¿Y eso qué importa?

El sexo entre escritores o escritoras y en toda la sociedad, es un hijo libertino del placer o de la breve felicidad, pero por encima de sus tentadoras fronteras, florecen las virtudes y los valores, porque las personas no definen su existencia por la naturaleza de las caricias interesadas que reciben.
 
El alma humana no tiene preferencias sexuales, se eleva hasta el cielo libre de goces o deseos impúdicos, como en la niñez, en cuya inocencia transparente discurren limpios los más hermosos recuerdos que permanecen encendidos en la memoria toda la vida.   Cada personalidad posee un círculo íntimo, particular, propio del espacio del yo, donde cohabitan sin tiempo y sin ojos los deseos carnales. La preferencia sexual de un escritor o de una escritora de renombre, no tiene ningún interés de trascendencia al analizar la calidad literaria de su obra, a menos que sus personajes, acciones o textos poéticos, sirvan de espejo para proyectar su drama personal. Sin embargo, gotas de inmundicias morales han caído sobre la vida sentimental de grandes autores e intelectuales com Platón, Sofo, Julio César, Óscar Wilde, Paul Verlaine, Arthur Rimbaud, Somerset Maugham, Yukio Mishima, Marcel Proust, Jean Genet, Gabriela Mistral, Tennessee Williams, André Gide, Truman Capote, Hans Christian Andersen, Pier Paolo Pasolini, Simone de Beauvoir,Federico García Lorca, Jean Cocteau, Virginia Woolf, Michel Foucault, Marguerite Yourcenar, entre otros; porque de ellos se dice que fueron homosexuales. ¿Y eso qué importa?
 
Ciertamente, carece de relevancia. No obstante, sucede lo contrario con sectores de la sociedad que tienen el criterio de que la homosexualidad es un mal peor que una enfermedad crónica y a partir de esa visión discriminan, condenan y maldicen esa tendencia, al extremo de proclamar abiertamente que, “mejor un hijo muerto que un descendiente gay”.
 
Esa censurable postura ocasiona que los escritores que tienen preferencias de su mismo sexo, libren dos batallas de vida al mismo tiempo. Ellos deben triunfar en la literatura por encima del esfuerzo propio y derribar los prejuicios que los etiquetan como seres extraños y en cierta forma “dañinos” por su “mal ejemplo”. Abrumados en un mundo de críticas morales, de ocultamiento, sexo clandestino, conductas pecaminosas y matrimonios fingidos, muchos de los “dañinos”, logran la doble corona, se despojan públicamente de la máscara y llegan a la fama marchando sordos, ciegos e indiferentes a sus detractores. Y empujados por la fuerza de su talento suben a los elevados peldaños del éxito.
 
En ese contexto, dos vidas brillan como un diamante: el sublime escritor francés André Gide (1869-1951, novelista, poeta, dramaturgo, diarista, epistológrafo, traductor, pianista); y la excelsa poetisa, pedagoga y diplomática chilena Gabriela Mistral (1889-1957). Ambos no se detuvieron a contemplar los pincelazos burlescos que intentaban ensuciar la grandeza de su obra artística;  en cambio, después de décadas de trabajo, resultaron galardonados respectivamente con el Premio Nobel de Literatura. Mistral en 1945 y Gide dos años después.
 
Mientras otros de niveles igualmente encumbrados en las bellas escrituras, sucumbieron en desplomes múltiples de decepciones horrendas que destruyen su genio y su existencia efímera: Óscar Wilde (Irlanda 1854-1900), Paul Verlaine (Francia 1844-1896), Arthur Rimbaud (Francia 1854-1891) y Federico García Lorca (España 1898-1936). Los dos primeros sentenciados -por separado- a dos años de cárcel por ser homosexual (sodomitas). Y Rimbaud y Lorca, estrellas fugaces del verso creativo de genialidad incomparable, cuya calidad lírica cambio el rumbo de la poesía en el mundo, pese a que la muerte se llevó al sepulcro al primero con 37 años de edad, y a Lorca -por el fusilamiento- con treinta y ocho años de vida.
 
