Desmontar la masculinidad agresora para dar paso a una sociedad que se encamine hacia un ambiente de convivencia, es parte de un planteamiento que ubica los feminicidios y la violencia en sentido general, como un problema que engloba tanto a los hombres, como a las mujeres.
Esta conclusión une los criterios de Ramón Stalin Montero, Héctor Romero Morillo y Ernesto Díaz-Laguardia, tres jóvenes que están trabajando para contribuir a cambiar la forma de ser y pensar de los hombres dominicanos.
Creen que las discusiones entre parejas se pueden llevar de una manera diáfana, tranquila, y que permita que otros comiencen a cuestionarse sobre lo que pueden hacer para evitar la violencia.
Invitados al programa Qué pasa hoy, transmitido a través de los servicios radiales y televisivos de este multimedios DominicanosHoy, el tema deviene herramienta fundamental en estos días en los cuales el país cuenta la dolorosa cifra de 168 mujeres asesinadas por sus anteriores o actuales parejas.
Montero, comunicólogo e investigador, entiende que con un buen manejo del proceso de desarrollo pueden lograrse cambios significativos en los hombres, a partir de lo cual se fomenta la posibilidad de desmontar la masculinidad agresora: “Comienza por la identificación, basado primero en reconocer la parte agresora y otra que consiste en el compromiso por la transformación personal”.
Según estos especialistas, graduados del Primer Diplomado sobre Modelo de Atención para el Desmonte de la Masculinidad Agresora, impartido por el Centro de Estudios de Género de la Universidad (Intec), en las familias dominicanas todavía prevalecen los mecanismos utilizados por la sociedad patriarcal, algo que a su juicio influye sobremanera en la violencia contra la mujer.
Sostienen que esa condición predomina como un valor cotidiano: “Y por eso es que se ven tantos casos, porque todavía en los procesos judiciales hay imputados que no reconocen que el ejercicio de su masculinidad agresora, lo hace violento hacia las mujeres”, argumentan y añaden:
“El hombre reconoce esto, solo cuando se le violenta su calidad e integridad humana, o su entorno”.
Héctor Romero Morillo, trabajador social, miembro fundador del Centro de Masculinidad Solidaria y Estudios de Género, entiende que el hombre violento es construido socialmente, puesto que no se nace agresor, lo que se evidencia en el apego a la madre; significa que por naturaleza no es violento y se puede empezar a articular nuevas relaciones.
En tanto, Ernesto Díaz-Laguardia, filósofo, experto en Desarrollo y Derechos Humanos de Niñas, Niños y Adolescentes, sustenta que la construcción de la identidad se refleja en el género, en cuya dirección se debe ir educando en las comunidades, en las escuelas y en las instituciones con las cuales nos relacionamos.
“Entonces se va creando la idea de que los hombres están hechos para hacer justicia, ejercer la violencia, no solo contra los otros, sino contra sí mismo, a no expresar sentimientos, ni reconocer que los otros y otras tienen derechos y que son seres iguales. También se tiene la idea de que él debe resolver todos los problemas de la familia”, abundó.
Tanto Montero, como Morillo y Laguardia afirman que eso es lo que se va explotando en los centros de estudios y los medios de comunicación, condicionantes que han incluido en su carpeta de trabajo, mediante las cuales buscan transformar esa realidad.
Para ellos, lograr un cambio en la conducta agresora de los hombres es un compromiso y responsabilidad de su generación y las venideras, puesto que ya existen caminos diferentes para relacionarse. Establecen que gracias a la lucha librada por las mujeres para que se les reconozcan sus derechos, los hombres ven las situaciones de otra manera.
“Es aquí donde está la gran responsabilidad, porque ya existen otras vías para comunicarnos, y por tanto tenemos el compromiso de asumir este nuevo rol”.
Se pronuncian por una relación de pareja en la cual no importe quien trabaje, porque si se reconocen como iguales, asimismo pueden asumir similares compromisos en la casa. Piensan que urge trabajar el tema de la masculinidad solidaria en torno a los riesgos, porque los hombres han sido socializados como “todólogos”: una especie de figura emblemática, como los súper héroes que resuelven todo.
“Esta sociedad nos ha dicho que ante los riesgos no debemos cuidarnos. Por ejemplo, si hay un cable eléctrico en la casa, es el hombre quien tiene la obligación de arreglarlo y él mismo como tal asume esa responsabilidad y no se cuida ante los riesgos, alega Morillo y agrega:
“Debemos reconocer las cosas que nos producen algún bienestar fisiológico: llorar si así lo sentimos y no restringirnos solo por el hecho de ser machos y la sociedad habernos inducido a que no lloramos”.
El tema de la cultura patriarcal formó parte del análisis, porque todavía se habla del hombre como figura preponderante y de dominación. Es decir que es el fuerte, el rey, mientras que a la mujer se le ha impuesto la visión de que su responsabilidad es el cuidado de los hijos y el hogar.
“Reconocemos que todo eso se construye como parte de un proceso, porque la mujer también ha sido socializada en ese mismo ambiente. La construcción de la masculinidad basada en el elemento agresor, se reafirma desde el vientre”, expresa Díaz- Laguardia.
No obstante, las opiniones convergen en que se evidencia un avance importante desde las instituciones del Estado; pero, se ha descuidado el trabajo con los hombres; en tanto ha aumentado el número de feminicidios, porque solamente se están concentrando en las víctimas y no en los agresores.
“Aunque debía aumentar el número de casas para acoger mujeres víctimas de violencia, al menos existe un número de éstas; pero, solo contamos con un Centro en el Distrito Nacional, para trabajar de manera conductual con los agresores”, apunta Stalin Montero.
Para Montero, Morillo y Laguardia el proceso de cambio ya está planteado, porque en la medida que se va hablando de masculinidad violenta, de la necesidad de desmontarla y se establecen iniciativas que pueden ser adoptadas a través de los programas de capacitación y formación del Ministerio de la Mujer y la Procuraduría General de la República, el tema va entrando cada vez más en el escenario de desarrollo.
Un ejemplo de ello es el trabajo en varias comunidades con adolescentes varones, a partir del cual se lleva a cabo todo el proceso de reflexión y movilizan acciones a favor del comportamiento no violento hacia las mujeres.
“Hay que identificar que se está haciendo como sociedad, padres, o como medio de comunicación, para ver que se está tratando de difundir, así como reconocer cuales son los valores que se están fomentando para lograr nuevos hombres y mujeres en nuestra sociedad”, concluyen.
