Tras una caldeada campaña que se prolongó hasta bien entrada la noche, el alcalde secular de Jerusalén fue elegido el miércoles a un segundo período tras una batalla política en la que logró imponerse a un candidato respaldado por dos de las principales figuras del país en una elección que fue la pieza central de sufragios municipales en toda la nación.
«Jerusalén ganó», dijo el alcalde Nir Barkat en su discurso de victoria a eso de las 3: 30 de la mañana. Barkat dijo a sus partidarios que había sido una batalla «dura y compleja» y exhortó a la unidad, expresando que en «Jerusalén hay espacio para todos».
Barkat ganó 51% de los votos, mientras que su contendiente Moshe Lion, quien ganó 45%, reconoció la derrota una hora antes.
Pero la asistencia a las urnas fue débil. Sólo 36% de los electores de la ciudad salieron a votar, en comparación con 31% en Tel Aviv y 45% en Haifa, según informes de los medios.
Inicialmente la baja asistencia a las urnas se consideró una ventaja para Lion en momentos que electores más motivados depositaban su voto en vecindarios religiosos, considerados centros de poder de Lion. Pero las cifras cambiaron a favor de Barkat a primeras horas del miércoles cuando avanzó el conteo de los votos.
La comunidad árabe de Jerusalén pudo ser en teoría el factor decisivo de la elección municipal, pero al igual que en años anteriores boicotearon la votación este año como protesta por el control israelí de la ciudad. La comunidad internacional no reconoce el control de Jerusalén oriental por parte de Israel.
Barkat, un exitoso ex empresario de alta tecnología, ganó por primera vez la alcaldía en 2008 en una victoria considerada un golpe a los muchos años de dominio del sector ultraortodoxo sobre los asuntos municipales. En ese primer período, marcado por un aumento de proyectos turísticos y culturales para impulsar la economía y evitar un éxodo de la población secular, fue considerado en general un éxito.
Sin embargo, Lion, ex jefe de despacho del primer ministro, estaba respaldado por dos políticos clave dispuestos a reclamar su antigua gloria política. Esas figuras —el canciller Avigdor Lieberman y Ariyeh Deri, líder del ultraortodoxo partido Shas, tenían mucho que ganar y perder.