La cinematografía proyecta en las pantallas los escándalos de los citados escritores gay Verlaine, Rimbeaud y Wilde. Las relaciones homosexuales accidentales y violentas entre Poul Verlaine y Arthur Rimbaud se aprecian en la película “Vidas al límite”, dirigida por la polaca Agnieszka Holland, con las interpretaciones de Leonardo Di Caprio en el papel de Rimbaud y David Thewlis en el de Verlaine. (Dar clip derecho en http://www.youtube.com/watch?v=8rUxMa-MS4E). Al ver la fílmica sentí que solo se tratan los asuntos sentimentales que nos llevan a la interrogante de, ¿y eso qué importa?.  En cambio, se deja de lado el aspecto literario de los dos poetas. También la vida y el juicio seguido a Óscar Wilde por su preferencia sexual con un joven menor de edad, se ven en las escenas del rodado “Wilde”: “-¡He venido para que dejes en paz a mi hijo. ¡Sodomita!”. Con esta fuerte frase se inicia la referida cinta.(http://www.youtube.com/watch?v=ZnTHhMpdPw8).
 
Independiente de lo que pude apreciar en los escándalos que presenta el llamado “séptimo arte”, debo decir de espalda a estas trivialidades de lo personal, que el lector que descubre a Óscar Wilde como escritor, siente que él marcará su vida para siempre. Cada vez que nos miremos al espejo recordaremos su libro “El retrato de Dorian Gray”, cuyo mensaje final frenará nuestro miedo a la vejez y el temor de detener el tiempo con el bisturís. Wilde, el inmenso creador de imágenes poéticas, deja algo más que huellas en sus lectores, deja heridas emocionales que jamás cicatrizan en nuestro espíritu. Pero Lorca es Lorca y sus poemas son conciertos que tienen la musicalidad inconfundible de sus palabras, con tonos que anuncian la salida sin salida de la luna, presa en la magia delirante de su pluma. Mas Rimbaud es un sol sin ocaso que calienta el pensamiento sobre la imaginación: ¡La vida es la farsa en que participamos todos!, nos canta sin poesía.
¿Si la homosexualidad ha estado presente desde tiempos inmemoriales en la literatura, la pintura, la escultura, la música y en casi todas las actividades sociales, por qué ahora se le ve como algo no normal? La respuesta es un camino con variadas bifurcaciones de criterios, argumentaciones, justificaciones y rechazos, igual que un río de muchos meandros.
 
En su sugestivo libro “GAY: LA IDENTIDAD HOMOSEXUAL DE PLATÓN A MARLENE DIETRICH’’, -Ed. Turner 2007- el escritor italiano y profesor de Literatura Comparada Paolo Zanotti (42 años de edad), da satisfacción a esta interrogante, “a lo largo de la historia de la humanidad, desde Grecia hasta los grandes iconos cinematográficos del siglo XX, homosexualidad y heterosexualidad se ven como dos formas de existir perfectamente separadas. Sin embargo, hasta hace muy poco no se había trazado una división clara en este aspecto… tendríamos que dejar de preguntarnos de dónde proviene la homosexualidad, porque hacerse una pregunta así supone cuestionarse por algo que se considera ‘anormal’, y nadie se interroga por qué somos heterosexuales… Será cuestión de tiempo que la homosexualidad acabe considerándose como cualquier otra variable del ser humano, como ser morenos o rubios”, subraya con énfasis Zanotti.
 
