Los actos para celebrar por todo lo alto el Bicentenario del Natalicio de Juan Pablo Duarte y Díez, fundador de la nacionalidad dominicana, es la fiesta más sagrada en términos patrióticos que durante todo este año 2013, y por siempre, agrupará y reunirá a todos los dominicanos, a los que no debemos faltar.
No cabe dudas que mucha gente no se ha sentido invitada a la gran conmemoración nuestra y ha manifestado, en sus acciones, querer estropear este acontecimiento de quien nos dejó como legado la libertad e independencia de nuestro suelo patrio, por lo que cada día debemos sentirnos inmensamente agradecidos por su gloriosa obra.
En los últimos días la sociedad dominicana ha sido testigo de hechos dirigidos en buscar afanosamente ensombrecer los actos para elevar aún más los ideales del patricio, los cuales inician el domingo 13 del corriente mes de enero, fecha de su nacimiento. Es lamentable que mucha gente, que no se ha sentido invitada, venga a querer echarle jabón al salcocho con el que saborearemos mostrarle al mundo una vez más que existe República Dominicana para rato.
El pueblo ni los buenos dominicanos debemos tolerar esas acciones de desconsideración reiterada por gente que no se ha detenido tomar en cuenta, ni por un minuto, que con las mismas se aventuran, inútilmente, echar por la borda lo que tanta sangre y sacrificios ha costado.
Por casi un mes, si la memoria no me falla, un grupo de nacionales haitianos se han apostado frente al Ministerio de Trabajo, para que sea esta entidad del Estado dominicano, que le busque solución a una problemática que debe ser resuelta en otros escenarios.
El caso laboral que se presenta no es nuevo. Ni en este ni en cualquier otro país del mundo donde existen personas que solo buscan lucrarse de cualquier forma, ni la manera que fuere, lo nuevo es, estacionarse y crear hacinamiento frente a una institución que, con seguridad, no tenía ni el más mínimo conocimiento de lo que acontecía con esas personas y la empresa u empresario a quienes, supuestamente, prestaron servicios y/o mano de obra.
Mientras que los hechos acontecidos en los últimos días en la frontera entre la República Dominicana y Haití, específicamente en Dajabón, donde montones de ilegales haitianos quieren entrar por la fuerza a territorio dominicano, sin más ni más, tampoco es nuevo. Un supuesto sacerdote, de nombre Regino Martínez, ha ilusionado a mucha gente de aquel lado de nuestra frontera, a que pueden entrar y salir a este lado, como “perro por su casa” ó dicho de otra manera: “como chivos sin ley”.
Recuerdo que en una ocasión, hará cosa de uno o dos años, Regino Martínez, llevó miles de ilegales haitianos a una parroquia de esa localidad fronteriza de Dajabón, a quienes les prometió su entrada a territorio dominicano en medio del intercambio de productos en el mercado binacional que mueve la economía de la zona cada semana.
Desde hace tiempo el supuesto párroco Martínez se ha entregado a la tarea de querer ser más solidario que todos los habitantes del planeta tierra, ó “más papita que el Papa”. ¿A cuáles intereses responde?, aunque me imagino, y si me los imagino, no me importa, pues nadie puede pisotear las leyes de una nación, ni mucho menos los tratados internacionales existentes referentes a tratar estos casos.
El presidente Danilo Medina, el director de Migración, ni ninguna autoridad del Gobierno Dominicano, ni el pueblo mismo, deben permitir que la República Dominicana sea manejada por dos o tres potencias que sólo procuran resolver un problema que se les ha salido de las manos.
El embajador haitiano en nuestro país ha pedido dejar entrar a esos miles de ilegales a territorio dominicano, ¡como se atreve!, y también la no deportación de los cientos que están acampados frente al Ministerio de Trabajo y, además, pide a las autoridades acoger un mensaje del presidente – artista, Michel Martelly, de que “cuando estén aquí, se les dotará de pasaportes y documentación”.
El pedido del embajador Fritz Cineas, junto a las acciones de Regino Martínez, pasando por los haitianos tirados con enseres domésticos frente al Ministerio de Trabajo, son afrentas que sólo buscan deslucir los actos con los que los dominicanos vamos a enaltecer al más puro y noble de todos en el Bicentenario de su Nacimiento. Se equivocan, no nos estropearán la fiesta.