A las 8 de la noche (hora de Roma), entra en vigor la renuncia de Benedicto XVI, elegido el 19 de abril de 2005, líder espiritual de más de mil millones de personas en el mundo.
Benedicto XVI abandona la Santa Sede, tres horas antes de que concluya su papado, y se traslada junto a dos secretarios y cuatro seglares consagradas que le ayudan (la llamada «familia pontificia»), a la residencia de Castel Gandolfo, sita a una treintena de kilómetros al sur de Roma.
«Entre vosotros, en el Colegio Cardenalicio, está el futuro papa, al que ya prometo mi respeto incondicional y obediencia. Continuaré cerca de vosotros con las plegarias, especialmente en estos días (del cónclave), para que seáis plenamente dóciles a la acción del Espíritu Santo en la elección del papa», afirmó sereno y sonriente el religioso.
El papa Ratzinger destacó, además, que en estos ochos años vivió «momentos bellísimos de luz radiante en el camino de la Iglesia, junto a otros en los que las nubes se condensaban en el cielo».
Benedicto XVI abogó para que el Colegio Cardenalicio sea «como una orquesta, en la que la diversidad pueda llevar a una armonía acorde» y llamó: «Permanezcamos unidos, queridos hermanos, en las plegarias y especialmente en la Eucaristía. Así servimos a la Iglesia y a toda la humanidad”.