En la lista rosa de los “tildados de ser …”, aparece una celebridad de la literatura, Marcel Proust (1871-1922), escritor francés del más alto prestigio. Novelista, ensayista,crítico y autor de la serie de siete novelas, que de conjunto titula, “En busca del tiempo perdido”. Uno de los libros más destacados e influyentes de la literatura del siglo XX, el cual es considerado cumbre de la narrativa francesa y universal, por su extraordinaria belleza literaria y la deslumbrante sutilidad psicológica de los personajes. Esta obra clásica está situada dentro de las llamadas «novelas mundo», como puedan serlo la “Comedia humana” de Honoré de Balzac, “Rayuela” de Julio Cortázar o los “Rougon-Macquart” de Émile Zola. De su vida íntima dice Madeleine Lemaire, -dueña del salón que Proust frecuentaba- que asiduamente llegaba acompañado del francovenezolano Reynaldo Hahnuna, quien era abiertamente homosexual y que el famoso autor francés nunca negó que Reynaldo fuera su pareja sentimental. La preferencia sexual de Proust quedó evidenciada en sus trabajos, se aprecia en la obra Sodoma y Gomorra, cuando analiza la homosexualidad masculina y femenina.
 
Otra que no escapa de la mira de los chismosos, es la prestigiosa Simone de Beauvoir (Francia 1908-1986). Filósofa, catedrática, novelista, feminista, ensayista y biógrafa. Esposa del Premio Nobel de Literatura (1964) Jean Paul Sartre. Escribió novelas: “La invitada”, “La sangre de los otros” (1944)“Los mandarines”(1954). Alcanzó el Premio Goncourt, considerado como el más importante de todas sus obras. Su ensayo “El segundo sexo” es hoy un texto de referencia fundamental en los estudios de género, ha vendido millones de ejemplares y es considerado la Biblia del feminismo, porque es un profundo análisis sobre el papel de las mujeres en la sociedad y la construcción del rol y la figura de la mujer. Beauvoir fue dueña de un cerebro superdotado y de un caudal abrumador de lecturas. Nadie duda que fue la mujer intelectual y pensadora de mayor erudición y solidez ideológica del siglo XX. Pero el chisme farandulero la sindica como bisexual, al efecto, la editora Lumen publicó en el año 2007 el libro del escritor norteamericano Hazel Rowleyn, en versión en español, “Sartre y Beauvoir: La historia de una pareja”. En sus páginas se dicen horrores de Beauvoir, “la escritora tuvo relaciones homosexuales con jóvenes que fueron sus alumnas, como Olga Kosakiewicz, de diecisiete años, Blanca Bienenfeld y Nathalie Sorokine, e incluso que resultó denunciada ante el Ministerio de Educación, por corrupción de menores por la madre de la adolescente Sorokine.
 
La preferencia sexual es un tema que inquieta a los pensadores y a los científicos. Ubicado en una plataforma investigativa, el prestigioso psiquiatra norteamericano Francis Mark Mondimore, autor de la obra “Una historia natural de la homosexualidad”, Ed. Paidós, 1998, expresa que, “a lo largo de la humanidad la gente ha definido la homosexualidad de muchas formas: como un pecado terrible, un don divino, una enfermedad mental o una alteración de la naturaleza humana. Desde que se acuñó la palabra «homosexual» en 1869, académicos y científicos de distintas disciplinas han intentado comprender el fenómeno”. En este aspecto coincide con el eminente intelectual francés Michel Foucault (1926-1984, quien -reconoció públicamente ser gay) en su texto clásico HISTORIA DE LA SEXUALIDAD I, edición en español del 1976,expresa que, “La homosexualidad entendida como una categoría utilizada para definir un grupo específico de individuos, no nace sino hasta la segunda mitad del siglo XIX. La sexualidad es una invención moderna, pues los antiguos solo conocían las artes de amar. Es decir, de cómo hacerlo lo mejor posible con quienquiera que sea”.
 
