esta lista: estamos hablando de la mejor alineación titular de básquetbol de la historia. Los elementos que forman la fórmula inexpugnable, las aristas que construyen el pentágono perfecto, la síntesis exacta de todo lo fantástico que los precedió.
 
¿Cómo fue el criterio de búsqueda? Pese a tratarse de individuos, la elección fue de conjunto. Las posiciones deben ser naturales y tiene que existir un equilibrio para arribar al éxito. Pensamos en las diferentes épocas y su etapa de dominio: no es lo mismo jugar en los ’60 que en el básquetbol actual. Sin embargo, en este mundo surrealista de equilibrar los tiempos, encontramos el eje que nos permite avanzar.
 
La objetividad, en estas tierras, es un error de definición. No la demanden porque no la van a encontrar. Dicho esto, aquí va mi mejor quinteto de todos los tiempos.
 
Que lo disfruten.
 
BASE: Magic Johnson
 
Magic fue, desde sus inicios, el hombre show de la NBA. Con 2.06 metros de altura, cambió la seriedad del deporte por una risa a carcajadas. Artista disfrazado de jugador de básquetbol, Johnson fue un híbrido con físico absurdo para el puesto, una especie salvaje que hizo de la cancha abierta su hábitat predilecto.
 
Johnson es inigualable porque él mismo creo una Liga diferente. Padre superior del ‘Showtime’, hizo del básquetbol-espectáculo una escuela que nació y creció en sus propias manos. «No creo que vuelva a existir otro armador de 6’9 pies que pueda humillarte así mientras sonríe», dijo alguna vez James Worthy sobre él.
 
Nunca hubo un apodo mejor para un jugador que hizo que la pelota cobre vida propia. Cada pase, cada dribbling, cada acción era imposible de anticipar. Nada por aquí, nada por allá: mago de las pistas, creador del ‘no-look pass’. Magic era un círculo de energía que se desparramaba todas las noches luego del salto inicial. Para muchos fue el mejor jugador de todos los tiempos por lo que dio y por lo que significó. El valor de Johnson en el juego es único y será irrepetible: le dio a la NBA lo que la NBA necesitaba en el momento justo, sin escatimar esfuerzos.
 
El carisma, en definitiva, es algo imposible de imitar.
 
ESCOLTA: Michael Jordan
 
Ícono de la globalización, fue la superación de la rivalidad entre Magic Johnson y Larry Bird en un envase completamente distinto. La década del ’90 le perteneció a este hombre de piernas elásticas, físico predilecto, mentalidad avasallante y un salto tan imponente que le permitió volar sin alas.
 
Jordan ganó todo y le ganó a todos.Sus pupilas en el último cuarto eran puro fuego. El anotador de sangre fría más grande de todos los tiempos. Su majestad impulsó a la NBA a una expansión sin precedentes: deidad del sueño americano, siempre se lo vio como el atleta perfecto, sin fisuras. Su carácter casi enfermizo lo llevó a romper barreras, una tras otra, y a lograr algo que fue imposible de repetir para sus sucesores: ganar múltiples campeonatos sin un centro decente en la rotación.
 
MJ fue símbolo de una generación que empezó a tener el video entre sus prioridades. Lo que antes llegaba a cuentagotas, con él se difundió de manera geométrica. David Stern tuvo en Jordan a su objeto más preciado, la cara visible de todos los negocios exitosos. Nadie pudo nunca superar el legado que dejó este hombre.
 
Los Bulls fueron una cosa antes de Jordan y después de Jordan. La NBA, los fanáticos, los periodistas, los rivales, los dirigentes y todo lo que rodea el mundo del básquetbol, también.
 
ALERO: LeBron James
 
Quizás algunos consideren prematuro premiar a alguien cuando todavía está escribiendo sus páginas, pero debemos ser honestos con este superhombre, que ha dejado el disfraz de villano para tomar el de héroe en los últimos años.
 
Olvídense de la antipatía de años anteriores. Piensen efectivamente en lo que es LeBron James hoy en día. En su renacimiento como estrella. Un híbrido multifunción que puede jugar las cinco posiciones. Un alfil que puede ser caballo, un caballo que puede ser reina. Su capacidad para ser grande entre pequeños y pequeño entre grandes conspira contra el propio juego, que no tiene herramientas para detener a un jugador extraño, absurdo, imposible.
 
