Los derechos en mi adolescencia

Fueron años hermosos, tenía tantas ocupaciones que eran normales en adolescentes de mi generación. Iba a la escuela, un año en horario matutino y otro en vespertinos. Nunca pregunté a mis padres si tenía derecho a algo, ni siquiera fuera de mis responsabilidades que no eran mas que ayudar a mi mamá con los oficios de la casa y los de estudiar.
 
Fuera de ese mundo mágico en que viví mis primeros años de juventud, no oí nunca hablar si yo tenía derecho a tal o cuál cosa. Era feliz, me bastaba con llegar del colegio, si era en horario matutino, comía, luego fregaba y limpiaba. Después me bañaba y hacía mis tareas. Mi madre siempre se preocupaba para que tuviera los libros y los artículos escolares que necesitaba y así evitar que fuera a estudiar a  otra casa,  nunca ha querido saber de los “compinches”.
 
Si era en horario vespertino, me levantaba temprano, ayudaba a mi mamá en la cocina, limpiaba y cerca del mediodía me bañaba antes de comer. Partía al colegio y al regreso, si mi mamá no había hecho la cena yo asumía el rol, luego realizaba mis tareas antes de dormir.
 
Así pasaron esos años que añoro, repito, era feliz, y sentía que si tenía derecho a algo era  estudiar y pasar de curso con buenas notas; ayudar a mi madre en las tareas del hogar y si quedaba algún espacio de ocio los dedicaba a leer ó a tejer ó simplemente a hacer manualidades, sino llegaba alguna amiguita con un juego de jack,  entretenimiento que era una delicia en tiempos de mi adolescencia.
 
Mis amigas y yo hablábamos de tantas cosas, y nunca a ninguna las oí decir que tenían derecho a hacer cosas que entendíamos eran reservadas a mayores. El tema de la sexualidad se quedaba en los comentarios ingenuos de relatar que tal o cual muchacho nos gustaba, y que si nos miraba de reojo o “picaba un ojo”, era suficiente para no dormir durante varios días.
 
Si había romance, casi siempre al escondido, los encuentros eran fugases y los besos se quedaban en el aire, y nunca nadie dijo u oyó decir que podían hacer más que eso “porque tenían derecho”.
 
Acompañar a las madres a hacer las compras, a las iglesias, a visitar enfermos, salir en Navidad a ver las decoraciones, ir a comer helados los domingos en la tarde, era el resumen de los derechos que sentía tener, al igual que mis amiguitas adolescentes de mi generación.
 
Durante las vacaciones ya mi mamá tenía alguna ocupación en los cuales debía emplear las tardes durante uno o dos meses. En algunos años me enviaba a disfrutar las vacaciones a casa de mi abuela ó de algunos de mis tíos, y en ninguno de esos hogares nadie me dijo que yo tenía derecho a hacer algo que no fueran las mismas costumbres que recibía en mi casa.
 
Derecho de qué puede tener una niña de 12, 13, 14 ó 15 años que no sea el de estudiar, el de alimentarse, de divertirse con juegos infantiles. Qué derechos puede tener una niña de esas edades que no sea el de ayudar a su madre en la casa, aprendiendo a asumir responsabilidades de mujer que por más profesional que se forme debe ser toda una “ama de casa”, en el sentido de que debe saber cocinar, fregar, limpiar, planchar, entre otras ocupaciones.
 
Derecho de qué diablos puede exhibir una come…….m…….que aún no ha aprendido a lavar su ropa interior ni mucho menos higienizar sus partes íntimas. Derecho de qué diablos hablan que tiene una niña que aún no conoce tal ó cuál órgano de su cuerpo, y porque a alguien se le ocurre decir que tiene tales ó cuales derechos, permite a cualquiera hacer uso de los mismos sin medir las consecuencias.
 
El estrujar en la cara a esta sociedad de supuestos derechos de las niñas a hacer actos fuera de tiempo y de lugar, aumentará el alto porcentaje de embarazos en adolescencia que en la República Dominicana tiene potencial de epidemia, amén de que estos “derechos a actos sexuales” contribuyen a desbordar los índices de pobreza, delincuencia y  prostitución.
 
La crianza que recibí de mi madre trato de transmitirla a mi hija que, a pesar de los “tiempos modernos” en que vivimos, la he formado con similares ejemplos. Hoy cuenta con 19 años, nunca la he oído decir que tiene “derechos a hacer cosas que no sean los de forjarse como profesional, además de ser toda una mujer digna de encabezar un hogar donde primen los valores.

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