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¿Dios está con el cura violador o el niño violado?

LA VOZ DE LOS QUE NO LA TIENEN ||
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Muchos dominicanos habíamos abandonado viejos rencores por acciones deleznables de los católicos. Más los últimos escándalos de niños indefensos violados por sacerdotes y agresiones  gratuitas del Episcopado a la prensa han revivido viejas heridas.
 
El enfado con la prensa se “entiende”. Si los medios no ponen en evidencia a curas rastreros, abusadores de niños, la Conferencia del Episcopado, como siempre, hubiese tapado la vagabundería de delincuentes disfrazados de sacerdotes (los demonios con sotanas).
 
“Las cosas no se aclaran nunca ni con el olvido ni con el silencio”, decía el poeta Pablo Neruda en Versainograma a Santo Domingo.
 
Esto viene de lejos. Muchos dominicanos nunca entendimos cómo la Iglesia  sirvió de trípode a la dictadura más brutal que jamás haya sufrido un pueblo americano. ¿Dios estaba con los esbirros torturadores o con las víctimas de la dictadura trujillista?
 
Tras  la Iglesia beneficiarse de la dictadura por 30 años, al percatarse  que el régimen trujillista  se derrumbaba abandonó el barco y denunció las barbaries del tirano.
 
En 1962 surge el primer presidente democrático que ganó con el 60% de los votos. La Iglesia fue la principal conspiradora para tumbar a Juan Bosch.  Echaron por las bordas todas las reformas que beneficiaban a los hijos de machepa. ¿Dios está con los ricos o con los pobres que favorecía el gobierno de Bosch?
 
Monseñor Arnulfo Romero visitó  al papa Juan Pablo II  y le explicó el acoso de que era víctima por la dictadura militar salvadoreña. Pero el pontífice lo regañó por estar en alianza con “el peligro comunista”.
 
El carismático Romero, defensor de los oprimidos y de los derechos humanos,  no recibió el apoyo de la jerarquía católica.  A los pocos días, el 24 de marzo de 1980, en una misa lo mataron. ¿Dios está con el pueblo reprimido o con los opresores?
 
Es una de las imágenes más fuertes de la época  de la revolución sandinista: El padre Ernesto Cardenal arrodillado en la pista del aeropuerto de Managua humillado por Juan Pablo II.
 
Frente a todas las cámaras de televisión,  lo recriminó con el dedo índice acusador  por su vinculación con el gobierno sandinista, que en 1979 derrotó medio siglo de la dictadura más vil de la región, la de los Somoza.
 
La Iglesia se alió al gobierno norteamericano (los contras nicaragüenses) y mantuvieron un acoso infernal a los sandinistas.
 
Lo malo de esto es que de la misma forma que el Vaticano se alió a la guerra sucia  norteamericana para dañar los movimientos de los ideales más puros, asimismo hoy los escándalos  derrumban la Iglesia ante las narices de sus reaccionarios jerarcas.
 
No se enteraron que el mundo cambió. Es la sociedad de la información y la tecnología. La Iglesia quiere regir un mundo nuevo con  viejas estructuras y un pensamiento  medieval. Ya las redes sociales no permiten encubrir escándalos y la Iglesia ni mete miedo ni tumba gobiernos.
 
Quiero concluir mi artículo con una reflexión de Nicolás Maquiavelo, que conoció la iglesia romana en su intimidad, fue aliado de los Borgia.  Él sabía de todas sus diabluras.
 
“Quisiera cuando me muera irme al infierno, pues de seguro allí  me voy a encontrar con papas, curas y políticos corruptos que hicieron tanto daño aquí en la tierra”, dijo el autor de El Príncipe.

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