Alemania entre la espada y la pared para salvar el euro

Alemania es el único país que puede evitar el fin del euro y no está claro si está dispuesta a hacerlo.

Este jueves y viernes, en la reunión a más alto nivel desde que comenzó la crisis del euro, los líderes de la Unión Europea se juegan el futuro de la moneda única. Aunque la eurozona tiene 17 miembros, las miradas están puestas sobre uno de ellos: Alemania.

El problema es doble. Por un lado el gobierno alemán promueve una política de austeridad para una eurozona que está haciendo agua por todas partes.

Por el otro, las fichas del dominó se van desmoronando bajo la implacable lógica del estancamiento y la recesión: ya hay cuatro rescates a nivel nacional (Grecia, Portugal, la República de Irlanda y la de Chipre), uno en marcha a nivel bancario (España) y un miembro de la eurozona (Grecia) con un pie afuera.

«La Eurozona está acercándose al momento de todo o nada. O se estimula el crecimiento y se mutualiza la deuda para proteger a los bancos o la situación se deteriorará aún más muy rápidamente», señaló a BBC Mundo Simon Tilford, del think tank con sede en Londres Centre for European Reform (CER).

Europa toma el té

El acuerdo para invertir US$162.000 millones, alcanzado el viernes por los mandatarios de Alemania, Francia, Italia y España, es más circo político que pan económico.

El plan de crecimiento será presentado ante el Consejo de Europa que se reúne este jueves y viernes en Bruselas, pero los fondos no son nuevos y constituyen apenas un 1% del PIB de la eurozona (la deuda estatal de la eurozona es un 87% del PIB).

Más que un Plan de Crecimiento, el anuncio fue un armisticio entre los dos países que forman el eje de la eurozona: Alemania y Francia.

El presidente francés, Francois Hollande, puede reivindicar la adopción del plan que predicó en su reciente campaña, pero todo tiene un precio.

Hollande terminó aceptando silenciosamente el acuerdo fiscal adoptado el pasado diciembre por la Unión Europea (menos el Reino Unido y la República Checa), caballo de batalla de la canciller alemana Angela Dorotea Merkel.

La canciller es renombrada por su cautela y aversión al riesgo, algo que ella misma reconoce y que atribuye a su formación científica (es química).

Pero su austeridad no es una mera cuestión psicológica: Merkel la predica con una convicción evangélica.

El acuerdo fiscal, que entra en vigor el 1 de enero de 2013, compromete a sus miembros a un déficit estructural no mayor del 0,5% y a que sus cuentas fiscales y la marcha del presupuesto sean monitoreadas por una autoridad europea.

En el actual contexto de estancamiento económico es un chaleco de fuerza que ni siquiera toma en cuenta el tamaño del maniatado: gordo o flaco tiene las mismas medidas.

«Son políticas similares a las que promueve el Tea party en Estados Unidos. El argumento central es que no importa el nivel de contracción siempre que la economía avance hacia un equilibrio fiscal. Pero es exactamente al revés. El nivel de contracción importa precisamente por los niveles de deuda que hay. La economía europea tiene que volver a crecer. No se puede deprimir una economía para recuperar su solvencia», explica Simon Tilford.

Como el Tea party la demócrata cristiana Angela Merkel aplica a la economía la moral del pecado y la redención. Los despilfarradores países del sur europeo deben pagar por sus deslices: el castigo corporal es la austeridad, los despidos, el recorte o congelamiento de salarios.

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