El otro Santo Domingo

El periodismo investigativo ha logrado enfrentar situaciones y modificar opiniones, entre otros aportes. Nadie debe oponerse a que se informe sobre violaciones a la ley, escándalos y todo lo demás, sin olvidar alteraciones del ritmo constitucional, nepotismo y corrupción pública y privada. Sin embargo, al llevar a cabo esas labores, existe el peligro, no sólo de acusar sin pruebas, sino  de generalizar la mala conducta, extendiéndola al pueblo,  comunidad religiosa y  partido político.
 
Los reportajes sobre un reciente escándalo en el cual se menciona a un prominente político estadounidense en quien parece centrarse gran atención, han dedicado más espacio a describir el tema de la prostitución en un país hermano. Un titular grandemente desplegado afirmaba: “Aquí la prostitución está en todas partes”. Se refería a un “pueblecito pequeño”, pero para quienes preferían leer otras noticias podía indicar que todo el país, vivía de la práctica de la profesión más antigua.
 
Es lamentable arruinar la reputación de una persona, pero la vida pública tiene esos riesgos. Ahora bien, escoger algo ocurrido en un lugar determinado para un despliegue de primera plana, puede convertirse en una forma  de hacer daño a un pueblo.
 
Recuerdo en una ocasión una referencia de la a Habana, como el burdel de América. Una persona que lo comentaba fue interrumpida. Se le indicó que en su propio país se había producido recientemente una gran redada en torno a esa práctica nada honorable. Pero aún si se aclara con palabras perdidas en un largo trabajo, que la prostitución no es exclusiva de una nación.
 
Por tal motivo, me siento obligado a recordar a los posibles lectores de tales reportajes, respetando la libre expresión del pensamiento y la libertad de prensa, que no sólo la prostitución existe, adoptando diversas formas y estilos, a lo largo y ancho de la geografía universal,  sino que la República Doinicana no es el ejemplo más notorio, por mucho que se esfuerzen en dar a entender lo contrario, quienes sólo conocen ese y otros países por una corta visita.
 
Los mayores problemas que enfrenta la patria de Duarte, Sánchez, Mella, Máximo Gómez y otros próceres son la escalada de violencia, comparable a la que existe en otras regiones cercanas o lejanas, y el universalmente extendido narcotráfico. Enfrentar esa situación pudiera hasta sufrir por el despliegue del caso que nos ocupa, pues quizás demore la instalación de métodos importantes para detectar la entrada de drogas en el país y hasta repercutir sobre el debate de las nuevas propuestas inmigratorias que afectan a tantos de los que hablan nuestra gloriosa lengua española en Norteamérica. Esos temas requieren consideración aparte.
 
Me veo obligado a recordar algo fundamental. Me refiero a la realidad de que hay otro Santo Domingo, otra República Dominicana, otra Quisqueya, tierra muy diferente a la que ha recibido tanta atención en días pasados. Un país en el cual se combatió contra cuatro banderas por mantener la independencia. Los dominicanos derrotaron en el campo de batalla a Inglaterra en el siglo XVIII, a Francia, Haití y a España en el siglo XIX. Si alguien duda puede consultar textos de historia, no solamente los escritos por dominicanos, sino otros muchos escritos por importantes personajes extranjeros como “La Viña de Naboth”, dos volúmenes del famoso diplomático estadounidense Benjamín Sumner Welles.  Se trata de una nación que aún separada de su Madre Patria ha sabido conservar la cultura y el idioma, tierra que venera el legado histórico que le dejó España y sobre todo que ha conservado su identidad nacional en medio del fenómeno inmigratorio contemporáneo y de ocupaciones extranjeras, como la impuesta por Haití en el período 1822-1844.
 
Y aclaro que estoy obligado por la amistad y solidaridad recibida de dominicanos a través de los años. No sólo por haberme especializado en estudios dominicanos, sino por conocer de cerca a un pueblo noble, generoso, cortés, que ha dado al mundo actores, cantantes y deportistas eminentes, e intelectuales como Don Pedro Henríquez Ureña, Maestro de América; hispanistas agradecidos y patriotas generosos que han sabido combatir por las libertades de pueblos hermanos. Se trata de un pueblo pobre, a veces desbordado por los acontecimientos en su historia, pero que sobresaldrá por encima de cualquier reportaje pasajero y cualquier comentario negativo.

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