Muchas mujeres en todas partes del mundo tienen un campo dinamitado en su propio hogar: un paso en falso o cualquier palabra pronunciada, las hace recibir un golpe o un insulto. Ellas comparten un secreto: son víctimas de violencia doméstica. Es necesario ayudarlas a detener ese abuso.
La violencia doméstica es la causa principal de las lesiones en las mujeres en Estados Unidos (más que los accidentes automovilísticos, asaltos y violaciones combinados). Tanto ellas como todos los miembros de la comunidad, pueden y deben tomar pasos para detener la violencia en el hogar. El mismo escenario se repite en otras partes del mundo, con estadísticas más o menos precisas. Poco importa donde ocurra, es un problema social y humano enorme que no podemos tolerar.
A diferencia de lo que muchas personas creen, la violencia doméstica no sólo incluye la victimización de la persona a un nivel físico (asalto con armas, empujones, bofetadas, asfixia, patadas, etc.), o el abuso de tipo sexual. Es posible además abusar a una persona psicológica y emocionalmente.
El abuso a nivel psicológico o emocional abarca no sólo el lenguaje obsceno, sino además las amenazas de daño físico a la víctima y/o sus allegados, la intimidación, la degradación y la humillación, las acusaciones falsas, y el ridículo. A todo lo anterior, hay que agregar una forma novedosa pero no menos peligrosa y ofensiva: el envío de mensajes electrónicos y los textos por los teléfonos móviles (el ciberacoso).
Como parte de ese abuso psicológico y para perpetuarlo, el abusador procura el aislamiento físico o social de la víctima, negando o dificultando la comunicación con amigos o familiares. La soledad y el desamparo llegan a los extremos cuando evita o rechaza que se le preste a la persona ayuda médica si está enferma o herida.
El objetivo de estas conductas coercitivas (aisladas o sucesivas) es establecer y mantener el poder y control sobre otra persona, sea adulta o adolescente.
Según la Organización Mundial de la Salud, la violencia doméstica es una nueva epidemia tan generalizada que se extiende por toda la historia y todas las culturas. Por increíble que parezca, hubo un tiempo en que la ley de Inglaterra permitía que el esposo golpeara a su mujer siempre y cuando el diámetro de la barra que usara para ese efecto no fuera más ancho que el diámetro de su dedo pulgar. (Sigue…)
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