La lista intrusa y metiche presenta un nombre cuya biografía impresiona significativamente, es el caso de Jean Genet (París, 1910-1986,). Uno de los más originales y sólidos novelistas del siglo XX. Fue un niño y adolescente delincuente que al llegar a la adultez no varió su conducta criminal. En cautiverio produjo la mayoría de sus novelas como su best seller “Diario de un ladrón” (1949). Simone de Beauvoir, definió al escritor como “un matón genial”. Altiempo que Sartre le dedicó su excelente ensay “San Genet, comediante y mártir”(1952). La crítica dice con jocosidad que “si Genet no hubiera existido Sartre lo habría inventado”. El Premio Nobel dice de Genet, “es un delincuente, mentiroso, homosexual sadomasoquista, que al mismo tiempo es un extraordinario escritor, un espíritu brutalmente exquisito, un santo y mártir al revés, que se hace apóstol del Mal, un místico de los infiernos. Sartre lo presentó en New York como un verdadero genio literario. A pesar de que el novelista Jean Genet fue condenado en 1948 a cadena perpetua, un grupo de intelectuales franceses, que habían leído sus primeras obras, encabezados por Jean Cocteau, lograron su indulto.
 
De este lado del océano Atlántico en tierras de Norteamérica resalta la figura literaria de Tennessee Williams (EEUU. 1911-1983), dramaturgo, novelista y poeta. Premio Pulitzerde teatro por “Un tranvía llamado Deseo” (1947). Considerada como una de las obras más importantes de la literatura estadounidense, llevada con éxito al cine con actuación deMarlon Brando en1955. Es autor también de «La gata sobre el tejado de zinc”, rodada con reparto estelar de Elizabeth Taylor y Paul Newman. Otras son “El zoo de cristal”(1945), “La noche de la iguana”(1961) y “La rosa tatuada”. En veinticuatro años, 19 obras dramáticas de Tennessee Williams se representaron en Broadway. También se han escenificado en otros países. En algunos de sus libros este autor no discute honestamente sobre su propia homosexualidad, ya proclamada en sus “Memorias”(1973). como si Tennesseese preguntara, ¿y eso qué importa?
 
Los listeros siguen sin escuchar razones valederas y en sus crónicas amarillas ponen el nombre de otro grande, Somerset Maugham (1874- 1930). Novelista, dramaturgo y escritor británico. Es autor de “Servidumbre humana” (1915), calificada por los críticos de la época como «una de las novelas más importantes del siglo XX». Maugham es uno de los escritores en lengua inglesa más famosos del mundo. Trabajó en Hollywood como guionista, en ese ambiente cinematográfico conoció a Frederick Gerald Haxton, un joven de San Francisco que dicen que se convirtió en su compañero íntimo.
 
Las ideas sobre la “normalidad” de la homosexualidad se reciben con carcajadas, algunos con cierta ironía se refieren a “los “sueños del filósofo Foucault”, quizás la risa está motivada en el peso de la realidad, pues la mayoría de las legislaciones en el mundo prohíben los matrimonios de personas del mismo sexo y casi todas las religiones mantienen el “NO” a las uniones entre homosexuales. Asimismo canales de televisión, editoras, periódicos y revistas que les dan preferencia al morbo, no dejan de realizar y publicar documentales, libros, reportajes y artículos, sobre la homosexualidad de los famosos, porque al parecer para tales medios ¡Eso sí importa”.
 
Por ejemplo, presentan las cartas de las relaciones sentimentales entre Gabriela Mistral y su compañera de toda una vida, la escritora norteamericana Doris Dana (1920-2006), a quien le legó parte de su patrimonio. “La correspondencia entre Dana y Mistral revela aparentemente el establecimiento de una sólida relación interpretada por muchos como lésbicas, cosa que Dana negó hasta el final de sus días”. Pero la editorial Lumen en 2009, bajo el título de “Niña errante”, publicó en el libro parte de las pruebas: «Doris, yo estoy en Estados Unidos por ti, soy tuya en todos los lugares del mundo y del cielo. Tal vez fue locura muy grande entrar en esta pasión”. Firmado, Gabriela Mistral. ¡Caramba!, pero porqué no se proyecta la inmensidad literaria de una escritora que trajo a Latinoamérica el primer Premio Nobel de Literatura y hasta ahora es la única mujer de las nuestras que lo ha logrado.
 
