Tel Aviv.- El presidente norteamericano, Barack Obama, comenzó al mediodía su visita a Israel, precedida de pocas expectativas e interrogantes sobre el apoyo que solicitan sus anfitriones a su insistencia en atacar a Irán.
El periplo incluye sendas visitas de cinco y tres horas el jueves y el viernes a la Cisjordania, donde la víspera se registraron protestas contra su presencia, y el Reino Hachemita de Jordania, convulsionado por una creciente oposición islámica y laica a la monarquía de Abdallah II.
Voceros estadounidenses dijeron horas atrás que Obama se propone «escuchar a los líderes israelíes, palestinos y jordanos», descripción que se conjuga con anuncios de que no trae en agenda una iniciativa para reanudar el proceso de paz, estancado por la expansión de los asentamientos para emigrantes judíos en Cisjordania. Otro posible objetivo es remendar sus relaciones con el primer ministro israelí, Benyamin Netanyahu, que se decantó por Mitt Romney, el rival republicano de Obama en los comicios presidenciales norteamericanos de noviembre pasado.
La visita es vista con una mezcla de expectación y críticas por sectores israelíes, que no perdonan al mandatario estadounidense el periplo de cuatro años atrás a la zona, durante el cual se abstuvo de visitar Israel.
Uno de los gestos significativos de la estancia presidencial será la visita a emplazamientos de los sistemas de misiles Domo de Hierro, presentado como imbatible, a pesar de opiniones en contrario de expertos castrenses, Varita Mágica y Arrow, construido con ayuda del Pentágono.
Según el criterio común, esa parte del programa contiene un mensaje subliminal: la continuación del apoyo militar estadounidense a Tel Aviv, con todo lo que ello implica.