El joven malcriado de los Cavaliers ha muerto para darle lugar al superhombre del Heat. El básquetbol de equipo nace en sus manos y se desparrama a todo lo que tiene alrededor. Sus números siguen siendo sobrenaturales pero ya no son perseguidos de manera obsesiva; ahora llegan producto de lo que el mismo juego entrega. Lo que él siembra primero para cosechar luego. Si es necesario, un chasquido de dedos enciende la máquina para derribar los partidos, sin escalas previas.
 
Puede jugar en el perímetro o en el poste. Puede achicarse, agrandarse, expandirse. Corre la cancha, juega ofensiva estacionada. Ya no es paciente de los psicólogos porque él mismo ha pasado a ser el propio psicólogo. No rompe las defensas con potencia porque ya tiene el manojo de llaves en la cintura. Pasó de ser un genio impulsivo a un artista estudioso. La transformación ha sido tan grande que sus producciones, por momento, no tienen sentido: es un adulto jugando contra niños de jardín de infantes.
 
Algún día el básquetbol será justo y lo catalogará sólo como jugador, sin utilizar el punzón para perforar su psiquis. Su personalidad dentro de la cancha, de todos modos, ha girado 180 grados desde los dos títulos obtenidos y eso merece una rectificación a tiempo. Jugar sin presión lo ha potenciado: mientras él participe en una competencia de básquetbol todos los demás irán por el segundo lugar.
 
La historia, en definitiva, ya lo tiene encerrado en sus paredes de oro. El tiempo sólo servirá para confirmarlo.
 
ALA-PIVOTE: Tim Duncan
 
Capitán frío o la estrella menos expresiva de todos los tiempos. Duncan es símbolo del cambio profundo de la lógica individual a la grupal. «Me retiraré el día en que Duncan lo haga», dijo Gregg Popovich, expresando la profunda admiración por su estrella.
 
Duncan, nacido en las Islas Vírgenes, está hecho de un material tan noble como perdurable. El tiempo no existe para él; siempre hay una hoja más en su calendario. Campeón de NBA por primera vez en 1999, como guardaespaldas de David Robinson, Timmy D repitió en 2003 con Robinson, Manu Ginóbili y Tony Parker de laderos, y luego conquistó otros dos títulos más (2005 y 2007) junto al escolta argentino y el base francés, entre otros notables dentro de la franquicia texana.
 
Nunca nadie se movió en el poste bajo como lo ha hecho Duncan. Su juego de pies emulan a un peso pesado de más de 2.10 mts capaz de dejar en ridículo a rivales excesivamente más veloces. Elegido dos veces MVP de la NBA (2002 y 2003), Duncan puede jugar como cuatro o como cinco. De espaldas o de frente al aro, ha utilizado el tablero como aliado por años.
 
Existen jugadores buenos, muy buenos e imprescindibles. El gigante de los Spurs pertenece a la última categoría, no sólo por lo que él ha logrado de manera individual sino por lo que ha hecho por sus compañeros, cuerpo técnico y franquicia.
 
Una pieza más, forastero. Mientras haya música, Duncan seguirá bailando.
 
CENTRO: Bill Russell
 
Algunos pensarán en Kareem Abdul-Jabbar. Otros en Wilt Chamberlain y los más osados en Hakeem Olajuwon. ¿Por qué Russell? Sus once títulos de campeonato con los Celtics -la máxima cantidad de un jugador en la historia- marcaron un punto de inflexión, pero su estampilla radicó en el giro en 180 grados del enfoque del juego.
 
Russell transformó el básquetbol para siempre, porque empezó a preocuparse por el deporte sin balón en una época en la que muchos necesitaban más de tres por ataque para divertirse. Russell dejó de pintar el paisaje para ser el paisaje mismo: sus brazos estilizados y su camiseta verde fueron una marca registrada de la Liga por años. Meterse en la pintura era desafiar a la peor pesadilla. Su dinamismo para transformar defensa en ataque era surrealista, una revolución en el básquetbol previo al show; un gigante que corría la cancha con la velocidad de una gacela…¡Quién lo hubiese visto!
 
Russell encabezó a los Celtics desde su llegada en 1957 gestando una dinastía imposible de superar. Junto a Red Auerbach conformaron uno de los dúos más fantásticos jamás recordados, alcanzando nueve títulos en once años. Llegó a sumar más de 21.500 rebotes (21.620, para ser más exactos) y registró 51 en un juego, además de 12 temporadas en fila con 1.000 o más.
 
Russell fue, entre otras cosas, el primer afro-americano en ser entrenador-jugador (1966-67). «Si tuviese que elegir un hombre para empezar un equipo, elegiría a Bill Russell», dijo hace poco tiempo Phil Jackson, quien dirigió a talentos como Michael Jordan, Shaquille O’Neal o Kobe Bryant.

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