Algo similar ocurre con la vida de la extraordinaria escritora belga-norteamericanaMarguerite Yourcenar (1903-1987), novelista,poetisa, dramaturga y traductora. Primera mujer elegida miembro de número de la Academia francesa, aunque desde1970 y a pertenecía a la Academia belga. Una de las más respetadas autoras en lengua francesa, tras el éxito mundial de su libro “Memorias de Adriano”. Por desgracia para su fama, los medios solo quieren hablar de sus relaciones con la traductora norteamericana Grace Frick, en Wikipedia se lee: “Yourcenar era bisexual, ella y Frick se harán amantes y seguirán juntas hasta la muerte”. Y citan los pensamientos de Yourcenar con evidente malicia: “Dónde huir? Tú llenas el mundo. No puedo huir más que en ti». ¡Qué barbaridad! Señores, me vuelvo a preguntar, ¿y eso qué importa?
 
Me niego a referirme a la sexualidad de esta lista de grandes escritores, prefiero abrir la fuente de su talento para beber en ella sin calmar mi sed. Escojo tan solo uno para al través de él dejar como semilla el material que bien debieran plantar los medios en sus reportajes, para que florezcan sus esfuerzos creativos y no las desvergonzadas menudencias que se nos venden. Hablemos de André Gide, de sus obras literarias, de sus memorias “Si la semilla no muere”, de “Los cuadernos de André Walter”. También del “Inmoralista” y de “La puerta estrecha”; o de “Los falsos monederos” y de otros tantos como “Los alimentos terrestres”:
 
“Natanael, cuando me hayas leído, tira este libro y sal. Yo quisiera que mi libro te diera el deseo de salir; salir de donde sea, de tu ciudad, de tu familia, de tu habitación, de tu pensamiento. Sal de tus miserias; sal de ti mismo”. Así se dirige Gide en la Introducción de “Los alimentos terrestres”, a su desconocido lector imaginario, a quien él llama Natanael.
 
“Lo más bello que he conocido en la tierra, Natanael, es mi hambre. Ella siempre le ha sido fiel a todo aquel que la esperaba. Natanael: aprende a  convertir cada emoción en una embriaguez (…). Las fuentes las encontrarás allí donde las hagan brotar nuestros deseos (…). No desees encontrar a Dios en ningún otro sitio que no sea en todas partes (…). Todos nos creemos en el deber de descubrir a Dios. Y Dios es lo que está ahí delante de nosotros (…). Quela importancia esté en tu mirada y no en la cosa que estás mirando”.
 
Al leer su prosa uno sabe que André Gide es un escritor de madera, pero no de cualquier árbol duro, sino de madera centenaria, del más precioso y valeroso cedro, del que brilla en la oscuridad como un sol radiante tragado de un bocado por el mar. Con Gide se crea la confusión al no saber dónde ha terminado la senda de la prosa y cuando ha comenzado el camino de la poesía, porque sus cuerdas vocales inspiradas en bellas palabras, callan los instrumentos propios del prosista. Por eso dice la crítica: Los “Alimentos terrestres” de André Gide no son  versos, no es prosa, son un cántico; un cántico a nuestros cinco sentidos plasmados frente al mundo”. Y yo subrayo, Gide se aferra de la pluma como un capitán que conduce con maestría su barca. Sus frases son estremecedoras, saltamos a gritos insolentes, ¡coñ…! ¡qué tremendo es este hombre!
 
Y de todo esto es que debemos hablar amigos lectores, porque de aquellas otras cosas, ¿qué importa?, pues este listado de escritores y escritoras situados al nivel celestial, hace recordar a Arthur Rimbaud, el poeta: “todos ya la han encontrado. ¿Qué? La eternidad: es el sol fundido con el mar”.
 
http://www.almomento.net/articulo/133516/%C2%BFY-eso-que-importa?

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