África ahorró lágrimas para llorar a Mandela ahora lo llora la humanidad. Donde quiera que exista un hierro para encarcelar está escrito con llanto y dolor el nombre universal de Mandela. Nelson Mandela eres el acero indoblegable de la dignidad. Cambiaste el eje terrestre, el planeta de tu resistencia nunca tuvo noche, un sol meridiano alumbró tu soledad sin sombra. A tus pies murieron el verano, el otoño, el invierno y la primavera, porque venciste el tiempo, arrodillaste décadas y arrinconaste todos los infiernos. Hiciste un cielo del sufrimiento maldito de tus torturadores y cambiaste llantos por carcajadas en la más dura ironía sin venganza.
Contigo nació el verbo resistir: yo resisto fiel a los principios. Tú resistes sobre el filo de la ideología. Él resiste sin miedo a sepulturas. Nosotros resistimos comiendo bayonetas. Vosotros resistéis impedidos de resistir y ellos resisten cuando no resisten. Mandela, eres el verbo hecho carne de pura tenacidad. Nelson estás naciendo y saliendo del sepulcro y te estás elevando más allá del reino celestial de los grandes
Es innegable que África ahorró lágrimas para llorar al símbolo más grande que ha dado la humanidad de resistencia política, Mandela creció por encima de la dignidad de los pueblos discriminados y saqueados para situarse en el lugar sagrado de los héroes. Su vida es un puño cerrado y apretado hasta torcer los dedos, pero un puño de un golpe de conciencia superior a una mandarria. Ningún otro luchador en la historia de la humanidad ha logrado vencer a sus enemigos en circunstancias tan adversas como lo hizo Mandela, o mejor dicho, este David que supo desde el presidio derrotar a millares de Goliat.
Ya Mandela no es de carne y hueso, lo noto hecho piedra, mármol, bronce. Lo percibo estatua, bandera, himno. Veo su figura erguida levantarse como el sol y hasta lo siento caer en aguacero sobre la tierra ardiente de justicia de su África o Sudáfrica.
Mandela en cautiverio desesperaba a los verdugos, ellos estaban más que seguros que los años en solitaria terminarían volviendo loco a Mandela y sin embargo quienes enloquecieron de ansiedad fueron sus torturadores. Desde entonces, la psicología dio vigencia al término de “resiliencia”, es decir, “capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas”.
No pudieron romper el cable de su voluntad de firmeza, vueltas y vueltas, retorceduras y retorceduras… Y su ánimo permanecía impertérrito, firme, inquebrantable. Mas para colmo, no pudieron lograr que con cientos de vejámenes, de los ojos de Mandela descendiera una sola lágrima, por el contrario, cada vez que miraban su rostro tenía una sonrisa, sus brillantes dientes eran una especie de espada que hería a sus vigilantes.
El laberinto de los racistas ya era un círculo vicioso: meses, años, décadas, no conseguían derribar el cadáver de Mandela, con la agravante de que el mundo exigía a gritos su libertad, Mandela se convirtió en el preso del siglo XX, y las autoridades de su país en carceleros de la dignidad de todos los humanos. No había otra salida, o se abren las puertas del calabozo o todos los torturadores de Mandela terminan dentro del calabozo. Prefirieron soltarlo cuando Mandela ya los tenía a todos presos del repudio universal.
Este es el hombre que el tiempo implacable no pudo detener. Esta es la emoción que los africanos lloran. Por él rezan millones, por él oran muchos que no saben orar. El tiempo se hizo sordo, el calendario no escuchó. África sabía que el ocaso estaba próximo, hacía esfuerzo por simular el llanto y ahora soltó sus lágrimas, porque no serán suficientes para llorar el hombre, no alcanzarán sus gritos la dimensión del nombre y el apellido de la resistencia, el emblema de todos los tiempos de la lucha contra el racismo, el inmortal: Nelson Mandela.
