La popularidad de la que ha gozado no se le ha ido a la cabeza y el poder que ostentó durante cuatro años no fue ápice para que abusara de sus contrarios; cuando le ha tocado ganar asume con humildad y cuando ha perdido reconoce su derrota, aunque esa acción caiga mal a sus más cercanos colaboradores.
Fue Presidente de la República en una ocasión y candidato a la misma posición en tres; ha logrado, en la mayoría de los casos unificar su partido, aunque en una, la más reciente, las diferencias han sido grandes y las heridas tan profundos que no pudo lograr en un 100% la unión de la entidad que lo postulaba.
Es un hombre de familia, respetuoso de la Constitución de la República y de la institucionalidad nacional; así lo ha demostrado durante su dilatada vida política de casi cincuenta años.
Exitoso empresario, de decisiones firmes y lenguaje llano que antepone el interés nacional al personal, sin importar que con ello se esfumen las posibilidades de llegar al poder. Ama a su pueblo y aunque le debe mucho, algún día habrá que reconocerle su valor y entereza.
Dirigió el Estado dominicano y salió limpio, pese a una crisis y fraudes bancarios que lo sacaron del gobierno; la enfrentó demostrando que es un “guapo” que tiene el corazón en las entrañas del pueblo.
Su accionar como funcionario público ha sido exitoso; se desempeñó como Secretario de Estado durante el gobierno de uno de los hombres más serios que ha ocupado la silla presidencial (Don Antonio Guzmán), y pasó a la historia como el mejor en la posición que ocupó.
Hace poco más de un mes se ganó el favor de más de dos millones de dominicanos y muchos de sus séquitos le rogaron para que aprovechara esa situación y colocara el país en una situación ingobernable, más no fue así, pues siempre tiene en cuenta que uno de sus lemas en campaña siempre ha sido claro: “el que ganó, ganó y el que perdió, perdió”.
Es un hombre que piensa en su familia y la República Dominicana, no tanto en lo personal; contrario a la campaña sucia que le hicieron en el último tramo de la contienda electoral cuando sus adversarios hicieron creer que lanzaría sus seguidores a la calle.
Estando en el gobierno, con el Congreso Nacional, los ayuntamientos y las Fuerzas Armadas a su favor, admitió su derrota y felicitó a su contrincante, quien basó su campaña en desacreditar su forma clara de decir las cosas.
Altos dirigentes de su partido y aliados, incluso militares activos y retirados, le solicitaron que se abstuviera de asumir su derrota, que tirara su gente a las calles; pero, no lo hizo, una vez más demostró su amor por la patria que fundaran Duarte, Sánchez y Mella.
Cerca del 90 por ciento de aquellos oficiales estaba a su favor, sin embargo, desaprobó cualquier decisión mal sana que fuera en detrimento del pueblo dominicano.
Muchos le propusieron que había que ganar con votos; pero, que de lo contrario debería de ser con botas, haciendo alusión a épicas en que los presidentes dominicanos se imponían utilizando el Ejército Nacional y otros cuerpos armados.
Ha sido proyectado por sus contrarios como un “desenfrenado” y por el contrario, ha confirmado en los momentos críticos que es una persona ecuánime, inclusive colocándose al lado o por encima de los grades líderes nacionales.
Se autoproclamó como líder de la oposición y así lo ha asimilado gran parte del pueblo, sus ideas son claras: no permitirá que el gobierno que se instalará el próximo 16 de agosto, el cual deberá contar con su apoyo, haga “lo que le dé la gana”.
Su nombre es: Rafael Hipólito Mejía Domínguez
