Haití: Arquitecto de su destino

Haití: es el arquitecto de su propio destino. Con estas palabras el entonces presidente de la República Dominicana, Leonel Fernández, pronunció un discurso cargado de solidaridad y emotividad ante los presentes en la Cumbre Mundial Sobre el Futuro de Haití: Solidaridad más allá de la Crisis. Las palabras del ex mandatario procuraban llamar la atención del mundo a mirar con ojos de hermandad al pueblo haitiano. En el texto de su ponencia mostraba un recuento de desastres naturales y el peor de ellos: el terremoto de magnitud 7.5 en la escala de Richter, el 12 de enero de 2010, los cuales, señaló, le habían sumido en una pobreza que en más de un 90% radica en lo extremo.
 
El cónclave celebrado en el país días después de la gran tragedia del pueblo haitiano, reunió al entonces presidente del vecino Haití, René Preval; al padrino desde el trágico momento el ex mandatario estadounidense Bill Clinton; así como también a una caterva de vicepresidentes, ministros, representantes de gobiernos de países de Centroamérica, Suramérica, Norteamérica, El Caribe, Europa, Africa, Asia, y a los siempre dispuestos representantes de organismos internacionales y, sobre todo, mucha seguridad.
 
Estuve allí cumpliendo con labores periodísticas para el Centro de Información Gubernamental; fui testigo presencial de tantos bla, bla, bla, bla, cada vez que alguien tomaba y agotaba su turno para mostrar el protocolo solidario de la nación a la que representaba para colaborar con la causa haitiana. Fueron dos días intensos de discursos, ponencias, presentación de programas de ayudas y calendarios para la entrega de millones de recursos prometidos y repito: bla, bla, bla, bla, bla al por mayor y al detalle. Cuánta hipocresía derramada en tan penosos días de hambre, dolor, sed, muerte y desolación en la nación haitiana.
 
El amplio y elegante auditorio del magnífico hotel de la región Este de la República Dominicana, que para entonces tenía un nombre muy distinto al que lleva hoy, sabe más que los recuerdos de cada uno de los presentes allí de tanto derroche de solidaridad hacia el pueblo haitiano, en el que el mundo mostró la otra cara, casi siempre oculta y diferente a la realidad de cada día.
 
Los reunidos allí garantizaron la entrega de cuantiosos recursos para la reconstrucción de Haití, estimados en más de 11 mil millones de dólares para los próximos diez años. En uno de los párrafos de la reseña de mi historia escribí: La Cumbre puede considerarse como la mayor muestra de que si se quiere, se puede, y que si existe disposición a solidarizarse, hasta el reflejo se recibe con agrado. Señalé entonces que estos 11 mil millones de dólares, podrían paliar el estado de pobreza extrema que padece el vecino país, agravados con el terremoto.
 
Hoy, considero que los presentes allí fueron obligados a dar la cara en tan amargo momento para el pueblo haitiano, ó ¿fue moda? ¿fue sinceridad? Si partimos de las palabras del ex presidente Fernández, la comunidad internacional no ha sido ni es culpable de la situación en que se encuentra Haití. “Haití es el arquitecto de su propio destino», repetía, ante un escenario que lo recibió con aplausos en señal de gratitud por la mano salvadora del gobierno y el pueblo dominicano al desbordarse en ayudas hacia sus vecinos por el terrible momento que los azotaba y destruía aún más.
 
Si se parte de la historia de ambos pueblos se puede considerar que Haití se encuentra sumido en la pobreza y miseria extrema porque no supo invertir en su pueblo la cuantiosa riqueza que heredó de la Francia protectora. Además, le ha perturbado el tener que cosechar el dolor y el terror que sembraron sus militares en la parte española de la isla mucho antes de los 22 amargos años de opresión al que sometieron al pueblo dominicano en el siglo XIX, durante una intervención que los hizo creer que para siempre serían amos y señores de la totalidad de la isla, descartando la existencia del Estado español y, desconociendo aún en pleno siglo 21, las diferencias de culturas, creencias y fe cristiana y la raza dominicana, fruto de la mezcla de aborígenes, europeos y africanos.
 
En la época de pobreza y miseria de la parte española de la isla, los militares haitianos que, lucían vigorosos, fuertes, presumidos, altaneros y cargados de recursos, incursionaban en suelo dominicano a cualquier hora del día o de la noche, donde violaban las mujeres de todas las edades. Si alguien se les oponía se ganaba un pasaporte a la muerte sin mediar palabras, y más, si el que pretendía razón y explicación, era blanco o mulato, e incluso negro, solo bastaba haber nacido de este lado de la isla.
 
Las mil historias contadas sobre los momentos de terror y odio que mostraban los generales y emperadores haitianos; la crueldad que exhibían con la que hacían extinguir a los dominicanos de entonces, hoy se reflejan, y aunque no son las mismas herramientas, tienen contenidas los mismos deseos de destruir a la República Dominicana.
 
¿Puede tener felicidad, riquezas, alegría y armonía Haití? Nació sobre la base de sangre inocente, asesinando a diestra y siniestra a los habitantes vecinos, degollando niños, hombre y mujeres que representaban y servían a la Iglesia de Cristo, en la casa de Cristo; quemando y destruyendo lo que no era de su propiedad ni de su agrado, sólo por odio, solo por avaricia, solo por vanagloriarse en el poder que para entonces ostentaba el pueblo de esclavos libertos.
 
¿Es Haití arquitecto de su destino? La respuesta de lo que aconteció en la isla hace más de 200 años es encontrada hoy. Con la diferencia marcada de que las autoridades haitianas de este siglo 21 no tienen el poder que tenían sus antepasados; no cuentan con la riqueza de entonces; sus militares no usan los uniformes de la guardia francesa de la que se liberaron; no existen los emperadores ni el poder de los primeros años tras lograr su independencia de los blancos.
 
¿Es Haití arquitecto de su destino? Aunque los esclavos haitianos se liberaron del amo blanco que los oprimía, hoy, la historia los mira procurando su apoyo; hoy de rodillas piden, cayendo casi en la desesperación, implorándoles que les permitan buscar su sobrevivencia del lado español de la isla. Piden a gritos a los blancos del mundo unirse a favor de su causa, pero no para que inviertan los 11 mil millones de dólares y un poco más de lo prometido en la Cumbre Mundial Sobre el Futuro de Haití: Solidaridad más allá de la Crisis”, sino, sino, para que muestren como ellos su odio y su afán desmedido para que la isla sea una.
 
Y, sí, Haití, es el arquitecto de su destino, porque procurando lo imposible va camino a su destrucción definitiva, porque el odio es el sentimiento que autodestruye a quienes lo profesan. Un ejemplo de este sentimiento hostil lo observamos cuando la Universidad, construida con dinero de los contribuyentes dominicanos en suelo haitiano, y bautizada con el nombre de Profesor Juan Bosch, hoy es llamada Universidad Henry Cristophe, para con la misma aplaudir el genocidio que cometió su Emperador I contra mujeres y niños dominicanos, a quienes degolló sin piedad, en una iglesia de la ciudad de Moca el día 3 de abril de 1805.

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