Con motivo de su mensaje este 27 de febrero, ante la sesión conjunta de Cámara y Senado, y por el 169 aniversario de la independencia de la República Dominicana, consideramos que para el presidente Danilo Medina no es sólo asunto de rendición de cuenta.
Ya es tiempo de pasar de las palabras a los hechos, y no de expectativas. La decisión de suspender por ahora el caso del fraude inmobiliario de 1,491 títulos fraudulentos en Bahía de las Águilas ha sido certera, pese a que el decreto de anulación de esos títulos no ha llegado aún.
La opinión pública así lo reconoce, y no es para menos. No dudamos de su buena fe en el ejercicio del poder en los seis meses y medio que lleva en el Palacio. Pero, cuidado con las sombras y manzanas podridas que lo rodean en los pasillos del poder, y los golpes de efecto.
Su intención ejecutiva ha sido clara en ciertos aspectos, como por ejemplo poner los fondos públicos al servicio del pueblo, fomentar una educación de calidad e incentivar la producción agrícola en el campo dominicano, el funcionamiento de los servicios de salud pública y la competitividad, entre otros asuntos de cardinal importancia para el desarrollo del pueblo y del país.
No obstante, el presidente Danilo Medina enfrenta numerosos escollos como capitán de la nave del Estado. En su mensaje tendrá que convencer al pueblo de sus planes y objetivos para sortear asuntos espinosos como el déficit fiscal, la calidad del gasto público, deficiencias energéticas, la herencia de la corruptela, la impunidad, la delincuencia, seguridad jurídica, empresarial y ciudadana, la política de empleos para la juventud, y la deuda pública galopante, entre otros.
Pero los peligros para Danilo Medina no son sólo externos. También lo son a lo interno. Dentro de su partido y del gobierno. Primero, el caso de Bahía de las Águilas es sólo el tope del témpano. Está pendiente la revisión del contrato de explotación de oro de la Barrick Gold, aprobado a pleno pulmón y sin estudio por los mismos legisladores de su partido y sus asociados, así como otros negocios públicos heredados que siguen siendo cuestionados en la opinión pública.
Tres funcionarios reciclados del pasado gabinete de LF, y de su “plena confianza”, no alcanzan ha explicar los vericuetos de un negocio de dudoso origen de tierras protegidas, cuestionado por la mayoría de los estamentos sociales incluida la iglesia Católica, y optan de manera irresponsable en lavarse las manos o echarle la culpa a otros. Un pésimo ejemplo de rendición de cuentas entre peledeístas acostumbrados a la soberbia del poder. Tanto así, que proclaman la quimera de 20 años en el poder, una especie de Priísmo caribeño apto para tribus africanas muy atrasadas.
Segundo, un Congreso morado “atravesado”, donde la lucha por el control entre la vieja guardia “leonelista”, ultra conservadora, recalcitrante, carnívora y poco transparente; y el nuevo enfoque “danilista”, abierto, liberal, vegetariano, con rostro humano, de consenso, amenazan al parecer con resucitar el viejo dilema de esa corporación político-económica cebada en el erario público que es el PLD: ¿Quién es que manda: Danilo o Leonel?.
Como gobernar es un asunto político más de fondo, que de estilo y de forma, Danilo Medina tendrá que trazar, en su momento, una línea sobre la arena. Reafirmar su liderazgo dentro o fuera del partido, optar por un equilibrio de fuerzas que le permitan navegar con pocas tormentas, imponerse con el sable del autoritarismo entre los “compañeritos”; o como su antecesor, enfrentar el rechazo, la denuncia y la indignación pública de un pueblo cansado y harto de engaños que en su momento pasará factura.
El presidente dominicano Danilo Medina sabe a ciencia cierta, como Juan Pablo Duarte lo entendió en su contexto, que el dinero del pueblo es sagrado. Pero a la vez comprende por razones históricas y de principios, que resulta más fácil entrar al Panteón de los Héroes que salir de él, con o sin nominilla. Por lo tanto, tendrá que tener mucho cuidado con los hábitos y costumbres de las cuñas de su mismo palo…